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Marta Robles

Aurelio Loureiro

Aurelio Loureiro

La mala suerte, Espasa, es la última novela de Marta Robles, conocida por su trabajo en televisión; pero, sobre todo por su incansable investigación de las cosas y los sucesos que ocurren a nuestro alrededor. La maternidad subrogada es sólo la punta del iceberg de una amalgama de asuntos propios de la novela negra.

Epicuro: En el epílogo de La mala suerte te haces una serie de preguntas que parecen sintetizar la trama de la novela y, a la vez, que tratas de traspasárselas a los lectores. ¿Esas preguntas te las hiciste antes o después de terminar la novela?
Marta: La pregunta general me la hice antes de comenzar la novela, otras al acabarla. Creo que cualquier novela que merezca la pena deja un poso en la memoria e invita a la reflexión. Y es lo que he intentado en La mala suerte. Si al final de la novela escribo esa reflexión propia, es porque considero que es preciso que entre todos le prestemos la atención debida a un asunto esencial, que no se nos debe de ir de las manos. A lo largo de la propia novela voy ofreciendo información para que sean los propios lectores los que saquen sus conclusiones, pero me parecía necesario hacerles partícipes de algunos datos más, al finalizarla, que no incluí en la narración para no entorpecerla y que conducen a determinadas preguntas.

E: Si fue antes de empezar a escribir ¿resolviste alguna de ellas o la resolución está en la propia novela?
M: La resolución no está en la novela, pero sí están muchas respuestas a las preguntas que planteo. O al menos, la información pertinente para que cada cual las responda como considere.

E: Si fue después ¿crees que compartirlas con los lectores te ayudará a comprender mejor sobre lo que has escrito?
M: Creo que yo sé bien lo que he escrito. Mi intención era que los lectores también supieran que existe una realidad que nos atañe a todos y que muchos, seguramente, desconocían.

E: Los asuntos que tratas en esta novela son de rabiosa actualidad. ¿No temes que te achaquen introducir la ficción en una realidad que parece inconmovible?
M: No estoy tan de acuerdo. Creo que las desapariciones, los malos tratos, los abusos, las angustias en la adolescencia y la obsesión del ser humano por controlar la reproducción están en su historia desde siempre. Lo que yo incluyo, eso sí, son apartados de estos asuntos que relaciono con lo que sucede en la actualidad.  Y eso es algo habitual en la literatura. Sin ir más lejos el propio Sthendal partió de una sentencia de tribunales –que incluye al final de la novela-, para escribir Rojo y negro, una obra magna de la literatura. Cualquier novela, no ya de género negro, sino simplemente costumbrista es un reflejo de la sociedad que retrata en sus páginas. En la negra, además, suele haber una voluntad de denuncia, de señalar con el dedo, como yo he hecho.

E: El género negro, sin duda, es un método, que, además, se apoya en una investigación, aunque ésta tenga mucho de imaginario. ¿Cómo manejaste los tiempos y las cuotas que correspondían a la realidad, por una parte, y a la ficción, por otra?
M: Siempre digo que las novelas tienen que ser verosímiles, no reales. Para que esa verosimilitud sea contundente yo trufo la ficción de escenarios reales e incluso de algunos nombres o historias conocidas y también reales que hacen que esas partes del relato sean reconocibles para los lectores. Y por supuesto, introduzco datos reales que le den peso al asunto concreto que planteo, tratando de que no sean excesivos. Todo lo demás es ficción pura y dura.

E: ¿Pensaste en algún momento que podías quedarte en un estudio meramente sociológico?
M: Pues no, la verdad. Los ensayos, o los estudios son otra cosa que no tiene nada que ver con lo que yo he escrito. De hecho, esta novela tiene bastante complejidad desde el punto de vista literario. La técnica a la hora de narrar es imprescindible. Y en el caso de la novela es vital. Hay quien plantea historias con inicio, nudo y desenlace y se queda satisfecho. La estructura de la novela es algo más. Y creo –eso me dicen, desde luego- que la estructura de La mala suerte es bastante sólida y está muy alejada de la de un “estudio meramente sociológico”.

E: El tono de denuncia de una sociedad donde son posibles estas cosas de las que trata la novela, la desaparición de jóvenes y la maternidad subrogada en cualquiera de sus formas, está claro. ¿Crees que has logrado transmitir todo lo que pretendías con la novela?
M: Las desapariciones de niños, jóvenes o adultos existen en todas las sociedades desde que el hombre es hombre. Y, curiosamente, la maternidad subrogada, también, aunque desde otro concepto. En la antigüedad no había técnica para hacerlo como se hace ahora, pero si se fecundaba a mujeres fuera del matrimonio para quedarse luego con el hijo que naciera. Y la respuesta es sí: lo que yo pretendía con esta novela es que hubiera una reflexión sobre los límites de la maternidad y la paternidad y, a tenor de lo que me cuentan los lectores, lo estoy consiguiendo.

E: El investigador privado Toni Roures, testigo de muchos casos de maldad implícita y de extorsión,  aunque se implique en cierta medida, emocionalmente, en los hechos que investiga, se limita a constatarlos y descubrir a los responsables. ¿Cuál es la implicación de la escritora en los mismos?
M: Tony Roures es un ex corresponsal de guerra. Y sí ha sido testigo de ellos en las guerras, igual que también ha visto como el ser humano se puede convertir en una completa alimaña. Él investiga los casos, intenta resolverlos, se implica emocionalmente y luego continúa su camino. Evidentemente no es a él a quien le corresponde arreglar el mundo. A mí me encantaría arreglarlo, pero me temo que yo solo puedo poner mi granito de arena desde mi trabajo como periodista y como escritora. Y eso hago.

E: La novela es también, a mi parecer, una llamada de alerta hecha en el límite entre lo «legal» y lo delictivo. Desde un punto de vista ético, casi todos convendríamos que lo que se cuenta, más allá del secuestro y la tortura, es de muy dudosa licitud. ¿Pero desde la moral, nublada por una naturaleza demediada, es reprobable utilizar todos los recursos posibles para llegar a la ansiada maternidad?
M: Supongo que, en abstracto, nadie que sea una “buena persona” considera lícito pasar los límites y hacer cualquier cosa para ser padre o madre; lo curioso es que cuando uno se encuentra en esa tesitura empieza a justificar cosas que, de otro modo, no habría aceptado de ninguna manera. Y lo más grave es que parece que el límite entre lo legal y lo delictivo es bastante difuso.

E: El debate está en la calle y en los medios de comunicación. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
M: Mi opinión es que necesitamos regular todas las vertientes de la  reproducción. Creo que sólo nos fijamos en la maternidad subrogada, pero la propia fecundación in vitro y  las donaciones de óvulos y esperma requieren un análisis más exhaustivo y sin duda una regulación estricta. En realidad, todas las formas de ser padre o madre deberían de estar lo suficientemente controladas como para garantizar los derechos de los hijos. Incluyendo la adopción, desde luego. En torno a la maternidad y la paternidad –incluso a la biológica- hay un enorme negocio. Y esto no es de ahora, es de siempre. Ha llegado el momento de prestarle la atención debida y regularlo de verdad.

E: Para una periodista, acostumbrada a seguir de cerca las noticias, los debates, las investigaciones ¿qué significa crear personajes y situaciones cuya encarnadura ya existe en la realidad?
M: Eso es algo habitual entre los escritores. Insisto en que la ficción no tiene que ser real, pero sí verosímil. Cada personaje que yo creo no es real, no es un hombre o una mujer en concreto que yo haya visto o conozca, pero si tiene rasgos reales que lo vuelven creíble.  Ha habido escritores que para construir un personaje con problemas mentales se han internado en un manicomio; eso no significa que el personaje en cuestión que luego describen sea idéntico a alguno de sus compañeros de centro,  sino que tiene alguna de sus características más destacadas. Si mañana yo quiero contar la historia de alguien que sufre una enfermedad rara, me tendré que documentar de los síntomas etc., si no lo hago la historia carecerá del rigor necesario como para resultar creíble.

E: ¿Existe la maldad o un sálvese quien pueda?
M: De esa pregunta podrían escribirse varios ensayos y alguna novela. Lo único que yo sé es que cuando hablo con gente que ha estado en el límite o que ha sido testigo de situaciones límite –la guerra por ejemplo- sabe que el ser humano puede reaccionar en esos momentos convirtiéndose en un gran héroe o en el peor de los villanos. Yo pienso que nadie es malo del todo o bueno del todo y que todo tiene que ver con sus circunstancias. Con dónde nazca, cómo sea su familia, sus condiciones de vida y, sobre todo, de quién se enamore.

E: Roures, detective culto, atípico e incómodo. ¿En qué se diferencia de la nómina de detectives que engrosa la literatura?
M: Roures tiene sus particulares señas de identidad. Sus libros, su música, su manera de ver la vida, su escepticismo, su sentido del humor… Pero quizás su rasgo distintivo es que como él, que sufre tantas y tan agudas migrañas “Yo soy adicto a los analgésicos y, como mucho, a la lealtad”

E: ¿Hay alguien que pueda escapar de los deseos imposibles?
M: Esperemos que no. Tener deseos imposibles hace que sigamos soñando.

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