Detrás del documental Aute Retrato está la polifacética obra artística de un ser humano que se agiganta década tras década en nuestra memoria cultural.
La obra de Luis Eduardo Aute es coherente e indisciplinada a un tiempo, ensimismada en su acción, atenta en su intención de hablar de este mundo al revés.
En el año 2015 el cineasta Gaizka Urresti no contaba aún con el convencimiento suficiente de un artista a quien propuso hacer una película sobre los cincuenta memorables años de toda su carrera. Desde la humildad que le ha caracterizado siempre, no se sentía merecedor de materializar propuesta semejante. Pero la luz del artista es tan alargada que ciega maravillosamente a tantas generaciones que siguen creciendo con él, y ya era hora de que el colosal edificio construido por las manos y la palabra de un Genio hecho hombre, se hiciese aún más visible al mundo.
Tras darle varias vueltas, finalmente sucumbió el mayúsculo Artista, se animó el venerable Animal, y hoy se puede ver en la gran pantalla el largometraje documental con el elevado nombre que lleva por título: Aute Retrato. Una muestra cinematográfica formidable (2019) con la que desde nuestra butaca podemos dejarnos subyugar por el monumento humano, la leyenda viva que hace fundirnos en el misterio inefable de una manera inédita de entender la Cultura y el Placer, de entender la pura Creación. Colaboradores, compañeros de profesión, amigos y familiares secundaron y participaron en el proyecto desde el principio.
Datar la polifacética obra artística de un ser humano que se agiganta década tras década en la memoria cultural de un país, que traspasa fronteras geográficas y casi todo límite formal, es, aún más que difícil, una arriesgada tarea que cualquier ejercicio de tacto y respeto exige al hablar de un inimitable Hacedor. Pues se trata de una obra coherente e indisciplinada a un tiempo, ensimismada en su acción, y atenta en su intención de hablar de este mundo al revés, un mundo inmundo que también es contramundo para él. Como afirma, casi todo tiene su opuesto y sólo nos salva el rozar siquiera un instante la Belleza… Los ángeles y demonios que le acompañan desde su niñez observarían las presentes líneas tercamente comprensivos, y otorgarían, quizá, el derecho de equivocarnos hasta por marginar tipográficamente el contenido de unas palabras referidas a él, grabadas en el limitante e intangible formato de este soporte digital.
Así que, como resonaría en la memoria musical de quienes seguimos escuchando sus canciones, dejemos los datos y seamos un cuerpo enamorado… Fundámonos en el extasiado y estremecedor mundo de un sabio Poeta que consigue aglutinar con la matemática coherencia del humanista de antaño la inexacta ciencia de un sinfín de indisciplinas artísticas, las cuales brotan de un deseo incombustible de conocer. Que brotan de una misma raíz: de ese placer de expresar, de crear, de la libertad de hacer lo que uno quiere sin ignorar el noble y obligado oficio de amar. Tal armadura logra proteger la gruesa piel del deseo imperturbable de descubrir el Enigma, el Misterio de por qué Yo, por qué Tú, por qué Aquí y por qué Todo.
A Hidras y basiliscos se enfrenta cien mil veces y lo hace cuerpo a cuerpo, con alas y balas y un beso por fusil. Enemigo de la guerra no tarda en dialogar con el poema, con el cuadro, con el fotograma, con sus personajes transubstanciados, con un tipo de historia que se cree oficial, pero logra desbaratar con elegante ternura e insólita lucidez… Su pensamiento nunca ha podido tomar asiento porque el mundo es sueño y lucha que rueda en animación sonora cinematográfica infinita.
De una parte, Eduardo es como le llaman sus allegados, familiares y amigos, quienes no tendrían por qué reparar en entrar de lleno en su espacio vital de atemporal substancia de opuestos impuestos sobre los que quiere indagar, mientras la gramática generativa de sus cuadros y dibujos supera cualquier aproximación o pincelada que, entre palabras y prosodia, explota certera en un poema, poemiga o canción. De otro lado, Aute es como le conoce la mayoría de su público, apellido con el que le nombran los que le siguen fieles desde siempre, cada vez más transubstanciados y absorbidos sus sentidos, ajenos a la imagen sabia y burlona del gato de Chesire.
Ironía, Muerte, Amor y Sexo apuntan a la diana expresiva del artista con rigor técnico, mas sin sometimiento formal. Escribir canciones es arresto domiciliario dentro del campo de batalla; pintar es libertad sin frontera, si bien ambas experiencias trascienden el mero acto de comunicar dejándolo a la intemperie. Osada alevosía que se deja arrastrar por los sentidos e imágenes sublimes, y se ocupa flagrantemente de que su mensaje sea claro, pero también velado, en esa suerte intercambiable, complementaria entre los elementos sombra y luz. Ambivalencia que es motivo plástico del que surge el discurso oral, pictórico e histórico; elementos que, juntos o por separado, prefiguraron otros grandes artífices del lenguaje y del color.
Ser casi infranqueable donde habita el niño que aborrece llegar a adulto. Antes prefiere pervertirse −o que le pervierta el Amor en sus múltiples formas− que sucumbir a la perversión infame, a la obscenidad del mercader de almas, a la necedad que nunca libó el néctar de lo bello. Sexo con sexto sentido en espíritu transformado, abiertas las fronteras del amplio y fecundo vientre del Conocimiento. El niño sigue jugando al borde del abismo, o del Mar. Ese niño que respiraba el humo de los cuerpos carbonizados por el fuego de los bombardeos norteamericanos no quiere reconocerse en el dragón en el que posiblemente se vea transformado hace tiempo en esta Europa neofeudal. Es así que Intenta ser uno mismo mirando al mar y gira su rostro para observarse en un acto de contrición. Y cree ver aquel dragón asustado de sí mismo. Con este pensamiento recobra su fuerza omnímoda y se reafirma en jugar eternamente con la paleta, la tinta, el lápiz o el pastel, probando, todavía ruborizado ante un público ya abducido, la ambrosía de su propia voz hecha Milagro. El niño grande escupe una vez más lavas de tintas y pinturas de color sobre partituras sin pentagrama, sobre el envés de cien mil lienzos, mezclando colores sin cuartel, en el afán de dialogar con los personajes despedazados y vueltos a construir ante el fluir infinito de los astros que le circundan. Alterna con el grafito punzante y logra transfigurar más de cuatro mil destellos de significado en movimiento. Dolor se llama el perro protagonista de una de sus películas de animación, pero así también se llama la antítesis del Placer de su amalgamada, entrecruzada, entrelazada Obra de obras. Aute produce, dirige, crea, idea casi con manierismo de ímproba ilusión, no sin seguir las coordenadas que le dicta su tamaña cordura cardiaca, la del sueño de la razón que produce monstruos.
El Animal anima al hombre retratado, quien prefiere la soledad de su estudio con la que dedicar días y noches a intentar ser uno mismo, y sólo apenas se advierta el ser extravertido, irónico e incivil que el público conoce. Ya no hay tiempo específico, las cuatro y diez no fueron sólo las de aquel día, no hay dato concreto, sólo devoción por la incandescente Emoción de seguir vivo. Aunque, no hay que olvidar, para describirla tampoco haya versos libres, pues son esclavos voluntarios de su propia historia. Apenas andan sueltos Satanás, Belcebú y Lucifer, que escaparon buscando fortalezas y fortuna y el Becerro idolatrado por multiversos de licor. Pero nada hallaron, no tenían fe, ni curiosidad, ni criterio propio… Su fuego se agota en sus propias cenizas.
Compromiso consigo mismo y con una contracultura atenazada por las fauces de ese viejo Pandemonium de negociantes, al que bajo el diezmo de la ignorancia corremos el riesgo de someternos a día de hoy. Acaso quede la música y revuelva este fatal ritmo invertido de las horas… Tiempo que vuelve a librar absurdas “cruzadas” por un “falsario” poder detentado por la máquina sutil que mueve al planeta, y que repite autómata el triste adagio, “tanto tienes tanto vales”. Así, nos recuerda el cambalache problemático y febril de un pasado siglo XX que parece que se repite más feroz en el siguiente.
No obstante, da cuartel al personaje disidente, libera al poemiga irredento, descubre la película velada y otorga esperanza a la canción suicida. Capaz, al mismo tiempo, de contar cantando, de pintar contando y descomponer componiendo para la Vida y el Amor. Su maniobra total no le deja atravesar inadvertido por ese mar de rosas, ni viajar invisible desde Vailima hasta Madrid. Sólo quizá se nos escape la pista cuando hace parada y fonda en su real e imaginada Albanta, país donde es eterna la infancia y el fin no es el fin porque no acaba lo que no empezó… Su producción cobra forma de holograma multidimensional:
Por un lado, el niño que vive en el hombre adulto no ha dejado de hacer malabares imposibles con las letras de un monosílabo, con los fonemas de un grito contenido; transgrede la académica norma de comunicar en un indisciplinado lenguaje el sentido nuevo de cada palabra, escalando por una Torre de Babel que se retuerce en su desvariado acento. Por otro lado, el hombre que sigue siendo niño no duda en convertir al girasol en subversivo giraluna que desafía el orden establecido por la Naturaleza. Anhela ver la cara oculta de un astro fantasmal y comprender su opuesto, el oculto, el huidizo ser de las cosas. Eduardo niño y hombre se manifiesta a través de un verso libre e interminable, ululante y aullador; es el amante de frugales placeres, quien, a pesar de barruntar cadenas y prisiones, nunca le impedirán ir a por el mar.
Esta breve introspección desearía que fuera sueño, acaso aventura de acierto, para no otra cosa que delatar al dueño del cuerpo del delito hecho virtud. Cada vez es más estrecha la distancia entre Él y el Misterio. Ojalá algún día escapemos del lienzo y corramos libres como girasoles bajo un cielo estrellado. Seamos capaces de traspasar la cara oculta de la luna. El resto es humo.