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JUAN MARTÍNEZ El permanente viajero al rostro humano

Rogelio Blanco

Rogelio Blanco

“Juan Martínez, -Navas de San Juan (Jaén), 1942-  es un pintor establecido en Suiza y con dedicación apasionada a la pintura.”

El proceso creador de Juan nace de una permanente e inquietante reflexión que viaja al exterior –“Anábasis”- y con dedicada atención  a cuanto acontece; que viaja al interior –“catábasis”-   para procesar los contenidos recibidos y tamizarlos en el cedazo personal y transformarlos en conocimientos. Este proceso no lo restringe a su yo, pues siendo tan propio necesita compartirlo, exponerlo.

Los viajes creativos de Martínez, pues, son los dos modelos reiterados: el circular o de Ulises, sale de un punto alfa para regresar al mismo pero cargado de experiencia y el lineal, inicia la partida para no regresar. Sobre el territorio del viaje, con frecuencia lienzo o papel, precisa acompañarse de los elementos que den cabida a su inquietud: rostros de seres humanos y abundante simbología (saurios, cerillas, taus, calaveras, escalas, redes, etc.). Símbolos que sirven para reforzar y canalizar los mensajes que habitan en los rostros.

Fragmentos de Agora des mille. Juan Martínez

La diversidad de rostros son reflejos que emite un espejo al observador que los contempla, la presencia de una realidad dramática del género humano. Denuncias y anuncios. Denuncias de circunstancias reales: la soledad, el drama de un mal-convivir, la angustia diaria, el cansancio de los días, el tedio ante el devenir. Anuncios de la urgencia de un cambio necesario para una humanidad que se soterra bajo las ruinas  originadas por el ángel exterminador, por los domeñadores y atlantes del poder, por los serviles y por los indiferentes frente al drama que acontece y crece.

In facie ligitur homo –en el rostro se lee al hombre-  reza el dictum latino, y el rostro es la parte corporal  del ser humano elegida por Juan Martínez para enviarnos el mensaje, para hacernos viajeros copartícipes y no meros comparsas turísticos tanto en el viaje circular como en el lineal, hacia afuera sin regreso al punto de salida y con retorno, hacia afuera y hacia adentro, a fin de recibir conocimientos y cargarnos de experiencia que nos lleven a la reflexión, al compromiso, a la rebeldía contra la iniquidad, el dolor, la miseria, la vacuidad y el miedo que aún reinan en la geografía humana; la auténtica matria habitable, toda vez que es la más auténticamente reconocible y la claramente existente, a falta de la demostración fiable  de la existencia de otros espacios “extraterráqueos” aún pendientes de confirmar y aceptar por todos. Ni las bestias ni los dioses vendrán a salvarnos; las bestias porque no pueden y los dioses porque se hallan muy ocupados. La tarea salutífera para los humanos les es propia siempre que abandonen el iterado empeño de errar gravemente, la “hermatia” considerada por Aristóteles y novelada por Camus en Le malentendu, y apostando por la alteridad o anagnórisis. Sostener la compasión   (lat.: cum-padecere) y la empatía con los otros, y siempre que aceptemos que todo ser humano se revela  incompleto y necesitado, que necesita del otro y no ha de crecer sobre la miseria y abuso de los demás, es auténtica posición ética que confluye en el empeño de superar tanto obstáculo a fin de que el género humano ocupe este pequeño planeta como deseable.

Fragmentos de Agora des mille. Juan Martínez

En estos viajes propuestos por el guía-pintor Juan Martínez nos adentramos inevitablemente en los territorios de la desidia, de la vanidad de ciertos personajes, también en los ámbitos del pánico y la delación. Martínez, tenazmente, lo refleja a través de rostros de seres humanos, que pudiera ser cualquier expectante, que delatan el horror vacui, el miedo al vacío, que de continuo se presencia en los desiertos saharianos para los emigrantes que huyen de la guerra y del hambre y que ansía una geografía más amable que se les niega, de los asaltantes detenidos por las sanguinarias concertinas cuyos rostros muestran la desesperación, tras la indiferencia acartonada de los poderosos pletóricos de vanidad, de las bocas silenciosas y ajenas, también, de las bocas forzosamente silentes en rostros delatadores.

El siglo XX terminó con abundancia de déficits, de errores y de miradas desviadas a la construcción de  la “eurantropología” pretendida, siempre diseñada y escasamente lograda; de igual modo se inicia el XXI. Ante esta situación surgen creadores que a través de los medios que mejor se expresan, en este caso la pintura, se activan para someternos ante el espejo delatador, a la vez que nos exigen implicación.

Fragmentos de Agora des mille. Juan Martínez

Es difícil encasillar dentro de una escuela o movimiento a la pintura de Juan Martínez, tampoco le incomoda tal carencia asociativa, más se ofrece  radical, cargada de mensajes ajenos a la inanidad pictórica o al sencillo “decorativismo”. Es pintura nacida de una intensa internalización que urge exteriorizar y compartir. Martínez no acepta simulacros ni simulaciones, pues acude indiscreto al mensaje que quiere resaltar mediante una pintura de resistencia contra los irreverentes e impúdicos que atentan contra el género humano. Su relato  pictórico, tras larga experiencia, se mantiene antropocéntrico; y dentro del colectivo humano elige a los perdedores de la historia, a los sin voz,  a los que pierden su faz tras el haz de flechas del poder. Una mirada atenta de estas creaciones no permite la indiferencia. Exige duermevela del homo viator que todos disponemos y nos acompaña.

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