
Periférica. Precio: 16,50 €.
Para cimentar y apuntalar la biografía paterna, Audin acude a una diversidad notable de documentos, se apoya en todo lo que tenía a su alcance.
El título de esta original y pormenorizada biografía, en sus maneras con algo de Dora Bruder de Patrick Modiano, que se cita, está extraído de su frase inicial: «En este libro se habla de una vida breve», y cómo no acordarse, en otro orden de cosas, de la extraordinaria novela de Juan Carlos Onetti. La autora, Michèle Audin, era muy niña cuando desapareció, con tan solo veinticinco años, asesinado por motivos políticos durante la guerra por la independencia de Argelia, su padre. El texto es una indagación en la vida y personalidad de aquel hombre, con el que comparte su condición de matemática y un tanto desconocido para ella. Con anterioridad, en el campo biográfico, había abordado la vida de Jacques Feldban, también matemático y judío, deportado a Drancy y después, en el convoy 60, a Auschwitz, a cuyo infierno sobrevivió y a la mortal evacuación hacia el Oeste en el durísimo invierno del 45, para morir en un lager justo antes del final de la guerra.
Maurice, pues tal fue el nombre de su padre, «víctima emblemática de la barbarie» según su hija, nació en Túnez, pero tras una infancia nómada, con educación rígida en uno de los llamados «presidios de niños», se crio y creció en Argel, en cuya universidad conoció a su mujer, con la que se casó a los veintiún años. Persona polifacética, se interesó por la filosofía hindú antes de hacerse comunista e ingresar clandestinamente en una célula, pero «lo que le motivaba era más la lucha anticolonialista que la lucha de clases». De hecho, puede considerarse representante del «sueño argelino, el de una Argelia independiente y fraterna en la que todos, pieds-noirs y musulmanes, vivirían juntos, libres e iguales». En paralelo al transcurso de su vida, en realidad la autora se remonta a sus bisabuelos, se van desgranando noticias de interés del momento histórico correspondiente y especialmente referencias a diversos matemáticos, desde que «las matemáticas francesas estaban en el limbo: el limbo en el que las había sumido la Primera Guerra Mundial».
Para cimentar y apuntalar la biografía paterna, Audin acude a una diversidad notable de documentos, se apoya en todo lo que tenía a su alcance. Aparte de bibliografía libresca de apoyo, separatas, archivos académicos, papeles administrativos, álbumes de fotos e instantáneas sueltas, consultas en páginas web, la partida de nacimiento con anotaciones al margen sobre su matrimonio y fallecimiento, cartas, cuadernos escolares y de cuentas, postales de vacaciones… El grueso de los recuerdos procede de informantes amigos o conocidos, de los escritos de un familiar y de lo que le ha contado su abuela, depositaria del componente oral de su genealogía, cuyo árbol se incorpora también al texto.
Desde el primer momento se indica que no hay intención alguna de analizar ni de airear lo que se conoce como «el caso Audin», crimen de Estado sin cerrar ni resolver que explican las editoras francesas en un sucinto epílogo, a saber, el arresto, durante la batalla de Argel, tortura por parte del ejército francés y, como decíamos, asesinato, que se intentó justificar mediante un montaje de fuga, de su padre. Entre otras cosas, porque ya investigó a fondo el asunto, casi al calor de los acontecimientos, y luego publicó su resultado Pierre Vidal-Naquet. Por otra parte, hacia el final del volumen, la autora declara con rotundidad que «sería falso decir que no tengo recuerdos de él. Los tengo, me importan y por eso me los guardo para mí». A este respecto, y debido, tal vez, a su profesión vocacional, levanta acta, eso sí, desde el afecto, pero con rigor, sin recurrir al ventajismo sentimental, ni siquiera a la nostalgia.
Por añadidura, aunque es evidente que lo que llevó a la escritora a rescatar con palabras la trayectoria de su progenitor fue seguramente el deber filial, el fruto de la indagación excede con creces ese presunto impulso de partida, se convierte en un documento intrahistórico, por usar la terminología unamuniana, por cuanto, al hilo de la existencia paterna, se recupera el relato de quienes se quedaron en las cunetas de la Historia, en particular de la clase trabajadora y anónima, en consonancia con el frontispicio de la larga evocación de Audin, un pequeño fragmento del discurso de Suecia, con ocasión de la recepción del Nobel de 1957, de Albert Camus, uno de los referentes fundamentales de la escritora por motivos obvios, que reza: «El papel del escritor no está exento de difíciles deberes. Por definición, no puede ponerse hoy al servicio de los que hacen la Historia; está al servicio de los que la sufren».