Por lo que se ve en algunas redes sociales, los amantes de los gatos —ese animal que, según Borges, fue creado por Dios para otorgar a los hombres el placer de acariciar al tigre— somos legión.
No es de extrañar así que algunas editoriales exploten ese filón felino mediante la publicación no ya de repetitivas enciclopedias en fascículos, como era costumbre antaño al llegar octubre y su horizonte de fascículos, sino de libros de literatura dedicada, que tienen a los gatos por protagonistas pero que afortunadamente son, antes que nada, literatura. Es el caso de los dos volúmenes que reunimos en estas líneas: una deliciosa antología diarística de José Manuel Benítez Ariza y la pequeña perla ilustrada en la que Antonio Pau indaga, entre otras muchas cosas, en algunas de las relaciones entre gatos y pintura que la historia del arte universal nos ha dejado.
El gato es un ser misterioso y elusivo que se revela en ocasiones capaz de mostrar hacia el hombre un cariño sin servilismo que también podríamos considerar como una forma de posesión. Un animal de compañía que no está domado, como si no hubiera terminado de decidirse entre ser callejero o casero, independiente o que al menos siempre actúa según los estrictos dictados de su propia voluntad. Nadie posee un gato: es poseído por él. En esa relación simbiótica, ambos obtienen beneficios.

Newcastle Ediciones. Precio: 8 €.
Así se desprende de la lectura de Todo sobre K. Una gata en un diario, la antología que sobre las páginas de su dietario José Manuel Benítez Ariza ha reunido con las apariciones de su minina entre las líneas de los volúmenes del diario abierto que ha ido publicando tanto en papel como en su blog. En esa selección de páginas tuteladas por la presencia de K. vemos alzarse a esta como espejo y compañía del oficio de soledad del escritor. El poeta y novelista gaditano reconoce su papel protagonista en su escritura: «Es mi mejor personaje. Quizá por ser el único del que no me he inventado nada». Una conciencia vigilante de la que tenemos noticia durante los doce años de su existencia, entre entradas que nos dan cuenta de lecturas, visitas, entrevistas y las vidas que cruzan por el recuento del laboreo de un escritor. También, en sus últimas páginas, el vacío recrecido por la separación definitiva de K., al percatarse de que su presencia modelaba muchos de los gestos cotidianos. «Su ausencia es clamorosa», nos dice, «la casa ha devenido museo».

La Huerta Grande. Precio: 8 €
En Gatuperios, el jurista y ensayista Antonio Pau compone un librito singular, en el que comienza haciendo historia de todos los gatos con los que ha convivido durante su vida y de algunos de los embrollos que protagonizaron, comenzado por el felino de botica de su abuela, el gato de consulta de su padre y el que posee ahora, Hirohito, como el emperador japonés, porque no se deja tocar más que cuando a él le apetece. Rememorar estas existencias gatunas llevan a preguntarse a Pau, con Rilke, si el gato, más que ser, simplemente está. Si no vive en un espacio puro, acaso sin tiempo, como más allá de la realidad. Y de ahí, con total naturalidad hablando de espacios de pureza, pasa a los gatos pintados. A hacer un repaso a algunos de los cuadros en los que los felinos son protagonistas, haciendo referencia, entre otros, a artistas como Hans von Kulmbach, Lorenzo Lotto, Goya, Théophile Steinlen, Franz Marc, Balthus o Manuel Alcorlo. Un repaso a la historia del arte perfectamente ilustrado en el volumen y en el que no podía faltar Paul Klee, que buscó retratar al gato antonomásico y universal. Una nota final dedicada a desmontar la falacia del gato común, firmada por Álvaro Pombo, sostiene con Eliot que todo gato tiene al menos tres nombres y pone el broche final.
Dos libros sumamente gatos para los fans de los felinos.