¿Por qué el submarino de Isaac Peral no intervino en la guerra con los Estados Unidos en 1898?
¿Quiénes eran los enemigos de Peral?
¿Por qué razón? Una potencia militar, hasta ese momento poseedora de una de las mejores infanterías del mundo, era sometida por una potencia económica, que tenía una armada, pero carecía de ejército.
El 17 de junio de 1898, el Capitán General Ramón Blanco, Comandante en Jefe del Ejército de Cuba, envió a su jefe de Estado Mayor, el Teniente General Luis Pando, a Tampa para negociar la paz con los Estados Unidos.
La idea era ceder el Oriente de Cuba, que por aquellas fechas era dominado por los partidos mambises, con La excepción de su capital, Santiago de Cuba, y de otros puertos importantes, que seguían en manos del ejército de Cuba. Pero se dio que la escuadra de Cervera se encerró precisamente en Santiago, convirtiéndose en un obstáculo para el general Blanco, que no podía rendir Oriente estando allí la escuadra. El General Pando recibió instrucciones de salir de Cuba, pero no llegar a Tampa hasta que los buques de Cervera hubieran abandonado Santiago.
El General Pando salió de Cuba el 20 de junio y desde Jamaica esperó a que se produjera la salida de Cervera. El General Blanco ordenó a Cervera salir de Santiago, pero el marino se opuso. La salida se produjo finalmente en las peores condiciones el 3 de julio, a plena luz del día, resultando la escuadra hundida o embarrancada en su totalidad. El General Pando llegó a Tampa a parlamentar el 5 de julio; ya había poco que negociar: el enemigo había desembarcado y cercaba Santiago, pero lo definitivo era que España había perdido su marina de guerra. El General en Jefe de la Army, Generalísimo Nelson A. Miles, no se plegó a los ofrecimientos de Pando. A esas alturas los EEUU no se conformaban con la mitad oriental de Cuba, ya querían todo el imperio español.
Los historiadores se han preguntado durante decenas de años la razón por la que el General Pando no acudió en auxilio de Santiago, al frente del ejército de Cuba. La explicación absurda es que no disponía de bestias de carga para transportar las raciones. La verdad es que no pudo acudir porque ya no se encontraba en Cuba. Así fue, el Jefe del estado mayor del Ejército de Cuba se perdió la guerra de Cuba, dato que se oculta y no se desvela por otros intereses que, al día en que esto se escribe, nos controla y en el que nos vamos a sumergir.
Es en este momento cuando asoma la trama masónica. No hay de qué alarmarse, a finales del Siglo XIX para medrar había que ser masón. La cúpula militar y política española estaba copada por masones desde que triunfó la llamada “Revolución Gloriosa”, el golpe de Estado contra Isabel II en 1868. Baste decir que Práxedes Mateo Sagasta, Primer Ministro en 1898, había sido gran maestre del gran Oriente Nacional de España hasta 1880. Que su ministro de ultramar, Segismundo Moret, era masón de grado 33, y que el principal mérito, o único, del General Ramón Blanco y Erenas para ser nombrado Capitán General de Cuba era su filiación masónica, grado 32, con el nombre simbólico “Hermano Barcelona”.
El plan masón, por su propio funcionamiento de las “tenidas”, por el que nadie sabía quién daba los órdenes y menos aún desde dónde se daban, aún desvelaba cuáles eran los objetivos finales, que en todo caso variaban en cada logia.
La masonería, en líneas generales, mantenía un pulso con la iglesia católica, y para que ésta perdiera su poder, en el pasado había colaborado en la independencia de Sudamérica; todos los países recién nacidos de América tuvieron gobernantes masones. En Filipinas, que estaba en poder de las órdenes religiosas, la cosa era más sencilla: debía independizarse para que los curas perdieran su poder. En 1893 el General Blanco fue nombrado Capitán General de Filipinas, y en 1895 una logia masónica, llamada el Katipunan estuvo a punto de expulsar a España de la isla de Luzán, que era su principal baluarte.
En cuanto a Cuba, la Iglesia ya no era tan poderosa, a pesar de ello todos los cabecillas mambises eran masones.
Las logias españolas y las cubanas separatistas pretendieron alcanzar un alto el fuego, previo al cual, todos los generales que fueran aguerridos debían abandonar la isla. España disponía de los mejores generales del mundo, pero en 1898 todos estaban en la península.
Había un prestigioso y combativo militar que era cubano, precisamente de Santiago, el Teniente General Andrés González Muñoz, pero por insólita casualidad falleció en febrero de 1898, en extrañas circunstancias.
Relajémonos en algunas ideas: el año 1898 se presentaba positivo para los habitantes de la Habana: primero, los mambises, después de la muerte de Maceo en diciembre del 96, se encuentran reducidos a operar exclusivamente en la provincia de Oriente. Segundo, cuatro acontecimientos bien recibidos, en diciembre de 1897: por fin hay un gobierno autónomo, tanto en Cuba como en Puerto Rico; el fenomenal Weyler ha abandonado la isla; se firmó en Filipinas la paz de Biac-Na-Bató; y se vendió íntegramente en la Habana el gordo de la lotería de Navidad, que recayó en el 13.515, premiado con tres millones de pesetas.
Volvamos a Pando: el General tiene 54 años, ha llegado recientemente a Cuba junto con el General Blanco, aunque con anterioridad había hecho casi toda su carrera militar en la isla, de la que salió por discrepancias con Weyler. Natural de Ciudad Rodrigo, desde hace años ha sido diputado liberal por la circunscripción de la Habana, menos en la actualidad, que es senador por Zamora. Muy leonés y muy masón.
¿Se podría explicar por qué la región de Oriente de Cuba es tan indómita? Fue allí donde germinaron todas las revueltas contra España.
El problema radica en la masiva importación de esclavos que se hizo. Los franceses compraron a España el Oeste de la Isla La Española, y los terratenientes franceses la llenaron de esclavos para sus plantaciones. La esclavitud trae consigo la revolución y así fue cómo los negros expulsaron a los franceses y fundaron un Estado llamado Haití, que consiguió la independencia en 1804. Fue el segundo país americano en obtenerla, después de los Estados Unidos. Los terratenientes expulsados emigraron al Oriente de Cuba, donde siguieron con sus prácticas esclavistas, y Santiago se convirtió en el centro caribeño del comercio de esclavos. Así se fue formando una clase social descontenta y a la vez numerosa, que fue manejada por los terratenientes que querían la independencia. Porque los líderes mambises son de un estrato social superior. José Martí tenía dos carreras; Carlos Manuel Céspedes estudió derecho en la abana; Máximo Gómez había sido Capitán del ejército español en República Dominicana; incluso el padre de Maceo, a pesar de ser negro, era terrateniente. Sólo Calixto García es lo que podríamos denominar del estrato social bajo. Esas élites levantaron en armas a los esclavos, pero sin mezclarse con ellos. De hecho, en las columnas de lo que ellos llaman el “Ejército Libertador”, los mambises blancos van por un lado con sus fusiles, y detrás, pero apartados, van los negros con machetes. Esta guerra civil tiene sobre todo un componente racial que en Oriente ha explotado.
Los generales españoles, especialmente Martínez Campos, han conducido mal el ejército y no han hecho caso de las necesidades del soldado. Al final, nos habían derrotado las enfermedades. Los mambises perdían batallas y ganaban dinero, habían ido avanzando y quemando todo con su tea.
Ha sido con Weyler que nosotros empezamos a ganar batallas y ellos a ceder terreno; un militar auténtico, no un militar metido a político, como Martínez Campos. Weyler nunca ha dado un golpe de Estado, pero en el régimen de la Restauración se le consideraba un reaccionario.
En el régimen de la Restauración había intereses contradictorios que impedían remar todos en el mismo sentido.
Dicho régimen duraba ya 24 años en los que se ha hecho poco por modernizar el país, pero han sido los años más prósperos del Siglo XIX. En cuanto a las Antillas, tenía dos asignaturas pendientes: los retrasos en la concesión de autonomía a las colonias y la formación de una potente escuadra. Sobre esto segundo, podemos ver cómo el Almirante José María Beránger y Ruiz de Apodaca ha sido Ministro de Marina con Isabel II, lo fue también durante la República y ahora, en el régimen de la Restauración, lo ha sido con liberales y conservadores.
¿Cómo puede un político haber sobrevivido en regímenes tan dispares? Porque tenía algo en común con todos ellos, su pertenencia a la masonería.
Desde que el Almirante Beránger dejó de ser Ministro, se empezó a contratar los barcos en Europa. En Francia se estaba finalizando el acorazado “Pelayo”, y el enorme crucero acorazado “Carlos V”. En Cádiz se estaba rematando la artillería del “Cristóbal Colón”, buque comprado a Italia. Además, en Francia se estaba concluyendo la remodelación de dos fragatas acorazadas que eran viejas, pero que se remozaron por completo: la “Numancia” y la “Victoria”. Eso
decían. Pero todo seguía paralizado. Nos engañaban.
El nuevo Ministro de Marina, Almirante Segismundo Bermejo, también era masón, y por alguna razón todo seguía progresando muy lentamente, como si no fuera a haber guerra con los Estados Unidos. Los proyectos estaban sin terminar; por el contrario, todos los programas de adquisiciones de la U.S. Navy estaban concluidos. Es más, sus unidades estaban nuevas y en su mejor momento posible. Por eso estalló “El Maine”.
El mal, pero el mal ya estaba hecho. Había sido hacía 10 años, en 1888, cuando un ingeniero militar llamado Isaac Peral inventó un submarino, que fue probado satisfactoriamente en 1890, demostrando que podía torpedearle impunemente a cualquier buque adversario, sobre todo de noche. Por algún motivo, el proyecto fue cancelado y el submarino desguazado.
Fíjense bien: en 1898, el 8 de abril, el Almirante Cervera zarpó del Puerto de Cádiz a bordo del “Infanta Mª Teresa”, buque insignia, crucero acorazado, con rumbo a Cabo Verde para, desde allí, al mando de la flota española de guerra, obedecer órdenes contra su voluntad, y dirigirse a Cuba. El comandante de la nave, el Capitán de Navío Víctor Concas, surca con él el Atlántico. Pero es que, este mismo Concas, diez años antes, era el experto teórico en buques de guerra y técnicas de combate modernas, y fue el ejecutor de ese complot contra el submarino de Peral.
En su juventud, Concas fue soldado: en 1866 se incorporó a la escuadra de Méndez Núñez, participando en el primer bombardeo de El Callao. En 1876, en Filipinas, participó en la Acción Naval de Joló y lo hizo como Segundo Comandante de la “Santa Lucía”, cuyo Comandante era Cervera (Cervera era muy católico, luego no podía ser masón). Durante el desembarco en Joló, Concas tomó una fortaleza pirata, llamada el “Fuerte de Maibung”. Durante aquella operación, un Teniente de Navío llamado José Mac-Crohon y Seidel, se hizo célebre por retar a duelo de espada a un pirata moro que había blasfemado. Moros y cristianos observaron el duelo singular, que concluyó con la muerte del pirata. Ahora Mc-Crohon era el segundo Comandante del Teresa.
Pero Víctor Concas tiene su cara oculta; se sospecha que ostenta grado de maestro en una logia masónica, lo cual, por sí mismo, no es un demérito. Si bien en las “tenidas” se asignan comisiones para los miembros y a Concas le asignan una muy desagradable en 1890, fecha en que presidía la comisión que debía valorar la idoneidad del submarino Peral, la nave experimental cumplió de manera sorprendente con todas las exigentes pruebas a las que se vio sometida: buena velocidad, 10 nudos; magnífica estabilidad en mares picados; suficiente autonomía, correcta estabilidad y gobierno durante la inmersión y, finalmente, fue capaz de torpedear un señuelo tanto de día como de noche, sin ser advertida su aproximación. España, con esa arma, podría volver a ser una potencia de primer orden, pero en el lado oscuro se había decretado que no debía ser así. Concas se encontró con un “papelón”, pero lo llevó a término de manera inexorable: ignorando los resultados de las pruebas, el comité presidido por Concas desaprobó la construcción del submarino, y para que ya no hubiera manera de dar marcha atrás, el 27 de octubre de 1890 el B.O.E. hizo públicos los estudios de Peral.
Gracias a aquello, Francia e Italia en 1898 ya dispusieron de submarinos que no fueron ni una sombra del submarino Peral, porque el inventor se guardó el secreto del “aparato de profundidades” para que el Ministerio no pudiera publicarlo. ¿Quién estuvo detrás de aquel complot? El Almirante Beránger, que era el Ministro de Marina. ¿Quién fue el brazo ejecutor? El Capitán Concas, Presidente de la comisión de estudio. Pero eso había sido hacía diez años, en 1888.
¿Quiénes eran los enemigos de Peral? Los masones; el Almirante Beránger, por entonces Ministro de Marina; el Almirante Bermejo, en 1898 Ministro de Marina; el Capitán de Navío Emilio Ruiz del Árbol, que era el secretario de Beránger, y el Capitán de Navío Víctor Concas, por entonces jefe de la comisión de estudios del submarino y actualmente Comandante del buque insignia de nuestra escuadra, destinada a la derrota frente a la escuadra
norteamericana.
¿Por qué eran sus enemigos? Eso sólo lo sabían aquellos que habían llegado al nivel de “maestros perfectos”.
Desde luego, la Regenta María Cristina estaba entusiasmada con el submarino Peral, pero el Ministerio de Marina era el objeto de deseo de los masones, siempre ocupado por uno de los suyos.