Aún no ha llegado el invierno y, sin embargo, la Navidad ya está aquí. Cada vez se presenta antes. Aunque este año no nos importa. Es el primero que Epicuro. Revista de los grandes placeres, la celebra con todos aquellos que se asomen a sus páginas digitales, que no virtuales. Por eso, en mi nombre y en de todos y todas las que la hacemos posible, quiero felicitaros y que cada uno encuentre en estos días el placer o los placeres que más convengan a su cuerpo y a su espíritu. La cantidad y variedad de materias que abarca Epicuro, no tengo ninguna duda, servirá de orientación y guía en ese menester.
Aún no llevamos tres meses en el aire, como dicen en los medios audiovisuales. Aún es pronto para predecir el alcance de esta revista. Pero los datos nos inducen a ser optimistas y pensar que tiene un lugar, que empieza a ocupar, en el espacio de los medios de información y divulgación cultural. Gracias a todos los que creyeron en Epicuro cuando sólo era un proyecto y la siguen cuando ya es una realidad.
Porque eso es, precisamente, Epicuro. Una revista de estilo de vida que pretende ofrecer, objetivamente y con especial atención a la calidad de lo que ofrece, una gran variedad de posibilidades para el disfrute. Informar, orientar, divulgar; nunca imponer, ni aconsejar, sino recomendar. No queremos hacer una revista de grandes ideas o teorías irrebatibles, sin menosprecio de las mismas, que tendrán la puerta abierta. Nuestro propósito es acercarnos a las personas, independientemente de su edad, sexo o condición; tal hacía el maestro de Samos, uno de los filósofos que más se acercó a la gente y a su capacidad para ser felices. No olvidemos, por ejemplo, que abrió las puertas de su escuela a las mujeres.
Con ese espíritu empieza su andadura Epicuro, una revista abierta a cualquiera que quiera participar de ese criterio de igualdad y diversidad que persigue. La Cultura es de todos y para todos, sin discriminación, y, por supuesto abarca muchas más disciplinas que las que nos han venido contando y, en alguna medida, hemos contado. Los libros son fundamentales, también el cine y el arte y, cómo no, la historia y la música; pero también lo son la gastronomía, los viajes (incluso el turismo), la enología, el humanismo, el pensamiento, medicina, medio ambiente, humor, multimedia y, eso en lo que tanto he insistido, todo aquello que nos ayuda a hacer frente a los problemas y contratiempos que nos amargan la existencia, desde un punto de vista práctico: gestoría, economía, etc…
También he insistido mucho en el carácter global de Epicuro. Haber empezado por León es una cuestión de raíces, que, por mucho que te alejes, tiran de ti. Iremos a otros sitios, a Galicia, al Bierzo que, aunque dentro de la provincia de León, tiene connotaciones muy peculiares, a Toledo; en fin, allí donde podamos informar de la evidencia y escudriñar en los secretos culturales de cada lugar que visitemos. También, como venimos demostrando, nos ocupamos de todo aquello que tiene importancia cultural y está contacto con la actualidad, con nuestro pasado y con nuestro futuro. La Cultura es amplia y confiamos en que el tiempo de los epicúreos sea prolongado.
Repito mi agradecimiento y felicitación, que seamos felices aunque cada día tengamos que seguir construyendo esa felicidad; pero no me resisto a pedirle a los reyes magos un regalo: la revista sólo vivirá si tiene patrocinadores que crean en ella. De modo que les pido a todos que abran sus páginas y comprendan que tienen un buen medio desde el que promocionar sus empresas. Esta es también una revista de emprendedores. La cultura es una forma de emprendimiento.
Sería muy largo hacer un recuento de agradecimientos. Son tantos los amigos que han aportado ilusión y entendimiento en estos meses de zozobras y dudas, que me faltarían elogios. Pero quiero, sin que se enfaden los demás, citar a tres personas que estuvieron desde el principio (espero que sigan durante mucho tiempo) y que influyeron en que una ilusión de un viejo amante de la Cultura se convirtiera en una realidad: Paloma Arribas, José Antonio Almoguera y Luis Miguel Montero.
¡Larga vida a los epicúreos!