El poblado estaba callado. Los basenji dormían frente a las casas. El cielo escondía entre sus nubes una luna llena bien redonda. Y el fuego se oía crepitar.
Sólo estaba Ashanti que, como de costumbre, esperaba a altas horas de la noche para escapar de su casa y refugiarse en el árbol que había frente a ella. Siempre le acompañaba su mascota, un camaleón llamado “Ojo huevo”.
Él era su más fiel consejero. Cuando Ashanti tenía cualquier duda o pregunta, era él el encargado de resolverlas.
Esa noche Ashanti tenía una pregunta más grande que cualquier otra que hubiese tenido antes.
¿Por qué la vida se acaba?
Sentada en la rama más alta, y observando cada estrella, abrazaba fuerte al camaleón.
Su abuela había fallecido esa noche, y ella, que estaba muy unida a la anciana, se preguntaba cómo podía ser que se hubiese ido para siempre.
Ashanti sólo quería la respuesta, ya que, embargada por la nostalgia, no entendía que iba a pasar una vez la abuela fuese enterrada.
El camaleón, ante la tristeza de la niña, movió su cabeza en dirección al gran fuego que alumbraba todas las viviendas. Ashanti bajó del árbol, se sentó paciente frente a él y le manifestó su duda.
−¿Qué ocurre cuando las personas que más queremos se marchan?
Pero el fuego no contestaba.
De nuevo miraba a su camaleón y le preguntaba;
−¿No entiendo por qué me señalaste el fuego? ¿Qué puede decirme él que pueda entender yo?
Aun así, Ashanti se quedó sentada, mirando las ascuas volar en el aire, y los troncos crujir por el calor.
En ese momento, pasó el consejero del pueblo, que habiéndose despertado por pequeños problemas de próstata, se dirigía al baño común.
−¿Ashanti, pequeña, que haces ahí a estas horas?
−Mamadou, no podía dormir. Tenía muchas preguntas en mi cabeza y una de ellas no hacía más que abrir mis ojos, buscando respuestas.
−Ashanti, pero ¿cuál es esa pregunta tan importante que no deja que tus ojos se cierren?
−¿Por qué las personas que queremos siempre acaban yéndose?
−Ashanti, cielo. Nadie se va a ningún sitio, sólo que nosotros no podemos verlos. Nuestros ojos no están preparados para ver lo que el alma sí ve. Nuestras manos no están listas para tocar la “esencia” de los que queremos. Además, ¿para qué quieres tenerlos siempre aquí? ¿No te resultaría extraño que todas las personas que conocemos nunca cambiasen de forma, al igual que el fuego se transforma?
−Mamadou, pero el fuego sigue siendo el mismo. No ha cambiado de sitio… ¿Qué quieres decir con eso de “esencia”?
−Ashanti, el fuego se transforma continuamente.
¿Ves ese tronco que sobresale más que los demás? Dentro de un rato, ya se habrá consumido.
¿Ves esas ascuas que vuelan alrededor de tu pelo? Eran antes trozos de madera.
Cuando usamos el humo que desprende y con el que juegas, eso también era madera antes. Sin madera, el fuego no arde, y sin fuego no ha calor. ESO ES ESENCIA. La “esencia” necesita de un cuerpo, pero ese cuerpo, una vez es consumido, necesita una nueva forma para seguir su camino.
−¿Y a dónde va cuando el cuerpo se queda dormido?
−¿De verdad, Ashanti, quieres que te revele ese secreto? Déjame decirte, que nadie lo sabe con certeza, pero mi abuelo me contaba que la “esencia” de las personas hacía tres viajes; el primero cuando moría, el segundo cuando viajaba por el aire y el tercero al encontrar otro cuerpo, transformándose en el siguiente.
Y da igual, si hay viaje o no. Y da igual si los volveremos a ver o no… Ashanti, todo eso no es importante. Lo que realmente es importante es que parte de la “esencia” de tu abuela siempre permanecerá contigo. Y no en tu corazón, como todos dicen, sino en tus recuerdos. Esos recuerdos, rara vez, se transforman si la “esencia” de la persona a la que queremos mucho, vive en ellos. Así que construye recuerdos bonitos, atrápalos en tu mente cuando te sientas triste, y sonríe. Toma aire y deja que el fuego de tu pecho salga por tu boca en forma de aire. La “esencia” de tu abuela habrá viajado dentro de ti. Y eso, Ashanti, debes hacer, CIRCULAR SU FUEGO.