Si Epicuro visitase ahora, recién restaurada y abierta al público, la Casa del Temple de Toledo (según dicen los expertos, la más antigua de la ciudad que todavía está en uso), sin duda, pensaría que no le faltaba razón al pensar que la Cultura tiene tantas aristas como formas hay para disfrutar de ella. Máxime cuando sus puntos cardinales se estrechan y aproximan hasta crear una nueva perspectiva.
Coincidiendo con el 30 aniversario de Toledo Ciudad Patrimonio de la Humanidad, abre las puertas la Casa del Temple (llamada así porque, según varias fuentes, fue propiedad de la Orden de los Templarios, donada por el rey Alfonso VIII), un edificio que data de los siglos XI-XII, aunque muchos de los elementos originales que se conservan daten del X, como los restos del salón de época califal, localizados en el subsuelo o sótano, bajo el salón del ala oriental. La Casa del Temple está declarada Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento.


Después de la restauración del edificio se han descubierto vigas, zócalos, arcos, mosaicos, etc… que merecen la consideración de más antiguos entre los conservados y arrojan mucha luz sobre la arquitectura de los siglos XI-XIV. “La casa tiene las estructuras de madera más antiguas conservadas in situ de la arquitectura civil de la península ibérica”.
Una muestra muy apreciable del ingente patrimonio que se disemina por los distintos parajes de nuestras tierras y que, en muchos casos, necesitan un compromiso por parte de las instituciones y las entidades privadas para que vuelvan a lucir con el mismo lustre con que lo hicieron antaño. La restauración, sea cual sea su objetivo, ha de formar parte de las iniciativas que deben sostener a la Cultura como expresión de una modernidad sin prejuicios y un futuro con más perspectivas que las que existen en este momento.


Porque, como demuestra esta iniciativa, los edificios antiguos, además de su belleza, no sólo han de servir para la recreación de la mirada o el currículo erudito de quien repite lo que sabe, pero no siente la emoción de lo que sabe. Sólo unos cuantos privilegiados son capaces de extasiarse ante lo que no han visto o disfrutado, por lo que les han contado o han leído, y ellos mismos lo relatan con peculiar maestría. No son muchos tampoco los que son capaces de extasiarse ante lo que ven y sentir lo que ven hasta caer en el síndrome de Stendhal. Todo depende de la magia del momento y, a veces, conviene discernir entre lo que vemos y lo que sentimos.
La magia (el museo de la Casa del Temple es un ejemplo) se diversifica no bien la creatividad y la búsqueda de nuevas expectativas aparece en el horizonte de sus gestores. La casa del Temple es un museo que guarda un gran número de obras artísticas que merecen ser contempladas; pero también obras prestadas y admite exposiciones actuales (como la reciente del pintor chileno, afincado en España, Guillermo Muñoz Vera). Pero, en la intención de sus gestores, está que la expresión cultural de la Casa vaya mucho más lejos, como la creación de un gastrobar y organización de eventos.
Creo, como creería Epicuro, que es una forma abierta de decir que la Cultura no tiene muros y que hay que aprovechar que sus puntos cardinales se junta cada vez más.