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Nativel Preciado

Aurelio Loureiro

Aurelio Loureiro

El rey, Alfonso XIII, era un obseso sexual. Encargaba y consumía pornografía a la carta, con sus amigos y sus amantes.

Durante los locos años veinte, las mujeres vivieron un espejismo de libertad. Se liberaron del corsé que las oprimía física y mentalmente.

Einstein era un seductor al que, según los testimonios que dejaron escritos sus amantes, no había manera de resistirse.

Es difícil hablar de Nativel Preciado y renunciar a los tópicos que se escriben sobre ella y que, lejos de la acepción peyorativa del término, ayudan a conocer y entender su trayectoria profesional y personal. Una trayectoria en la que no falta de nada: actividad política, periodismo, libros, novelas…

Nativel es muy conocida y, gracias a su presencia constante desde hace muchos años en los periódicos y en la televisión, también lo es en ámbitos alejados, en principio, de la literatura. Quizá por eso, sus libros llevan el marchamo de “querer llegar” a múltiples horizontes y atraer hacia su narrativa a la mayor cantidad de lectores.

Y no hablo de una posible adscripción al género del best-seller, si es que éste fuera un género literario. Se trata de la necesidad, impresa ya en su oficio de periodista y comunicadora, de contar historias con la misma eficacia con que lo haría en su faceta periodística; pero sin perder esa otra eficacia que surge de la pulsión narrativa, el estilo literario y la imaginación. De ahí el esmero de contar las cosas con la mayor sencillez; nada sencillo de conseguir cuando lo que se cuenta suele ser farragoso: la realidad lo es.

La autora de El nobel y la corista (Espasa) es un buen ejemplo de que se pueden conciliar, perfectamente, la labor literaria con la información política, el debate social y otras inquietudes, como el deseo de igualdad para la mujer. La vida, por suerte, no se para en un solo lugar, no se estanca, y se puede ser activista de muchas maneras.

Dice Manuel Rico en su reciente libro, El escritor a la espera (Punto de vista editorial), refiriéndose al mayo francés del 68: “Llegué tarde al 68; llegamos tarde a todo”. Es una cuestión generacional; los que nacimos en la década de los cincuenta, tenemos esa sensación de haber llegado tarde a todo. Sin embargo, tengo la impresión de que Nativel Preciado llegó a tiempo a todo y no fueron pocos acontecimientos los que tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo pasado. Tenía veinte años cuando en París se encendió la luz de la libertad. Asistió a la condena de la dictadura, a la Transición Española, a la lucha por la igualdad de la mujer, al orgullo gay y a otros muchos acontecimientos que nos han empujado hasta donde nos encontramos ahora; todavía con la resaca de la inauguración de un nuevo siglo. Nativel nos lleva ventaja.

Este nuevo siglo, del que hemos utilizado ya casi un cuarto, nos ha traído acontecimientos renovadores, la evolución sigue su marcha implacable, las nuevas tecnologías son objeto y sujeto de nuestra  configuración personal y la lucha por la igualdad de la mujer alcanza ya a muchos hombres que ven en ella, además de justicia, progreso.

No es raro, por lo tanto, que surja la tentación de volver la mirada a cien años atrás, cuando, salvando las distancias y las condiciones,  se respiraba un aire parecido, ganas de libertad, ilusión por un mundo mejor, reivindicaciones, igualdad para la mujer. La Belle Époque llegó después de la primera guerra mundial y la revolución bolchevique en Rusia. París era una fiesta y allí coloca Nativel Preciado el epicentro de la narración.

El motivo del relato es la búsqueda de la verdadera identidad de una antepasada, abuela y bisabuela, respectivamente, de la nieta y biznieta que protagonizan la búsqueda. Búsqueda que provoca la aparición de unos documentos en la casa de la mujer cuando sus herederas deciden vaciarla y venderla. La bisabuela era corista y, por lo que se adivinaba en los papeles (incluida una carta de la propia interesada) había sido amante del rey Alfonso XIII y se había acostado con Einstein en su visita a España en 1923. ¿Realidad o ficción? Qué más da, si todo es verdad.

Lo importante es que la inmersión en el pasado cambia, inexorablemente, la vida de quienes buscan y estas mujeres cambiaron mucho, así como su perspectiva del mundo. Pero para saber qué cosas cambiaron hay que vivir su aventura o leer su aventura. Un guiño a la mujer y a sus posibilidades.

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