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TERRITORIO GALDÓS

Aurelio Loureiro

Aurelio Loureiro

Nos recuerda Alfonso García, amigo y colaborador de Epicuro, desde León, que habrá varios aniversarios este año 2020. Entre ellos, el centenario de la muerte de Galdós.

Benito Pérez Galdós murió el día 4 de enero de 1920. No esperó a la llegada de los reyes magos; restándole una pieza importante al belén literario de las futuras navidades.

Las ciudades suelen ser más acogedoras que las leyes y, por supuesto, mucho más rápidas y diligentes en tomar decisiones que los políticos.

Se dice de Madrid que es ciudad donde, sea cual sea la procedencia del que llega, nadie es extranjero. O, lo que es lo mismo, todos somos adoptados por Madrid no bien pisamos su suelo para quedarnos (que suele ser lo más corriente) o como trampolín para arribar a otros mundos; muchos de los cuales se funden en uno: la ficción y, por ende, la literatura.

Galdós fue un joven canario del siglo XIX que viajó a Madrid a estudiar Derecho y se quedó en los cafés de la capital, siendo adoptado muy pronto por la ciudad, que, de manera particular entró en la configuración personal del también pronto escritor y periodista; hasta el punto de que, como en enciclopedias antiguas se decía del Ferrol del Caudillo, podría afirmarse que el estudiante Benito Pérez había viajado para instalarse en el Madrid galdosiano.

Pues bien, la prueba de que los políticos siempre van por detrás del natural proceder de los acontecimientos que sólo dependen de la voluntad (de una ciudad, en este caso), Benito Pérez Galdós, del que ahora se celebran existencia y atributos, tuvo que esperar la friolera de cien años para que lo nombrasen hijo adoptivo de Madrid de manera oficial y para que conste…

Los centenarios, sobre todo los que evocan la muerte en navidad, como los cuentos, incluso como el cuento del propio Galdós, La mula y el buey y la niña enferma que no logró colocar la última pieza en belén, quizá porque la pieza que faltaba era ella misma, sirven para muchas cosas.

No son baladíes los homenajes y sí de apreciar el recordatorio de un reconocimiento al talento que no siempre fue unánime y justo. Vienen a ser lo mismo unos y otros; pero en el caso de Galdós, apodado Benito el garbancero, por mor de la mala baba de Valle Inclán, el centenario cobra una dimensión de máxima exigencia.

No siempre fue reconocido el talento literario de Galdós. Se le situó siempre muchos escalones por debajo de otros talentos del siglo XIX; siglo pródigo en talentos, propios y foráneos. El siglo de la novela fue para muchos ese siglo de tanto desgarro físico e intelectual hasta desembocar en el XX con tanto o más desgarro.

Me adhiero a la propuesta de nuestro también amigo y colaborador de Epicuro, David Felipe Arranz, de que este aniversario tan esperado y singular sirva para reivindicar el cocido madrileño y su esencial componente, el garbanzo. De Galdós tenemos mucho más que su biografía; entre otras cosas un paisaje nuevo de Madrid, que habitamos y que sigue habitando el propio Galdós.

Epicuro se suma al homenaje (que ya se ubica en sitios como Madrid y las Canarias y que, dicen, durará todo un año, el año Galdós, el Madrid galdosiano, el territorio Galdós), ya que, por muchas razones y no menos motivos más instintivos, se considera al autor de Miau un heredero de Epicuro, adelantado heredero.

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