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Rock Around Cold War

Carlos Fidalgo

Carlos Fidalgo

Cuando todo se ha dicho del amor, cuando todo se ha contado, aparece una película en blanco y negro que evoca una época enterrada por la Historia, los años del Telón de acero y la Guerra Fría.

Una hitoria que reconstruye algunos espacios imaginados; una Polonia que recupera el aliento después de la Segunda Guerra Mundial y se topa con el invierno de la dictadura comunista; la Yugoslavia de Tito, un país que ha desaparecido; Berlín dividido por las cuatro superpotencias, anterior al muro; y una ciudad hermosa, el París de los enamorados, recién salido de un cuento de Cortázar y donde el tiempo se dilata al ritmo que marcan un piano y un saxofón y una vieja canción de rock and roll de dos minutos.

Cuando todo eso lo hemos visto en cientos de escenas, en decenas de secuencias con mayor o menor acierto, cuando hemos oído esa canción infinidad de veces, llega una película nueva que le da la vuelta a todo, una película en blanco y negro que nos vuelve a hablar del amor, pero encuentra la forma de rompernos el corazón en pedazos muy pequeños.

La canción de rock and roll de la que les hablo es un clásico, sí. Rock around de clock, de Bill Haley y sus Cometas -un tema que se adelantó incluso a los grandes éxitos del Rey del rock, el insinuante Elvis Presley de mediados de los años cincuenta- y suena en un club nocturno de París llamado Eclipse. Una mujer rubia, extranjera, desarraigada, un chica complicada que ha cruzado la frontera para reunirse con el hombre de su vida, bebe allí con el codo apoyado sobre la barra y la cabeza en la palma de la mano mientras apura el contenido de una copa de cristal con desidia. Está cansada del amor, que nunca es  lo que uno se ha imaginado, y en ese momento de apatía arranca la canción, rock and roll, y el tempo se acelera, un, dos, tres cuatro.

La chica se llama Zula y abandona la barra para caminar hacia el centro de la pista acompañada por la cámara, que la quiere, claro que la quiere. La luz parece extraída de un sueño y Zula se pone a bailar con el desconocido que tiene más cerca. Y mientras la pareja gira alrededor de la cámara, en el sentido de las agujas del reloj, y la voz de Bill Haley desmadeja la letra de la canción, el aire huele a tabaco y a sudor, a licor derramado, porque la película logra aquí el don de la sinestesia; que el ojo distinga los olores, que la boca descubra a qué saben las sombras, y que la luz porosa nos acaricie la piel.

Zula cambia de pareja y otra mujer celosa la aparta de su hombre. Alguien la coge en brazos, un tipo con bigote que se frota contra ella. Y en la misma barra donde bebía hace unos instantes, la cámara encuentra ahora al hombre del que se ha enamorado, otro artista polaco exiliado en el París de Charlie Parker -el perseguidor-, que la mira, perplejo, y baja la cabeza, avergonzado.

Pero la canción está a punto de acabar y la chica polaca se ha deshecho del abrazo del pulpo y toma impulso para encaramarse sobre el mostrador, muy cerca de Wiktor, su amante, y terminar por todo lo alto. Y como Anita Ekberg en la “Fontana de Trevi”, en una de aquellas noches fellinianas de La Dolce Vita,  como Marilyn sobre la rejilla del metro o Ryta Hayworth deshaciéndose del guante largo sobre el escenario de Gilda, la chica rubia –y este es el momento de escribir que su nombre real es Joanna Kulig– baila sobre la barra, se agita la falda, levanta los codos, se muerde el pelo de forma sensual, se tambalea y finalmente cae en los brazos de otro. En dos minutos de canción, como en un cuento de Cortázar, el orfebre que nos narra la historia ha condensado su relato de amor.

La película se titula Cold War, resistirá mucho tiempo en la cartelera, y su director, el polaco afincado en Londres Pawel Pawlikowski, que ya logró emocionarme con la historia de la novicia Ida en la misma Polonia sucia de la posguerra comunista, es un genio, aunque mucha gente en su país le cogiera ojeriza por contarnos que no todos los judíos que murieron en su tierra lo hicieron a manos de los nazis.

COLD WAR (Polonia, 2018) Guión y dirección: Pawel Pawlikowski (Palma de Oro al Mejor Director en el Festival de Cannes 2018. La anterior película de Pawlikowski, Ida, obtuvo en 2014 el Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa). Fotografía en blanco y negro: Lukasz Zal Reparto: Joanna Kulig (Zula), Tomasz Kot (Wiktor), Broys Szyc, Agata Kulesza, Cédric Kahn, Jeanne Balibar.

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