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Una epopeya familiar

Avelino Fierro

Avelino Fierro

Y una tarde cualquiera esparces mis cenizas sobre el mar.
José Luna Borge. Eolas. Precio: 17 €.

A cada escritor, las historias le llegan de distinta forma: con personajes, con sentimientos o situaciones.

Como se dice en un manual para escritores, las ideas se encuentran en todos los rincones, añadiendo que el lugar más fértil en que se pueden buscar las semillas es el patio trasero de nuestra propia vida.

Ortega y Gasset decía: «la esencia de lo novelesco no está en lo que pasa, sino precisamente en lo que no es “pasar algo”, en el puro vivir, en el ser y el estar de los personajes, sobre todo en su conjunto o ambiente… Es, pues, un error que el novelista se afane mayormente por hallar una “acción”. Cualquiera nos sirve».

Quizá por ello José Luna Borge, poeta, diarista y crítico, a la hora de enfrentar la que es su primera novela publicada, no ha ido demasiado lejos para encontrar la pulpa de su narración: Y una tarde cualquiera esparces mis cenizas sobre el mar me parece que es una autoficción, una ficción que tiene a la propia vida como inspiración y punto de partida. Al menos tengo la impresión de que el «yo», el narrador que aquí aparece, está más cercano al de las autobiografías que al «yo» desconectado de las novelas. Se emplea un narrador en primera persona, un protagonista y un destinatario que también habla, que dibujan el presente o evocan un pasado común y van conformando la historia, mediante una trama tradicional y lineal. Pero los seguidores de Luna Borge sabemos por otros escritos suyos que los personajes principales citados son reales: ese viaje a Salobreña del que hablan el narrador y su hermano está en una anotación de su diario Pasos en la niebla, del 2 de mayo de 1997. El martes 23 de diciembre también se anota algo esencial y que se ha anunciado en las primeras páginas de este libro, «este cuaderno se acaba, como el año o como la vida de mi hermano». Todo esto, como lectores, no nos importará demasiado: nos dará igual que se trate de un «descargo de conciencia» —así tituló su autobiografía Pedro Laín Entralgo en 1976— o que se trate de puro novelar para disfrutar de la ficción. Luna Borge —como diría el profesor Mainer— ha sabido crear un mundo de armonía conforme a su nostalgia, ha escrito estas páginas para saber quién es él y quiénes son esos personajes, para trazar círculos, idas y venidas, observar de lejos o escudriñar de cerca todo eso que a todos nos inquieta: nuestra propia identidad.

La novela gira en torno a las conversaciones que mantienen en una clínica barcelonesa los dos hermanos. Vamos descubriendo —y también lo van haciendo los personajes, que se piensan a sí mismos a través del relato— sus vidas, afanes y melancolías. Y así iremos sabiendo de su infancia, de sus inquietudes, de las fugas de Santiago —buscando ese breve sentimiento de eternidad, ese éxtasis que constituye toda fuga—, de la adolescencia, de esa edad tan vulnerable en la que, como dice Paul Auster, ya no eres un niño pero tampoco un adulto, y vas rebotando entre lo que eres y lo que estás a punto de ser.

Conoceremos también los odios y malquerencias del pueblo en el que viven ambos, sabremos de las labores del campo —por cierto, qué bien describe José Luna Borge ese pasado, qué bien cuenta cómo eran aquellas prácticas comunitarias, aquellos monótonos ritmos campesinos con los que hoy ha perdido todo vínculo el habitante de la ciudad—; veremos la vida de Santiago trabajando como albañil en Barcelona, que en un momento dado le dice a su hermano Pepe: «Ver pasar el tiempo y la vida desde un andamio da una perspectiva diferente». En toda la novela, de forma intermitente, se contraponen esos ámbitos, el urbano y el rural. La manera de ser y de escribir de Luna Borge que conocíamos por sus anteriores libros vuelve a estar aquí de forma muy evidente.

Como diría Baroja, lo ideal para un autor es conseguir que el estilo literario sea una prolongación de su personalidad.  José Luna Borge nos va llevando gustosamente de la mano por esta epopeya familiar, describiendo con acierto ambientes y personajes, con un ritmo que va a la par de las conversaciones de los dos hermanos, donde hay sorpresas, dramatismo y esperanza. Al fin y al cabo, de eso tratan las novelas, las buenas narraciones, de conjugar las distintas voces, de demostrar diversas emociones. De hacerlo como un director de orquesta, dando forma a una polifonía vocal. Con una prosa excelente en la que el poeta también se muestra a la hora de utilizar la literatura para crear un universo moral.

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