“Estamos rodeados de una cantidad ingente de información (la información ya no es poder, sino la forma en que se gestione) y unos sistemas de interrelación social que están dando lugar a una realidad más colaborativa y global.”
“Esto está planteando al mismo tiempo escenarios complejos, difíciles de gestionar tanto en el campo personal como en el de las organizaciones.”
Estos nuevos retos necesitan repuestas globales y colectivas que en el campo empresarial, la organización jerárquica tradicional no llega a resolver, porque hoy la creación de valor no se basa tanto en los clásicos modelos de rendimiento, eficiencia y escalabilidad, sino en el compromiso, la transparencia, la innovación, la colaboración, la comunicación abierta… imponiéndose cada vez más un sistema organizativo “redárquico” como complemento de la jerarquía, que no como sustituto, ya que, en mi opinión, ambos modelos están abocados a coexistir, al menos de momento.
Por eso, muchas organizaciones tienden hoy a la REDARQUÍA que según lo define Wikipedia es: “Un modelo organizativo emergente característico de las nuevas redes abiertas de colaboración -muy especialmente la Web 2.0– y está basado en las interacciones que múltiples agentes mantienen entre sí cuando comparten su talento y su conocimiento de forma abierta y transparente, en relaciones de igual a igual.
Frente al tradicional modelo organizativo jerárquico, en el que las órdenes son impuestas y discurren exclusivamente de arriba abajo, la redarquía es un orden que funciona de abajo arriba: las decisiones y las soluciones emergen de forma natural como destilación espontánea de la inteligencia colectiva”.
Dicho todo esto, comentar que el nuevo diseño de las oficinas de la empresa moderna se caracteriza por espacios diáfanos y sin despachos con el objetivo de que esta disposición contribuya a eliminar barreras, a compartir, a integrar, y, me parece buena idea, pero hay un dicho popular que aconseja no empezar a construir la casa por el tejado; me explico.
Si lo que las empresas pretenden es crear un sistema de trabajo en el que la comunicación fluya en todos los sentidos, se comparta información, predomine una cultura colaborativa y un liderazgo participativo, es decir un estilo de organización REDÁRQUICA, con derribar las paredes de los despachos y diseñar organigramas reticulares no es suficiente. Antes de todo eso es prioritario crear en la empresa una cultura corporativa y fomentar un estilo de liderazgo que funcione en red, tal y como se ha definido anteriormente, y para ello es necesario que en primera instancia, los líderes funcionen personalmente en red, que dispongan de una forma de pensar y actuar “redárquica”, que fomente el compartir, delegar, el ser abiertos, flexibles, transmitir experiencias y conocimientos, y para ello primero hay que crear LA REDARQUÍA DEL YO. ¿Y esto en qué consiste?, veamos:
Cada uno de nosotros somos de alguna manera una empresa que podríamos llamar YO, S.A. que tiene una Misión, Visión y Valores y que está estructurada en departamentos: familia, trabajo, pareja, amigos, ocio.…y si creamos departamentos estancos, entre los que no fluya la comunicación, la información, las experiencias, levantando muros entre ellos, esto no va a contribuir a que seamos eficientes y por tanto a conseguir el objetivo empresarial de YO, S.A., que en la mayoría de los casos será ser felices en un mundo cada vez más complejo.
Todo está interrelacionado y si interpretamos un papel diferente para cada uno de nuestros departamentos vitales, alguno o quizás todos los papeles no se correspondan con la mejor versión de uno mismo, tenemos que derribar esos muros y crear canales de comunicación que nos permitan pasar de unos departamentos a otros con facilidad, compartiendo información y experiencias, y lo que es más importante, prácticamente, sin modificar nuestro papel, siendo la mejor versión de nosotros mismos en cada departamento y momento, en pro de nuestro objetivo final que está por encima de cada objetivo departamental, nuestra felicidad.
Porque si nos tenemos que transformar cada vez que pasamos de un departamento a otro, sin duda vamos a consumir mucha más energía de tanto cambio de disfraz, se van a producir disfunciones y los efectos en su conjunto no serán los esperados, afectando a nuestro objetivo final.
Así, bajo un clima de confianza y basado en la comunicación y en compartir información de una forma colaborativa, a nuestra pareja y familia les hablaremos del trabajo, amigos, ocio…., con nuestros amigos trataremos temas personales, ocio y trabajo…en el trabajo comentaremos temas personales, ocio, amigos…aportando nuestras experiencias y recibiendo aprendizajes en forma de “feedback”, opiniones, consejos… También hemos de tener en cuenta que existen líneas rojas en este compartir, pues cada uno debemos saber cuál es nuestro límite.
Es posible que, aun esforzándonos, dando oportunidades y transmitiendo de manera clara y transparente nuestra cultura corporativa-colaborativa, no consigamos el efecto deseado en alguno de nuestros departamentos vitales, con lo que tendremos que hacer cambios: modificar la forma de gestionar las relaciones con nuestra familia, cambiar de trabajo, de amigos, de pareja, o realizar otras actividades en nuestro tiempo de ocio.
Si actuamos de esta forma crearemos el hábito de compartir, colaborar y comprometernos, interiorizándolo, incorporándolo en nuestro día a día con nosotros y con los demás y estaremos creando nuestra propia REDARQUÍA.
Si una empresa quiere establecer una organización “redárquica” primero tendrá que transmitirlo a través de su cultura corporativa de manera clara y transparente y crear los mecanismos necesarios para ello: confianza, concienciación, formación, comunicación, medios…, para que cada líder, primero tome conciencia y cree su propia redarquía al estilo de lo comentado anteriormente y pueda transmitirlo a sus equipos y éstos a otros y así sucesivamente. De manera que ese compartir y colaborar persiguiendo un fin común, es decir los objetivos y misión de la empresa, esté por encima de individualidades y departamentos y sea al mismo tiempo un elemento catalizador.
Después vendrán los espacios diáfanos en las oficinas como un medio más para compartir; pero si empezamos derribando muros físicos, sin eliminar los muros psicológicos, la reforma no habrá servido para nada y se convertirá en un mero decorado.
Así que, manos a la obra, construyamos en primer lugar la REDARQUÍA DEL YO, y a partir de aquí podremos establecer en la empresa una organización “redárquica”.