
Ediciones del Oriente y del Mediterráneo. Precio: 22 €
Poemas y fotografías, madre e hija en una conjunción plena y artística: “escritura de la mirada”.
Inspiración y sensibilidad, resultado de su pasión por Oriente.
La fotógrafa y escultora Adriana Veyrat aceptó el reto de su galerista de celebrar el día de la mujer participando en una propuesta titulada «El secreto del bolso». En la imagen que presentó, bajo el título de «El bolso de mi madre», aparecían una muñeca, una estrella y un pequeño libro florentino con un poema. Su madre, la poeta y académica Clara Janés, vio resumidos sus anhelos de toda la vida en aquella fotografía y descubrió que su pasión por Oriente había calado como lluvia fina en la sensibilidad de su hija. De aquella anécdota surgió el proyecto de la obra que ahora pone en nuestras manos Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, tras haber sido antes una edición limitada sobre papel hecho a mano.
Estamos ante un libro de ida y vuelta, incluso en el tiempo, pues literalmente parte de las muñecas japonesas que Clara Janés fue realizando artesanalmente cuando era adolescente, a las que su hija Adriana Veyrat fotografía ahora, transformándolas en visiones oníricas, que después regresan a Clara Janés para que les escriba los delicados versos de inspiración oriental que aquí se presentan, con las estaciones tradicionales del haiku incluidas en su título: El amor y las cuatro estaciones.
Dichas muñecas representan a figuras del Teatro Nô, un tipo de drama musical japonés que desde el siglo XIV se centra principalmente en la narración de historias de palacio o aristocráticas, siempre con un componente de elegante misterio. Son un punto de partida, para la cámara y para la pluma, pues los versos serán «una suerte de escritura de la mirada», como los denomina Alfredo Marcos Paramio en el prólogo, que también cita a la memoria de un espejo, refiriéndose a las fotografías. Del entusiasmo y la fantasía nacen, desde luego, las escenografías en que se disponen las muñecas, que se acompañan de una historia: un breve relato, vinculado al Nô, que coge con cuatro puntadas un ligero boceto para echar por encima de las imágenes una leve gasa narrativa. A partir de esos apuntes, se suceden las impresiones poemáticas sobre ellas, las sugerencias que despiertan en Clara Janés.
Los poemas entran en diálogo con las fotografías y podemos ver un par de ejemplos. Escribiendo sobre el verano y la inquietud: «Por un abrazo / esperaré en silencio / como concha marina / y un solo mar seremos / cuando anochezca». El invierno, la estación de la espera, despierta esta evocación: «Frío es quietud, / frío es silencio / y oír que entre la niebla, / paso a paso, / se acerca el poema». Las creaciones propias de Janés aparecen traducidas al japonés y precedidas de un poema clásico —Matsuo Basho, Dama Sanuki, Issa Khobayashi y Ono no Komachi— escrito en bella caligrafía nipona.
Completa el volumen un texto final de la escritora titulado «Las raíces del loto» que, partiendo de una antigua charla para alumnos de literatura china y japonesa en la Universidad Autónoma de Madrid, ahonda en los influjos de lo oriental sobre su producción poética. Es un artículo interesantísimo para los lectores de Clara Janés, puesto que, mezcladas con anécdotas, nos proporciona algunas claves imprescindibles sobre su taller creativo. En él rastrea su conciencia de Oriente, esa raíz secreta que con rizomas en la infancia ha nutrido libros como Emblemas, Vilanos o Creciente fértil, influido por los rubayat y los juegos conceptuales y fónicos estudiados a través del conocimiento de la lengua persa. Una indagación cuyo resultado incluso sorprende a Clara Janés, llegando a la certeza de que lo oriental es más que un concepto: «un modo de ver y sentir las cosas», una manera de estar en el mundo y de entenderlo. También hace hincapié en los caminos de la India y los últimos por los que transita su obra: la unión entre poesía y ciencia. Un hondo y ameno texto al final del cual sabremos las razones por las que en la fotografía de Adriana Veyrat titulada «El bolso de mi madre» aparecían una muñeca, una estrella y un cuaderno con un poema.