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Plásticos: Del amor al odio

Ignacio Gordo

Ignacio Gordo

Actualmente al año llegan a los océanos 8 millones de toneladas de plástico. En diez años esa cifra puede multiplicarse por dos y en treinta años por cuatro. Desde los años 50, después de la II Guerra Mundial, se han producido 8000 millones de toneladas, la inmensa mayoría de los años 70 para acá.

Desde mediados de los años 50 se convierte en el emblema de un nuevo modo de vida en los países más desarrollados, el de “usar y tirar”, responsable de los enormes problemas que provocan los residuos plásticos hoy en día.

La mayoría del plástico producido, se habla de un 40%, se usa una sola vez y se desecha. El tiempo medio que se emplea una bolsa de plástico, sírvanos como ejemplo, es de un cuarto de hora.

Cuando el plástico se inventó hace 150 años llegó como un producto para mejorar la calidad de vida de las personas y el medio ambiente. Hoy nos sirve para manufacturar objetos de lo más diverso, piezas de automoción, tecnología sanitaria, electrónica, objetos de uso doméstico y un sinfín de productos. Es difícil imaginar algún momento de nuestra vida cotidiana en la que no se encuentren presentes. El incremento de su producción es directamente proporcional al crecimiento de la economía ya que su empleo está unido a la demanda de productos de consumo.

Pero cuando se descubrió que a partir de derivados del petróleo se podían producir múltiples clases de plástico y se presentaron innumerables formas de uso comenzó una nueva era, la del “usar y tirar”, y el pistoletazo de salida fue lo barata que podía ser la producción y la cantidad de productos que se podían fabricar. Hoy en día se ha convertido en un residuo altamente contaminante y omnipresente en los mares y océanos, y en general en todas las masas de agua del planeta. Ahora podemos preguntarnos como algo que llegó para mejorar la calidad de vida de las personas se ha convertido en un problema que amenaza la supervivencia de cientos de especies e incluso la salud del ser humano. Producimos demasiados plásticos, tantos que no tenemos capacidad para reciclarlos todos.

Lo que ha sorprendido a los científicos tras los últimos estudios son las ingentes cantidades a las que nos enfrentamos. Un equipo de científicos de la Universidad de Georgia, la Universidad de California y la Sea Education Association ha realizado el primer análisis global sobre la producción y destino de todos los plásticos producidos por el hombre a lo largo de la historia.

El estudio ha sido publicado (2017) en la revista Science Advances y concluye que, a fecha de 2015, se habían generado unas 8.300 millones de toneladas de plástico. De esa cantidad se han utilizado 6300 millones de toneladas. De ellas 5.700 millones de toneladas se han convertido en residuos, de las que 756 millones de toneladas se han incinerado. Así que casi 5.000 millones de toneladas están en el vertedero o en el medio ambiente, sobre todo en el mar. El resto sigue en uso. Si la tendencia en la actual producción de plástico continúa para el año 2050 se habrán producido 12.000 millones de toneladas. Casi la mitad del plástico fabricado desde su invención lo ha sido en los últimos quince años.

Demasiados plásticos. Epicuro

En los años cincuenta la producción era de entre 1,5 a 2 millones de toneladas al año. Durante los últimos cincuenta años, la producción de este material ha pasado de 15 millones de toneladas en 1964 a 322 millones durante 2015, y de 335 millones en 2016 (Informe Plastics Europe 2017). En 2020 se espera que el negocio del plástico mueva en el planeta 654.380 millones de dólares (560.000 millones de euros). Cada minuto —según la consultora Euromonitor Internacional— se compran un millón de botellas de plástico en el mundo, unas 20.000 por segundo. El 95% de todos los envases de plástico se utiliza solo una vez. Las compañías de bebidas fabrican al año más de 500.000 millones de botellas de un solo uso. Muchas terminarán siendo consumidas en escasos minutos a través de una de las 500 millones de pajitas de plástico que se producen todos los días Steve Russell, vicepresidente del área de la American Chemistry Council afirma que “el crecimiento previsto para la demanda de plástico está relacionado, en buena medida, con el desarrollo en las economías emergentes y el aumento de personas con acceso a alimentos frescos, productos de cuidado personal, conectividad, transporte y empleo”.

Así que ¿qué hacer? Reciclamos poco plástico. En EE.UU menos del diez por ciento del producido. A nivel mundial algo menos del veinte por ciento. Así que uno de los problemas a los que nos enfrentamos es la baja tasa de reutilización o de reciclaje de los plásticos producidos. El 50% del plástico se produce en Asia y la inmensa mayoría del residuo gestionado de manera inadecuada también. En un principio el plástico se comenzó a emplear para sustituir a caras materias primas porque cada vez escaseaban más. Pero a mediados de los 50 se comenzó a fabricar de forma abundante y cada vez mas barata. Y llegaron los envases y otros productos desechables. Se producen tantos que es imposible gestionar los residuos. La empresa Coca-Cola produce más de 110.000 millones de botellas al año. Y la inmensa mayoría de ellas terminan en la basura a los pocos minutos de ser usadas.

El mar se ha convertido en el lugar dónde terminan cantidades inimaginables de plástico. Desde hace tiempo es el lugar en el que terminan la inmensa mayoría de los residuos del planeta y por supuesto los plásticos. No se sabe con certeza cuanto plástico sin reciclar termina en los océanos. Uno de los productos “estrella” que más preocupa son las bolsas de plástico. Hace ya veinte años se estimaba que la producción mundial estaba en torno a 500.000 millones de unidades al año, hoy en día se estima que puede situarse cerca del billón.

Según revelaron los trabajos de la expedición Malaspina del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en el año 2010, grandes áreas del océano se encuentran ocupadas por ingentes cantidades de plásticos que se acumulan en cinco grandes áreas del Pacífico, Atlántico e Índico. Estas acumulaciones son el resultado del giro de las masas de agua debido a las grandes corrientes responsables de la circulación oceánica.

Nivati, India. Foto: John Cameron

Para solucionar este problema no queda otra que frenar la llegada masiva y continuada de plástico a los océanos. Su recogida en aguas, en su inmensa mayoría internacionales, es un problema prácticamente inasumible. Pero hay otro peligro acechando cada vez desde más lugares, son los microplásticos. Los plásticos se fragmentan hasta tamaños microscópicos y aparecen en lugares cada vez más insospechados. De los ocho millones de toneladas de plástico que terminan en el mar cada año la tercera parte aproximadamente está constituida por microplásticos. Se llama así a los fragmentos menores de cinco milímetros que en muchas ocasiones son microscópicos. Fueron citados por primera vez a principio de los años 70 en la literatura científica. No ha sido hasta unos años después cuando este nombre comenzó a emplearse, y no fue hasta décadas más tarde que alcanzaron mayor relevancia gracias a las investigaciones de Thompson y colaboradores en 2004. Algunos terminan con ese tamaño al fragmentarse de trozos más grandes. Pero otros muchos ya nacen siendo así de pequeños. Cuando se liberan de la goma de un neumático, del gel que empleamos en una ducha, de algunos de los tejidos de la ropa con la que nos vestimos (y que lavamos regularmente) o de las pinturas con las que se recubren innumerables superficies (incluidos nuestro hogares). Hoy por hoy se desconocen en gran medida los efectos que estos microplásticos tienen sobre los pequeños microorganismos que viven en el agua y que se sitúan en la base de las cadenas alimentarias de los seres acuáticos. No se sabe cuanto tiempo tarda en degradarse el plástico a nivel molecular. Lo que si sabemos es que afecta a la biodiversidad, sobre todo a la marina que es donde terminan la mayor parte de los residuos plásticos. Algunos de los daños son claramente visibles, animales enganchados en aros de plástico, o ahogados en redes de pesca abandonadas como fantasmas en el océano o muertos cuando sus estómagos acaban llenos de fragmentos de plástico de diversa procedencia, pero en otros muchos casos los daños son invisibles porque son ingeridos por microorganismos marinos, sirviendo de soporte a colonias bacterianas o ingeridos por gigantescas ballenas y desconocemos hasta dónde y durante cuanto tiempo puede permanecer en el ambiente. Además lo que preocupa a los científicos no es tanto la ingesta de plásticos en sí, porque se sabe que se excretan por parte de numerosos microorganismos, sino el papel que los aditivos químicos, que habitualmente se añaden a los plásticos para proporcionarles determinadas cualidades, pueden jugar en el metabolismo de los organismos a los que llegan.

Llevamos años escuchando que el reciclaje puede solucionar el problema de los residuos en general, incluidos los plásticos. Pero la realidad es que la solución ha de pasar por un compromiso en producir menos plástico. Hoy por hoy la tasa de reciclaje de plástico es muy inferior a la de otros materiales y presenta dificultades por presentarse junto con otros materiales. ¿Estamos dispuestos a vivir con menos plástico?

Por eso algunas voces comienzan a plantear la necesidad de terminar con las bolsas de plástico y después con las botellas desechables. Y es que el problema no reside tan solo en los usuarios que se encuentran en ocasiones en países con sistemas de recogida de basuras absolutamente ineficientes sino que es también una responsabilidad de aquellos que fabrican envases o plásticos desechables en ocasiones imposibles de reciclar como es el caso de los pequeños sobres en los que se envasa desde ketchup hasta gel o champú, pasando por café, dentífrico o crema de afeitar, de los que se fabrican decenas de miles de millones al año.

Nuestra relación con los plásticos puede parecer un viaje del amor al odio desde su descubrimiento hasta el momento actual, pero la realidad es que forma parte indisoluble de nuestras vidas. ¿El futuro? Parece que apunta un horizonte de esperanza. Distintos países y grandes compañías se suman de forma creciente a un futuro sin bolsas de plástico u otros productos desechables o bien anuncian que en un futuro próximo acabarán con el uso de envases plásticos y estos serán absolutamente reciclables y compostables. Pero hasta entonces y mientras no se restrinja la producción, la solución pasa por una mejor recogida y una mejor gestión para evitar que termine tirada por cualquier lado.

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