
Anagrama. Precio: 17,9 euros.
La frontera en este caso no es el límite, ni el horizonte que precede a lo insondable, ni la línea roja que separa a un mundo de otro.
Sólo desde la palabra se pueden cambiar las tendencias y romper los muros que nos impiden ver más allá de nuestras narices.
Si hace unos días me refería a la última novela de Arturo Pérez-Reverte como un libro en la frontera en alusión a la propia acepción del autor, en esta ocasión habré de referirme a un libro escrito desde la frontera, también en alusión a las palabras de su autor, Paul B. Preciado.
La frontera, en este caso, no es el límite, ni el horizonte que precede a lo insondable, ni la línea roja que separa a un mundo de otro, extraños entre sí, o, apurando el simbolismo, divide en dos partes el propio mundo. No, la frontera es un mundo en sí misma. Un mundo donde priman la igualdad y la libertad, sin prejuicios, sin estructuras anquilosadas, sin preceptos limitadores ni normas injustas, cuyo foco sea capaz de iluminar una nueva realidad más ecuánime y respetuosa con los deseos y necesidades del individuo, ya sea hombre, mujer, transexual, blanco, negro, etc… sin perder de vista la colectividad. Un mundo donde las estructuras establecidas por la normativa social y política puedan cuestionarse y, sin la represión de lo correcto elaborado durante siglos de elaborado maniqueísmo de la conducta, abrir nuevos caminos de libertad. Ese mundo el autor lo sitúa en Urano, el planeta más frio del sistema solar y se basa para ello en el uranismo, concepto del primer activista sexual, Karl-Heinrich Ulrichs, en 1864 para definir “el tercer sexo”.
Un apartamento en Urano arremete contra las taxonomías, sexuales y de cualquier otro jaez; contra las políticas y decisiones del poder que limiten la capacidad de actuación de las personas, pero sobre todo los formalismos que impiden al individuo a encontrar su identidad. Paul B. Preciado lleva luchando contra eso casi desde que tuvo conciencia de que vivía en un cuerpo de mujer que no se correspondía con ninguna identidad sexual deseable. Su condición de “trans” le permite tener un asidero para, desde la firmeza de sus convicciones, renegar de cualquier tipo de género y encontrar una libertad que va más allá de la libertad de expresión, a pesar de los muchos condicionantes que surgen en el camino de la disidencia, como los problemas que ha tenido para el mero hecho de cambiarse de nombre: Beatriz por Paul.
Estas Crónicas de cruce, como las identifica el propio autor por haber sido escritas, como él dice, en aeropuertos y en habitaciones de hotel, entre 2010 y 2018 y también porque las empezó siendo oficialmente Beatriz y las concluyó siendo Paul con un documento que atestigua que su sexo es masculino. La personal transformación del autor le lleva a observar los circuitos y cortocircuitos de la economía, la política y la sociedad dentro de un mundo globalizado.
La disidencia se paga y Paul B. Preciado lo hace con la precisión de la palabra en textos que van dirigidos a la línea de flotación de ese barco que navega a la deriva de la historia impuesta por las relaciones de poder. Sólo desde la palabra se pueden cambiar las tendencias y romper los muros que nos impiden mirar más allá de los cristales velados de nuestras gafas heredadas.
Si Epicuro viviera leería con gusto este libro que, haciendo gala de su condición de crónicas de cruce, aparece en la colección Narrativas de Anagrama. Pues lo que se dirime es la búsqueda de la felicidad y ésta empieza por acceder a una identidad no impuesta. Si limpiamos nuestras gafas veremos que los horizontes dejan de existir y que el futuro aparece más claro y sin la rigidez de las normas que arrastramos. Eso sí, si nuestras gafas son de madera no merece la pena limpiarlas; es mejor quitarlas.