El pasado 8 de febrero un irremplazable maestro y amigo cumplía su ciclo vital después de casi 90 años dedicados a la Vida, a la Enseñanza y a la Cultura: Santiago Alonso Méndez.
Santiago Alonso Méndez dignificó nuestro más auténtico teatro popular.
Ninguno de esos que ves vestidos de púrpura es más feliz que aquellos a quienes la ficción escénica hace que lleven cetro y clámide; ufanamente a presencia del pueblo pasearon coturnados y solemnes; pero así que abandonan la escena se descalzan y vuelven a su estatura […] La vida es drama, donde importa no cuánto duró, sino cómo se representó. (Séneca. Epístolas LXXVI y LXXVII)
Director en los últimos veintinueve años del Grupo de Teatro Atril (fundado en octubre de 1991) vivió y murió con sus sueños cumplidos, y el viejo adagio calderoniano que hace de los sueños conditio sine qua non de las vidas de los hombres, recobra sentido en grandes hacedores que, como él, supieron materializar sus más puros anhelos y compartirlos. El admirable grupo de grandes actrices, actores y técnicos que conformó (algo más que “aficionados”, como prefieren reivindicarse) es, sobre todo, un equipo de eternos entusiastas de la interpretación y de aclamados profesionales del arte por el arte al servicio del espectador de la calle, de los barrios de ciudad y de los pueblos de provincias. Es Teatro del Mundo, según el tópico literario, pero también teatro por y para el mundo. No por otra cosa Atril y su noble elenco es valedor de quien fue tan insigne conductor fuera y dentro de los escenarios, pues la dirección no le impedía ejercer, con el notable carisma que le caracterizaba, el oficio de actor. Sus dotes para la interpretación transmitían una inconfundible compostura dramática, un característico tono de desenvuelta expresividad y una aplastante naturalidad escénica. Es así que cumplió la máxima humanista que albergaba su espíritu inquieto: la de recuperar el espacio que la puesta en escena −la que trasciende la obra dramática escrita− siempre ha tenido y tiene reservada para las tablas ante el público. Todo, con el objeto de entretener, de mover el ánimo o el pensamiento y, de paso, representar la sociedad tanto en sus lugares comunes o diferenciados como en sus contradicciones. Con esa idea, Santiago y el equipo humano del que supo armarse, y con el tiempo estabilizarse y forjar una encomiable amistad, no sólo han conseguido emocionar al humilde espectador, sino sobre todo han logrado atraer a público de todas las edades y llenar fácilmente los patios de butacas de un sinfín de salas de teatro. Con ello, tan honorable director dignificó nuestro más auténtico teatro popular, en el que los grupos humanos se ven a sí mismos reflejados en los distintos papeles o caracteres que abarca su compleja condición. Santiago era director-intérprete de las obras que decidía representar, si bien buscaba el consenso democráticamente, y compartía, durante los ensayos, posibles maneras de llevar tal o cual fragmento escrito sobre el papel a la palabra o al diálogo vivo y directo. Para alcanzar su objetivo elegía piezas de los clásicos, como la astracanada de Muñoz Seca, el sainete de Carlos Arniches, obras de carácter costumbrista o localista de los hermanos Álvarez Quintero, sainetes o comedias de Alfonso Paso, o guiones extraídos del teatro del absurdo de Miguel Mihura y de Jardiel Poncela, entre otros. En relación con ello, Santiago Alonso afirmaría: “La comedia española, el teatro de lo absurdo, es lo que más hacemos en el grupo de teatro Atril. Nos gusta reírnos. Llorar no. Hacer reír es muy difícil, mucho más que hacer llorar”.
Porque Santiago lo llevaba en el niño que pervivía en su corazón; lo constataba, además, el hecho de que, precisamente, por las circunstancias fortuitas en que tuvo lugar su nacimiento, en 1930 y en Alcalá de Henares, sus padres le trajeron al mundo justo en el lugar que ocupó siglos atrás la casa natal −hoy convertida en Museo− del escritor universal Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), autor de algunas de las más populares obras teatrales del siglo XVII, aparte de iniciador de la Novela Moderna en España con su inmortal Quijote (1605 y 1615). Nadie del entorno de Santiago niño, ni él mismo, podía imaginar por entonces qué otras razones, como la mencionada coincidencia, podrían influir aún más en su espíritu. Porque, curiosamente, habrían de pasar todavía algunos años para que Santiago tuviera la oportunidad de encontrarse casualmente en Madrid −como él mismo relató más de una vez− con el ilustre cervantista Luis Astrana Marín, quien en 1948 ya había demostrado, a raíz de sus investigaciones, la ubicación exacta del nacimiento del escritor áureo, tan debatida tiempo atrás. Más adelante y, como se verá, la coincidencia que tuvo lugar entre el biógrafo conquense y el director alcalaíno, no podía ser más providencial. Valga decir, en este sentido, que tales casualidades no parecían dejar de perseguir a Santiago positivamente, puesto que, en 2006, el Grupo de Teatro amateur Atril al completo, consiguió inaugurar el Teatro-Auditorio Don Quijote, en Consuegra (Toledo), por iniciativa de la Sociedad Cervantina de Madrid; corporación cultural, la de entonces, que para realizar algunas de sus actividades había elegido este enclave manchego, sobre el cual se eleva en el denominado “cerro Calderico”, un conjunto de doce imponentes (como gigantes) molinos de viento, la mayoría de estilo harinero. Precisamente, dicha Sociedad es aquella que desde hace varias décadas alberga el edificio donde, siglos atrás, se instalaron los talleres en los que se imprimió la edición príncipe del Quijote.


Tendría que resultarle a más de uno objeto de curiosidad el hecho de que la Sociedad Cervantina −para la que terminaría colaborando Santiago Alonso en calidad de director teatral de Atril−, fue creada en 1953 para conocimiento y difusión de la vida y la obra de Cervantes por el mismo investigador Astrana Marín, quien había intercambiado impresiones con el profesor alcalaíno en la vía pública varias décadas antes de aquella memorable colaboración cultural. Tal fue el cúmulo de coincidencias para sorpresa de muchos, puesto que éstas tocaban fortuita y formidablemente a su persona por evidentes razones de cuna. Lo que ya no sería casual ni inesperado, sino más bien predecible de todo punto, es que el gran Maestro, así como todos los integrantes del grupo Atril, alcanzaron un extraordinario éxito aquel 16 de diciembre de 2006 en el teatro consaburense por la magnífica representación de “La Venganza de la Petra”, de Arniches, y ante la sala abarrotada de un público entregado que no cesaba de aplaudir.
Retomando la cuestión anteriormente referida sobre el interés prematuro por la cultura del teatro que inspiraría al joven Santiago, cabe decir que la vocación al respecto de esta disciplina como arte escénico, fue la que vertebró su pensamiento y acción a lo largo de su vida, no sólo por el insólito lugar donde nació (tanto o más inspirador para un joven aprendiz de todo lo que encerraba el oficio y, acaso, con inclusión de las circunstancias inopinadas antes mencionadas), sino también por la viva tradición cultural que alberga la propia ciudad de Alcalá de Henares y la impronta que tal escenario vital dejó en su persona. Tanto es así que, por la raigambre cultural diversa que la ciudad atesora, y por la Universidad como núcleo de conocimiento que se expande a lo largo y ancho, la población ostenta, orgullosa, el lema Ciudad del Saber; y es precisamente este precedente, que es la historia y la vida cotidiana en comunión con su cultura, el que guía los estudios primeros y la vida de Santiago Alonso hasta la edad de veinte años. Por otro lado, no está de más tener presente otra clase de influencias, como la que ejercía sobre la ciudad y sus habitantes la llamada “Hostería del Estudiante”; lugar de paso, de tertulia, ayuntamiento y descanso para los escritores de la Generación del 27, quienes se concentraban en aquel lugar durante sus aventuras literarias (como Lorca, que gustaba de ir allí a comer migas con chocolate tras alguna representación de éxito con su grupo itinerante La Barraca). Ni tampoco sobra referir el hecho anecdótico, pero significativo, de que la sala de proyecciones cinematográficas que formaba parte del entorno inicial donde se movía el joven Santiago y trabajaba su familia para sustento del hogar, ocultara bajo su construcción el viejo Corral de Comedias de comienzos del siglo XVII, uno de los teatros públicos más antiguos de Occidente, y que abriría de nuevo sus puertas como teatro en 1971.
Desde sus orígenes, pues, y de forma paulatina, aquel contexto cautivaría el espíritu del joven director, dotándole de una clara intuición y habilidad que pudo demostrar ya a la temprana edad de doce años al dirigir su primera obra en el Teatro Salón Cervantes (TSC), de Alcalá. Eso, y el hecho de hallarse integrado en las costumbres adheridas al amplio espectro escenográfico de la ciudad, hizo que, por ejemplo, a la tradición alcalaína de representar el Don Juan Tenorio de Zorrilla todos los años, quisiera darle la continuidad merecida como actor, pero también como conductor de otros actores y actrices que, posteriormente, trabajarían bajo su dirección en Madrid. De tal manera, hasta los últimos años de su espaciada vida, la oportunidad de llevar a los escenarios la popular obra, ha sido compromiso ineludible y ha podido hacer siempre de este drama clásico una pieza a la que dar su acostumbrado espacio anual, para concentración y disfrute de un público numeroso en las salas y teatros por donde ha pasado. Según él, el Don Juan siempre fue una de sus obsesiones de juventud.
Ciertamente, las experiencias que vivió en la ciudad alcalaína y después, fueron desarrollando en él una sensibilidad especial, permeable a la Literatura, a la Poesía y a la Palabra, tanto escrita como interpretada. Siguiendo esa estela, se formó en la carrera de Magisterio, y su vocación docente y humanística logró desarrollarla en diferentes colegios y escuelas de la ciudad complutense y, más tarde, de Madrid, donde trasladó su residencia y realizó diversos trabajos vinculados a la enseñanza y a la cultura en calidad de profesor de Lengua y Literatura y de funcionario docente en Educación Permanente de Adultos. Sin perder nunca la ilusión de enseñar a los jóvenes y menos jóvenes los placeres de la representación dramática a través de la exploración de unos caracteres humanos en interacción con otros −mediante la palabra, la acción y la recreación−, a menudo convertía fragmentos poéticos de los grandes clásicos de la literatura española e hispanoamericana en pequeñas piezas teatrales, dramatizadas, dentro del aula.
Para Santiago Alonso el teatro podría recrearse a partir de una escena, una descripción, una imagen poética, pero también encontraba el teatro en la calle, donde lo casual, lo vivo y real puede ser objeto de expectación, sorpresa, admiración o reflexión de quien observa y se siente espectador, y las más de las veces, partícipe. Tales elementos que, fuera de las tablas, prefiguraban en su imaginación escenas sin fin, anticipaban auténticas joyas dramáticas, breves, casi instantáneas, que gustaba de poner en escena y recuerdan un modo de entender la vida como teatro, donde cada personaje tiene un papel. Esta idea −que Erasmo de Rotterdam recogió de autores de la Antigüedad y trasmitió a discípulos de los Siglos de Oro (como Cervantes en su Quijote y en sus piezas de estricto género dramático, o Calderón de la Barca con su famoso auto sacramental, El gran Teatro del Mundo)− se hallaba integrada en la visión del genial actor y director de escena. Es digno de mención el hecho de que Santiago realizó una Adaptación Teatral de la magna obra de Miguel de Cervantes, a la que puso por título “Cervantes y su Quijote”, la cual llevó en más de una ocasión a las tablas, siendo una de estas veces la que representó Atril el año 2007 en Madrid, en el Paraninfo de la Facultad de Filología de la Universidad Complutense, en el marco del I Seminario Internacional sobre Literatura, Política y Fiesta en el Madrid de los Siglos de Oro.
Es a partir de los últimos años de su etapa docente en el Centro de Educación de Adultos “Mar Amarillo”, del madrileño barrio de Hortaleza, donde −junto con otros compañeros de profesión (y tras los logros alcanzados en diversas actividades culturales, editoriales, en la radio o en el cine)− nace la propia “Asociación de Teatro Atril Zarabanda” como uno de sus más importantes proyectos educativos, que despierta el interés y entusiasmo de sus alumnos por trabajar en equipo bajo su dirección. Allí, en uno de los más populares barrios obreros de Madrid, Santiago elegirá su residencia definitiva.


Precisamente en el salón de actos del Centro será donde consigue, con ayuda del grupo, levantar un teatro físico con todos los elementos que pueden satisfacer las necesidades de las obras elegidas y del público asistente. Las funciones forman parte de una asociación cultural sin ánimo de lucro, pero con ánimo manifiesto de llegar a todos, como así ha sido y sigue siendo, y lo demuestra un repertorio que se aproxima al centenar de obras. Entre ellas, y dentro del programa, son tres las funciones que se representan por año en el espacio habilitado desde que Atril existe, coincidentes con los tres trimestres del curso escolar, aparte de aquellas representaciones para las que son contratados en otras salas. Cada componente del grupo se encarga de trabajar a fondo para darle forma al espacio teatral que montaron en el antiguo salón de actos. Es así que, con compartida admiración, se descubre, al traspasar sus puertas, un verdadero teatro estable para el espectador más exigente, y cuyas menores dimensiones, comparadas con cualquier otro teatro mayor, no le merman ni en calidad ni en profesionalidad a tan ímprobo trabajo realizado fuera de los circuitos oficiales. Dispone de telón corredero, patio de butacas, escenario sobre-elevado con corredor trasero, iluminación, cabina con equipo de control para sonido, luz y efectos especiales; decoración, vestuario, peluquería, maquillaje, mobiliario, cartelería, etc. Muchos de los elementos llevan tras de sí una cuidadosa labor de artesanía porque el oficio manual también aquí se valora. Y no falta nada, o casi nada, porque, sobre todo, está lo importante, es decir, el público, pues el teatro siempre se llena, lo que le hace no sólo estable, sino sostenible en el tiempo, receptivo a alguna colaboración puntual externa o a la voluntariedad y generosidad de alumnos, viejos compañeros, familiares o amigos. El teatro se ha prestado, además de para la representación de los clásicos mencionados, para la recreación de entremeses o composición de varietés, con fragmentos de zarzuela, recitales de poesía o incluso shows de magia y presentación de publicaciones, con objeto de amenizar y ofrecer alternativas de disfrute y entretenimiento.
El Grupo de Teatro “Atril” se ha hecho a sí mismo gracias a quien fue su guía y conductor principal. La grandeza del equipo ha consistido en su trabajo, su paciencia y su ilusión, compaginando tan apasionante y sacrificada dedicación con sus respectivas profesiones y compromisos personales y familiares. Actores que, siendo de carne y hueso, son también heroínas y héroes sobre el escenario, después de robar horas y días al reloj para prepararse un papel, discutirlo, ensayarlo, representarlo y lograr transportar a los espectadores a otra realidad. El aplauso está asegurado casi antes de la salutación final. Santiago ha manejado los hilos formidablemente. Con ayuda de quien fuera Director adjunto, el carismático actor Vicente Morgado (hoy Director del Grupo), y de las imprescindibles y geniales actrices (más que actrices), Luisa Ballester y Carmen Gil, no puede haber mejor balance por temporada. Pero ellos, y todos los demás, forman una red solidaria y bien cohesionada de grandes seres humanos, donde cada eslabón de la cadena es imprescindible en la consecución final, en el aplauso general y la satisfacción total. Atril celebró en 2016 su 25.º aniversario por su larga y exitosa trayectoria artística, entre otros premios recibidos. Pero no fueron, ni han sido los únicos hasta la fecha, y serán más los éxitos que vendrán y, a pesar del inefable y profundo desamparo que supone entre los muchos discípulos la pérdida de su mentor, hoy el Grupo continúa la aventura profesional con igual empuje y convicción y, sobre todo, con la fuerza y el cariño que siempre infundió, y con las imprescindibles e inolvidables enseñanzas que impartió el genial Maestro, el venerable Amigo, la Persona excepcional que demostró siempre ser Santiago Alonso Méndez.
(Para posible interés del lector, puede seguir al grupo en https://atril.es.tl/)