
Nuestro colaborador, el poeta soriano, Fermín Herrero se enfrenta en este poemario a los tópicos amorosos desde la conciencia que impone el paso del tiempo.
Los poemas se degustan lentamente para fijar en la memoria el momento amatorio: la tarde o la noche quedan inmovilizadas.
Es el cuerpo femenino, rendido al poeta, el que aparece en los versos de Fermín Herrero. Es el cuerpo la metáfora del mundo, del fértil campo, y asimismo la inspiración de donde nace el fruto, la creación poética. Para que crezca el fruto es necesario un cuidado casi a diario, como la creación poética, que, sin experiencias vividas y sin un mínimo conocimiento, se hace difícil que florezca. Como el fruto, la poesía no siempre se da, requiere espera (y reflexión). Fermín Herrero se enfrenta en Nunca será bastante (poemas casi de amor) a los tópicos amorosos desde la conciencia que impone el paso del tiempo.
Premio Nacional de la Crítica por su libro La gratitud (2014), galardonado previamente con el «Gil de Biedma». Por su obra Sin ir más lejos (2016) consiguió, después de haber sido premio «Jaén», obtener el Nacional de la Crítica de poesía castellana. Recibió el Premio de las Letras de Castilla y León al conjunto de su obra.
Sin embargo, el escritor soriano es, antes que nada, un infatigable lector, que ha dado, y sigue entregando, muestras de descubrir lo que el ojo no ve, lo que se manifiesta por el conocimiento; lecturas críticas sin descanso.
Nunca será bastante es una compilación de poemas conocidos e inéditos, en los que el amor es indiscutible protagonista, un amor real, experimentado. En su planteamiento el espíritu del libro es de una acertada libertad, conscientemente, en aumento: desde la aventura del deseo distanciado hasta la comprensión del hecho cotidiano.
En los primeros poemas de «Paralaje», dotados de hermosísima musicalidad pero con características narrativas, la pulsión del deseo recae, desde sus inicios, en la mirada, cuando las palabras parecen aún primigenias. El animal que parece dormido, despierta, en medio del campo seco, el sujeto muestra la sed, y el cuerpo, en contacto con el otro, produce el estremecimiento: «Estabas proyectando tu estricta delgadez para intuir la impostura bajo el blanco arrogancia de mis máscaras […] Los ojos todavía intransitivos, pero mirarse era un descanso en los tonos».
Subyace en los poemas del «Cancionero» la emoción derramada pero contenida («No diré lo que tuve en la noche, / lo que perdura»). No se busca el preciosismo estético, sin embargo, la expresión crea una cadencia sonora conseguida por la fluidez que proporcionan los versos de ritmo endecasilábico encabalgados, véase, como ejemplo, en «Alas»: «Una mujer camina sola y disputa al viento / su vuelo de melena invicta. Sea esta la hora / en que salgo de casa / con su perfume bajo el brazo».
El discurso poético de Herrero se plantea como forma de descubrir para descubrirse, de conocer para conocerse. El proceso de identidad es aventurarse en la búsqueda («Buscaba de repente tus pupilas / bajo cualquier manera del asombro») hasta reconocer que uno está enamorado («Amor: reconocer. La búsqueda»). En la comprensión arde la llama («diría lo complejo de comprender, un desasirse / que prende. Nuestro amor»). La prosopografía del cuerpo femenino (pupilas, dedos, manos, pechos, labios…) es armonizada creando un cosmos interiorizado, pleno de acción («Como un niño en el bosque -y más / adentro aún se queda).
Los poemas se degustan tan lentamente para fijar en la memoria el momento amatorio: la tarde o la noche quedan inmovilizadas. Donde esté la contemplación del cuerpo amado que se eliminen las palabras («pretendo que comprendas / sin más que mi silencio es amor»). Para un mayor disfrute es necesario la calma («Una mujer sin prisa me recorre / por la noche cerrada donde / el ardor nos procura»).
El amor se plantea en simbiosis orgánica, donde el entorno natural embellece la unión de los cuerpos («Hemos subido a la sierra»). Sabedor del estado perecedero, se teme a que el tiempo hunda su espada oxidada en la fragilidad de la unión corporal, que el amor convirtió a dos seres en uno solo: «Por mi parte, aunque me ha de faltar / el tiempo, como a todos, sin estar a tu arrimo ya / no sabría qué hacer. También te tengo dentro».
En Nunca será bastante los poemas hilvanan una muestra de amor, que, por supuesto, no es la única. El trazado por los lugares comunes es superado por una línea intimista que se refleja en la satisfacción de la plenitud poética lograda por Fermín Herrero. Una poesía hecha cuerpo, vibrante y estremecedora, donde las palabras están dotadas de una gran capacidad de sugerencia que resuenan por encima del plano íntimo.
CLARA A PUNTO de nieve por tus pechos
la levedad se quiebra en las caderas, escucha
y nunca escucha, se enardece y toma. La cintura
le quema, se abre, hasta enervarse, en el vientre
y exalta mientras tensa. Si con tu boca fuera,
diría lo complejo de comprender, un desasirse
que prende nuestro amor. Mas seamos triviales
por si acaso, la carne acaba. Luego pongamos
que está durmiendo en ti, vuelta de espaldas
una palabra nada lírica, escozor, por ejemplo.
NO TE HE QUERIDO nunca como debiera, te acompaño
en la alegría y te deseo mucho y a veces
te acaricio, es verdad, con ternura, e incluso
te echo en falta a menudo, en cuanto estás
lejos o no te veo y necesito reunir a tu lado
mi silencio, que es nuestro silencio. Me encuentro
a gusto entre tus brazos, tus manías, tal
y como van las cosas. También estás en mí secreta
y aun así sé que no te he querido como tendría
que quererte, que no seré capaz de hacerlo.
(De La gratitud)