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Nuestra mala conciencia

Fermín Herrero

Fermín Herrero

La avería. Friedrich Dürrenmatt.
Periférica. Precio: 9 €.

Escrita en 1956 y llevada varias veces al cine y al teatro, esta novela breve del suizo Friedrich Dürrenmatt es el el primer libro de la nueva colección de la editorial Periférica: “Serie menor”.

Dürrenmatt atiza en esta novela a quienes utilizan la novela como pretexto para contar cosas sobre sí mismos.

Asocio en el ya destartalado almacén de mi memoria al escritor suizo Friedrich Dürrenmatt, no sé muy bien por qué, con los albores de mi juventud, que se estrenaba en aquellas sesiones, a veces iniciáticas, en ocasiones tediosas, de los fórum de los cineclubs. Tal vez, pienso ahora, tenga relación con algunas amistades muy aficionadas al teatro de arte y ensayo y enfrascadas siempre en sus montajes, difuminadas en el tiempo, que llevaban el veneno, cómico o dramático, en vena, a la vida real, con los primeros encontronazos y revelaciones subsiguientes en los ritos de paso. Sin duda, Dürrenmatt era, para todos, un secreto a voces, un dramaturgo de culto, como Brecht o Ionesco, menos conocido que otros, pero justo por eso más apreciado aún.

La avería, novela breve que ha sido  llevada al cine, por cierto, en varias ocasiones, una de ellas, muy celebrada, por Ettore Scola y adaptada a las tablas con su instinto infalible, de manera soberbia, hará como una década, por la portentosa Blanca Portillo y un elenco magnífico de actores, fue escrita en 1956, más o menos en la época de sus grandes obras teatrales como Los físicos o La visita de la vieja dama. Está dividida en dos partes muy desiguales entre sí, pues la de partida no llega a media docena de páginas y en realidad hace las veces de antesala introductoria del argumento, mediante una reflexión metanarrativa a la que da pie a su vez una pregunta, retórica según van los tiempos con lo de la muerte de la novela y demás: «¿Acaso sigue habiendo historias posibles, historias para escritores?». El autor considera sin embargo que sí, siempre y cuando el novelista, a la manera tradicional, se enfrente a su historia y a su temática «como el escultor a sus materiales trabajando y desarrollándolos», acomodándolos a la coyuntura contemporánea sin metafísica ni religión, abocada al materialismo y la primacía absoluta de la técnica.

En el desarrollo de la historia propiamente dicha Dürrenmatt despliega, en consecuencia, un arsenal de recursos de narratividad de índole teatral, pues ya en el falso proemio atiza a quienes utilizan la novela como pretexto para «contar cosas sobre sí mismos, universalizar su ego de una manera romántica o lírica». Ni que decir tiene que esta declaración de principios, de entrada, lo sitúa en los antípodas de la plaga posmoderna, cada día más en boga, de la autoficción.

Todo parte de una enojosa interrupción en el mecánico e infalible decurso del mentado engranaje controlado por la técnica en el que nos integramos y movemos para pasar alegremente habituados por el mundo: la avería de un auto, en este caso el del protagonista, un señor «empleado en la industria textil» que se apellida Traps, o sea, trampa o engaño. Ante la perspectiva de una reparación larga, el viajante ascendido a representante general decide hacer noche en un pueblo cercano, bucólico y apacible, con la vaga esperanza de que el azar le proporcione, como en otras oportunidades, algún escarceo sentimental o aventurilla que oxigene su rutina.

Nada más lejos de su porvenir, no obstante, al que el lector asiste entre asombrado y perplejo en primera instancia y tocado cada vez más en su conciencia a medida que avanza, casi podría decirse que se despeña, la trama. No sólo su deseado plan se va al garete de antemano, sino que a cambio se ve envuelto y tiene que asistir y actuar en una representación que, aun con apariencia de agradable divertimento como aderezo de un festín, desde el principio nos retrotrae, salvando las distancias, a El proceso kafkiano.

La demorada escena dramática en forma de narración que, salvo por los detalles de la vida corriente del momento parece escrita ayer y no a mediados del siglo pasado, se desliza entre bromas y veras, en una turbia atmósfera de vapores etílicos, hacia los abismos de la condición humana, porque nadie es, somos, inocente («No hay nadie que sea trigo limpio»). Hasta el desenlace lógico y tajante se nos muestra al protagonista, que podría ser cualquiera de nosotros, sin escrúpulos ni cortapisa moral de ningún tipo, como víctima de una civilización en quiebra, a merced de la ambición y la ley del más fuerte, dispuesto de forma disoluta a competir y emprender la conquista social y laboral a costa de lo que sea.

Con este pequeño y gran relato trágico que apela directamente a nuestra conciencia, inicia la editorial Periférica el lanzamiento de una nueva colección, «Serie Menor», que supone, en palabras de los responsables, «a la vez un guiño a nuestros comienzos y el resultado de la decantación de nuestro gusto: una defensa de la literatura ‘termita’, que no es menos poderosa por ser más diminuta. A la vez que novelas y cuentos, crónicas autobiográficas, ensayos o textos híbridos de las más diversas disciplinas, estas obras de formato cómodo también son, a su manera, pequeños tratados de una gran sabiduría vital, inagotables, destinados a perdurar, breves libros prácticos con una larga resonancia artística». Deseamos lo mejor a esta espléndida iniciativa, máxime en estos tiempos pandémicos tan duros para el libro y cuanto lo mima y rodea.

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