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LAS MUJERES EN LA OBRA DE GALDÓS “Imponen sus ideas; se adelantan a su tiempo”

Soledad Pardo

Soledad Pardo

Hablar de las mujeres de Galdós es tarea harto compleja.

El escritor nos trajo innumerables personajes femeninos, todo tipo de mujeres.

Débiles, fuertes, afectivas, frágiles, salvajes, espirituales, sensuales…, a las que describió con una profundidad y una sensibilidad muy especiales, visibilizando figuras complejas que pertenecen a distintas clases sociales.

Su capacidad de observación, su psicología y su afán de reflejar en su obra el retrato de la sociedad de su tiempo, le llevaron a mirar con admiración a sus personajes femeninos, mujeres que imponen sus ideas, que se adelantan a su tiempo, que tienen inquietudes por aprender, que rompen los moldes, que aspiran a conquistar lugares vetados únicamente a los hombres, que ejercen y fallan.  Ya dijo María Zambrano que es “el primer escritor español que introduce a todo riesgo las mujeres en su mundo”. Defendió que la regeneración de la sociedad española pasaba por que la mujer se empoderase y ocupase el lugar que le correspondía en la vida pública.

Como señala Francisco Cánovas en su libro Benito Pérez Galdós, vida obra y compromiso,  “en su obra aparecen mujeres de perfiles muy diferentes, luchadoras, visionarias o resignadas que, a veces, confunden la pasión con la vida”. Clarín apuntó que el tipo de mujer que le gustaba estaba en los personajes femeninos de sus novelas, imaginando que se parecía “a María Egipciaca, por la hermosura de su rostro, pero más a Camila y a Fortunata, por el espíritu, mujer muy española, de rompe y rasga hasta cierto punto, honrada por temperamento, suelta de modales sin que lleguen a ser libres”.

Para tratar de analizar los personajes femeninos de sus novelas hay que ver el papel de la mujer en ese momento. La mujer en el siglo XIX estaba relegada en un segundo plano, dependía legal y económicamente del marido, al que obedecía y dedicaba su vida a cuidar de los hijos. Con la Revolución del 68, llegaron principios de carácter igualitario y el derecho de asociación, aunque muchos hombres seguían viendo un peligro en el trabajo de la mujer fuera de su casa, al considerar que eso podría poner en peligro a la familia. La mujer era devota, conformista, maleable, con escasa preparación intelectual y esto es lo que reflejaban los textos literarios. Galdós es el primero de los escritores que considera a la mujer no sólo como personaje literario, sino como individuo, y un poco se convierte en su portavoz.

Como Tristana, cuya rebelión se inicia al ser consciente de su capacidad de pensar por sí misma, que quería sentirse siempre libre, que no quería casarse, que no estaba de acuerdo con las tres únicas carreras de la mujer, casarse, dedicarse al teatro o a la prostitución, que quería aprender todo lo que el mundo le ofreciera, ser pintora, escritora o política.

O como Marianela, que se considera tan fea que vive con miedo de que el ciego de quien está enamorada recupere la vista.

O como Amparo, que lamenta “Ay, don Agustín, dichoso el que es dueño de sí mismo, como usted”.

O Fortunata, mujer que aspira a no depender de nadie, ni del hombre que adora, que no quiere ser “la hembra que mantienen algunos individuos para que les divierta”, que no ve la felicidad en el matrimonio, que no ama por obligación.

O Doña Perfecta, una mujer fuerte, maquiavélica, beata, retrógrada, de duro carácter, intransigente, que se convertiría en, como dijo Ortiz Armengol, “símbolo de la intolerancia religiosa y civil, de absolutismo y de inflexibilidad, causa de la infelicidad de las buenas gentes que viven a su alrededor”, que representa el inmovilismo de la sociedad, a quien el propio Galdós retrata como alguien que no supo amar, sin bondad, que “con sus hábitos y su sistema de vida se había labrado una corteza, un forro pétreo, insensible, encerrándose dentro como el caracol en su casa portátil”.

O María Egipciaca, fanática religiosa, hermana de un sacerdote que se cree santo, cuyos padres pretenden vivir a costa de la fortuna de su marido León Roch, en la que tienen más influencia los confesores y las monjas que él.

O Camila, un personaje rotundo, felizmente casada, que no cede al asedio de su primo, que pretende comprar sus favores con regalos caros.

Los conflictos que relatan sus novelas siguen vigentes, cambian los ambientes, las formas, las personas, pero los problemas son los mismos. Distintos personajes femeninos, cada uno con un carácter propio, aunque tengan algunas similitudes, mujeres víctimas, rebeldes, hogareñas, verdugos, etc., algunos de los cuales durante el desarrollo de la novela pasan de un grupo a otro. Son mujeres de diferentes clases sociales, con inquietudes, capacidad de imaginación, ganas de aprender, de llegar a poseer una educación que se les negaba y que quieren cambiar la sociedad de finales del XIX, que establecía unas normas sociales para ellas que no les gustaban.

Podemos concluir que Galdós ha abordado con mayor profundidad que la mayoría de los escritores los problemas de la mujer, podríamos decir que Galdós fue un feminista. Las mujeres, conscientes de ello, se lo agradecieron acudiendo a las calles de Madrid durante su entierro. Las crónicas de la época destacaron la presencia de muchas mujeres del pueblo, que se veían reflejadas en esas Marianela, Fortunata, Tristana y muchas otras más.

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