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Magia poética

Antonio Manilla

Antonio Manilla

El sindicato del crimen. Eligio Rabanera – Ana Eire.
Renacimiento. Precio: 11,90 €.

Veintisiete años después vuelve a editarse el libro de Eligio Rabanera, que denuncia un presunto sindicato del crimen de poetas aupados por las componendas del poder.

Eligio Rabanera no consiguió su objetivo, acabar con una mafia poética, pero resultó un infalible detector de magia poética.

Un libro como El sindicato del crimen quizá solo se haga comprensible para los más jóvenes con el texto introductorio de Ana Eire que se añade a la edición cuasi-facsímil del original publicado ahora hace veintisiete años, en 1994, un prólogo que viene a poner en su lugar la «antología poética dominante» que, firmada por un desconocido Eligio Rabanera, pretendía «desenmascarar a una mafia poética para que el público rechazara sus malas artes». A un grupo de poetas, decía, que «sin disponer de un nivel poético ni siquiera mediano, se ven aupados al prestigio gracias a una serie de componendas con el poder, ya sea mediante el control editorial, tanto público como privado; ya mediante la manipulación de premios institucionales, ya mediante su capacidad de influencia en los mass media». Se trataba    —y así se recibió— de una parodia apócrifa autodefensiva que, haciendo hincapié en lo grotesco de ciertas críticas, las desactivaba por la vía de la bufa y lo hiperbólico.

El contexto en el que apareció era el de mediados de los noventa, con un debate constante en la república de las letras sobre la pertinencia o no del giro que había planteado lo que se denominó poesía de la experiencia, con antecedentes ya desde los ochenta: un regreso al lenguaje poético de la vida corriente, tras la dinastía extranjera novísima que pretendía perpetuarse a través de una neovanguardia que también tramaba sus propias operaciones hegemónicas. Eran pocos los que en aquella coyuntura con tintes bélicos de carlistada se planteaban lo único que en realidad importaba, la obra, fuera del marbete bien de la poesía de la diferencia, del silencio, de la nueva sentimentalidad o de la poesía de la experiencia. La guerra de guerrillas ponía el blanco en el «enemigo» y las escaramuzas intelectuales iban de revista a revista y se cruzaban proyectiles de diario a diario, llevando el antagonismo a una especie de lucha por un poder más imaginario que verdadero, pues cada tendencia tenía sus cauces de expresión, sus foros y sus lectores, en cualquier caso, completamente ajeno a la literatura propiamente dicha.

Lo innovador en esta falsa antología de combate fue sin duda el prólogo de Eligio Rabanera titulado «Poesía española contemporánea: El discurso impermeable (O dominar por dominar)», en el que, dando la vuelta al calcetín mediante la ironía, la denuncia sobre los poetas «dominantes, clónicos y oficiales», de obra y nombres perfectamente intercambiables, se torna caricatura del crítico y su discurso petulante y vacuo, victimista y agresivo a la vez. Un ataque en toda regla a la línea de flotación contraria bajo el disfraz de una feroz crítica empleando los argumentos y la visión del «postergado», que aspira a desenmascarar un engaño literario y a poner en evidencia, mediante la exposición pública de sus versos, a los autores que militaban en lo que denominaba la «estética de la aberrante domino-serialización» de la oficialidad poética nacional. Tuvo tanto éxito que la publicación por parte del antólogo de un documento crucial de los conspiralíricos, nada menos que una circular interna dirigida a todos los «estrictos dominantes» de la secta, informaba que la aparición de El sindicato del crimen había supuesto la «fulminante destitución del Comisionado para el Control de Antologías».

Bromas de época aparte, por lo que aún tiene suficiente interés como para reeditarse esta antología es el innegable acierto que el pobre Eligio Rabanera —falleció nonato antes de verla publicada— tuvo en la elección de los antologados. Como sostiene la profesora Ana Eire, «perdió su guerra poética, pero supo identificar a los que hoy son grandes poetas contemporáneos». Aunque solo representados con un poema, podemos leer a un total de casi cincuenta autores con varias lenguas representadas y que, después de tantos años, dan fe de su gran olfato crítico. Felipe Benítez Reyes, Luis García Montero, Joan Margarit, Luis Alberto de Cuenca, Andrés Trapiello, Eloy Sánchez Rosillo, Abelardo Linares Ramiro Fonte, Jon Juaristi, Luis Antonio de Villena y José Luis García Martín por citar nada más a los más conspicuos. Pocas antologías, como esta, pueden contar sus apuestas por aciertos. Eligio Rabanera no consiguió su objetivo, acabar con una mafia poética, pero resultó un infalible detector de magia poética.

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