El escritor se lo merece, sin duda. Sin embargo, hay quienes piensan que el ser humano que hay detrás del escritor merece que se lo retiren.
La voz de los disconformes retumba más que la de los que están de acuerdo.
Hay premios literarios que son mucho más que premios y van más lejos de la mera imposición del galardón al afortunado o la afortunada y la no tan somera rentabilidad económica del mismo. La polémica no avisa, aunque a veces es fácil de predecir. Espera agazapada en un rincón y aprovecha el menor resquicio para colarse y proceder como elefante en cacharrería.
Si el premio en cuestión es el de la Academia Sueca, el Premio Nobel, la polémica suscitada adquiere dimensiones casi globales. El fallo de la edición del año 2018 se suspendió por un escándalo sexual derivado de la edición anterior; lo que ha supuesto que el galardón correspondiente a ese año se haya concedido hace unos días a la escritora polaca, Olga Tokarczuk.
Un año de retraso que ha permitido comprobar que la seriedad y el buen criterio que se presume en Instituciones como la sueca, pueden en cualquier momento verse comprometidos por la polémica. Una situación de la que suelen huir para preservar su imagen pública, sobre todo cuando hay grandes sumas de dinero en juego.
El Premio Nobel de 2019 ha recaído en el escritor austriaco Peter Handke y la polémica no se ha hecho esperar; las voces contra el escritor han atronado pidiendo que se le retire el galardón. Su argumentación tiene que ver con la postura pro-serbia en la guerra de los Balcanes y su asistencia, con discurso incluido (por cierto, si no recuerdo mal, de marcado tinte humanista, si bien con alguna desvariada salida de tono), al entierro del conocido como “carnicero de los Balcanes”, Sloboda Milosevic. Muchos, entre los que me encuentro, por otra parte, opinan que el fallo del jurado de los Nobel ha hecho justicia y su argumento principal es el poderoso mundo literario que Peter Handke ha ido forjando durante más de medio siglo.
Surge aquí la eterna cuestión de la entidad humana y ética del artista que expone públicamente sus opiniones, sus creencias, sus emociones, sentimientos, condición sexual e intimidades de distinto cariz. Es bien cierto que no se puede separar al escritor, sobre todo si, como Handke, pone el alma en todo lo que escribe y a disposición de la búsqueda que emprende en cada libro, de la persona que está detrás de la palabra y de la palabra que sustenta la identidad de la persona. Pero no lo es menos que la calidad y altura literaria de un autor merece que se establezca una dicotomía que, al menos, invite a la reflexión. De lo contrario, muchas obras que están y estarán en la historia de la literatura habrían de arder en una pira por mor de la idiosincrasia y proyección pública de su autor.
Me congratulo, así pues, de que, más allá de sus opiniones políticas, que tantas veces torpedean el talento y el ingenio de los artistas de cualquier rama, el Premio Nobel de este año en el apartado de Literatura lo haya conseguido un autor que ha figurado durante los casi cuarenta años que llevo leyendo sus novelas y viajes, siempre con admiración y buen provecho, entre mis preferidos. Muy pronto aprendí a no juzgar, ni mucho menos prejuzgar, comportamientos sin conocer el verdadero origen de los mismos: su esencia. También a disfrutar de lo que nos ofrecen la Cultura en general y la Literatura en particular, cualquier manifestación artística en definitiva, sin pensar si la sombra que hay detrás es más blanca o más negra, si el autor del libro se corresponde con mi canon social y sus ideas coinciden con las mías. El buen criterio y la personalidad de cada deberían basta para poner coto a la influencia de las malas ideas, en caso de que las hubiera.
Sé que esto no es fácil y que hay muchos casos que lo contradicen y no tan lejanos; pero así mismo sé que, no por eso, debemos desperdiciar los buenos momentos que nos procuran los buenos libros. Lo del Premio Nobel creo que, incluso para el propio Handke, es secundario.
Por cierto, si no han leído al escritor austriaco afincado en Francia, os recomiendo Desgracia impeorable, escrita pocos días después del suicidio de su madre. Me lo agradeceréis.