Si supiésemos latín no habría crisis (Javier Fernández Aguado).
¿Aceptar la mediocridad o tratar de alcanzar cotas superiores de realización personal?
La palabra MEDIOCRE procede del latín Mediocris (medio, común, mediano, ordinario), que se considera por muchos un compuesto de medius (medio, intermedio, central) y ocris, una palabra que significa montaña, así mediocris significaría en origen, el que se queda a mitad de la montaña, el que está a media altura.
Aunque la palabra mediocre se ha vulgarizado en tono despectivo, significando según la propia RAE en su segunda acepción: “De poco mérito, tirando a malo”.
Antes de nada voy a explicar el gráfico porque parece que la montaña está invertida, pero no es así.
La vertical de la montaña representa el grado de desarrollo del talento, pero en su ascensión “la panza” se produce a media altura que es dónde se acumula más gente, porque en la cima hay que sacrificarse más y asumir también más riesgos y a veces el vértigo que produce esa altura, que no es sino, realmente, el miedo, transforma a personas con talento en personas MIEDOCRES (está bien escrito), es cierto que dentro de la mediocridad hay niveles de mayor y menor mediocridad, según se vaya ascendiendo.
Por cierto, recuerdo una ponencia del profesor y maestro Javier Fernández Aguado en la que decía que si supiésemos latín no habría crisis, porque si realmente supiésemos el significado etimológico de las palabras quizás lo aplicaríamos más adecuadamente; así, por ejemplo, compañía (en el sentido de empresa) viene del latín cum-panis compartir el pan y Administración Pública del latín ad-ministrare, servir hacia el público, y la propia mediocre que ya hemos visto antes; ¡a ver si tomamos nota!
Bueno a lo que vamos.
Conviene comentar que el talento, dicho de manera simplista, es invertir tu inteligencia de la mejor manera para conseguir los mejores resultados; es decir, detectar aquello que te gusta y apasiona, aplicar tus capacidades en ello e ir mejorándolas con el aprendizaje para llegar a conseguir tu máxima realización personal, tu mejor versión y, que conste, todos tenemos talento para algo.
Por lo tanto no identifico el talento como ser el mejor en una disciplina, sino en aplicar tus capacidades en algo de manera que consigas un grado de desempeño por encima de la media y que además te guste.
En las organizaciones, lo primero que tenemos que hacer es tomar conciencia objetiva del nivel de talento que tiene la organización y al que quiere llegar, porque si no es así, en muchas ocasiones estaremos gestionando con esfuerzo y dedicación la mediocridad, creyendo que estamos en la cima, cuando en realidad no hemos pasado del primer campo base, y si gestionamos mediocridad lo que obtendremos no tiene por menos que ser mediocre, y claro están el mercado, los clientes, los resultados, los stakeholders, que ponen a cada uno en su lugar y luego nos preguntamos ¿por qué si me estoy esforzando y lo estoy haciendo bien?. Este valor que otorgan el entorno y los resultados, si no lo consideras aceptable, debe ser el indicador del cambio en la organización.
Una vez concienciados, tenemos que pasar a la acción y ver si tenemos en nuestra organización los mecanismos adecuados para detectar talento y aportar los medios para que ese talento se desarrolle en grado superior y promocionarlo al resto de la organización para que contagie y se expanda. Con ello conseguiremos a través de nuestra cultura corporativa que se perciba de manera práctica que nuestra organización apoya e invierte en talento, y recordemos que el talento atrae talento.
Si por el contrario practicamos un liderazgo que no favorece que ese talento aflore, penalizamos el error y hacemos que impere la política del miedo. Como he dicho antes, estaremos convirtiendo personas con talento en miedocres, y por ende a la empresa en una organización mediocre.
Al mismo tiempo hay que identificar ese talento también fuera de la organización e intentar captarlo para que aporte y se desarrolle y baje nuestro nivel de mediocridad.
Para ello los jefes tienen que convertirse en auténticos líderes y no tener miedo de rodearse de gente con potencial y talento.
Cuando ya estemos en la zona de menos mediocridad habremos dado un paso muy importante para abordar la cima de la montaña y dejar de gestionar mediocridad para empezar a gestionar excelencia a través de una organización con un grado de desarrollo del talento superior.
En el plano personal, pasa algo parecido.
El reto y el esfuerzo que supone tomar decisiones, encontrar nuestra mejor versión, enfrentarnos al fracaso, los errores y la crítica social, ser proactivos, creativos, asumir riesgo…. hace que practiquemos en muchos casos un autoliderazgo presidido por el miedo y la autocomplacencia, a lo que se solemos llamar falsamente practicidad, convirtiéndonos en un@ más del montón, vamos, en mediocres.
Pero no todo es culpa nuestra. Hay un gran legado de nuestra educación basada en penalizar el error que realmente supone un lastre importante, pero esto será objeto de otro artículo.
No obstante como ocurre en las organizaciones lo importante es tomar conciencia, saber en el nivel de desarrollo en el que realmente te encuentras y cuál es tu potencial, y, ante esto, tienes dos opciones: aceptarlo e intentar ser feliz en ese nivel en el que estás o no aceptarlo y superarte buscando cotas más altas de realización personal y felicidad. Lo importante es que seas coherente con tu decisión, porque en la vida hay que decidir y cada uno es libre de sus decisiones, pero no es libre de las consecuencias de sus decisiones, sino responsable de ellas.
La fórmula para salir de la mediocridad es tomar conciencia a través de indicadores tales como: resultados mejorables y acciones poco efectivas, búsqueda de un estímulo/ayuda que te movilice a la acción para cambiar, humildad para aprender, enseñar y rodearte de gente en grado de desarrollo superior y valentía para gestionar el miedo y afrontar y desarrollar tus retos….y sin darte cuenta ya estás ascendiendo hacia la cima.
Tú decides, ¿panza o cima?…
…pero recuerda que si estás en la media, eres mediocre, porque mediocridad viene de media.