¿Se imaginan ustedes un mundo sin abejas?
¿Por qué están desapareciendo las abejas?
Aunque la frase, atribuida a Einstein, “Si la abeja desapareciera del planeta, al hombre solo le quedarían cuatro años de vida” es falsa, lo cierto es que si no existieran nuestras queridas abejas la naturaleza que conocemos sería diferente y la relación que tenemos con ella, fundamentalmente a nivel agrícola, también sería otra. No todos los cultivos desaparecerían, porque algunos dependen de otros factores como la autopolinización o los polinizan otros animales, pero todas las fuentes coinciden en que la pérdida de diversidad y de calidad alimentaria sería tremenda.
Y no estamos hablando tan solo de las abejas melíferas, aquellas que se mantienen en las colmenas. En un principio, y dado el tipo de relación establecida entre polinizador y polinizado, podría pensarse que si desaparecen las abejas la naturaleza encontraría otra alternativa para que se polinicen las plantas afectadas. Pero los mismos factores que atacan a las colmenas dañan también a los polinizadores silvestres, menos abundantes, como los abejones (Bombus sp.) o los abejorros (Xilocopa sp.) de modo que las pérdidas no solo afectarían a la producción agrícola, sino que también afectarían, y esto sí que resulta muy alarmante, al medio ambiente en general. Las plantas y los insectos han evolucionado, se dice que han coevolucionado, juntos desde hace millones de años, y si se daña a unos se daña también, y de forma irremediable, a los otros.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) de las 100 especies de cultivos que abastecen el 90% de los alimentos del mundo, las abejas polinizan más del 70% de ellos. Además, polinizan más de 25.000 especies de plantas con flores. Sin estos insectos ya no sería tan solo la actividad agrícola y por ende la producción mundial de alimentos la que resultaría perjudicada, sino que los propios ecosistemas naturales y la biodiversidad mundial resultarían amenazados.
Y aunque la labor polinizadora no sea exclusiva de las abejas, son las protagonistas de la polinización agrícola a nivel mundial cuyos beneficios económicos globales se estiman que ascienden a un total de 265 mil millones de euros.
Según el informe “El declive de la abejas” (Greenpeace, 2013) las poblaciones de estos insectos disminuyeron, en Europa un 25% entre 1985 y 2005. De entonces a esta parte se estima que las poblaciones van disminuyendo a un ritmo de un 20% anual. Este fenómeno se extiende a otros continentes. En EE.UU se calcula que desde 2006 las poblaciones han descendido entre un 30 y un 40%.
Son diversos los factores que han contribuido al declive de las poblaciones. De hecho existen lugares en Europa en los que ya no existen poblaciones salvajes de abejas. En todos los lugares en que se ha observado este colapso o desplome de las colonias convergen distintas causas tales como la práctica de la agricultura industrializada, la existencia de monocultivos, el empleo de pesticidas y herbicidas, la pérdida de hábitats para estos insectos, la existencia de parásitos que aprovechan la debilidad de las colonias o la presencia de especies invasoras que atacan directamente a las abejas en sus colmenas.
Principales amenazas
Los neonicotinoides son un tipo de pesticidas empleados en agricultura que llegan a provocar la muerte de enjambres enteros. Recientemente, a finales del 2018 entró en vigor la normativa europea que prohíbe la utilización en espacios abiertos de tres insecticidas de este tipo. Estos venenos se han empleado en todo el mundo en cultivos de hortalizas, frutas y cereales. La evaluación de los efectos de algunos de los más empleados ha permitido constatar que después de ser aplicados permanecen en el medio largo tiempo y se pueden encontrar en lugares clave para las abejas como el polen, el néctar, el agua o el suelo.
Pero los neonicotinoides no son el único plaguicida que amenaza a las abejas. El glifosato es un herbicida de amplio espectro (que elimina especies vegetales indiscriminadamente). Fue descubierto en 1970 y desarrollado por la multinacional Monsanto. Se trata del herbicida más utilizado en el mundo y aunque en un principio fue considerado inocuo para las personas, la Organización Mundial de la Salud lo tiene, a día de hoy, catalogado como potencialmente cancerígeno. Se encuentra inmerso en una situación polémica porque otras agencias gubernamentales no lo sitúan entre los posibles agentes cancerígenos para humanos pero, lo que sí parece claro es que resulta tóxico para los polinizadores, entre ellos claro está las abejas y los abejorros. En concreto este herbicida reduce la comunidad microbiana del intestino de las abejas haciéndolas más vulnerables a los agente patógenos y dificultando su nutrición.
El ácaro (Varroa sp.), procedente del sudeste asiático (se extendió a partir de las Islas Filipinas), es un ectoparásito que se alimenta del tejido corporal graso de las abejas, haciéndolas perder peso, debilitándolas y haciéndolas vulnerables ante cualquier posible infección. Se contagia de una colmena a otra y, si no se controla, suele llevar a su destrucción.
El Nosema ceranae es un hongo parásito unicelular, que se detectó en España en 2004. Es causante de la enfermedad que ataca las abejas adultas, provoca el despoblamiento de las colmenas y resulta frecuente en los países del sur del Mediterráneo. Provoca una alta tasa de mortalidad en las pecoreadoras (abejas obreras de exterior), lo que afecta al desarrollo de la colonia.
La avispa asiática (Vespa velutina) es una especie invasora detectada por primera vez en España en el 2010 y depredadora de las abejas melíferas. Ha invadido ya todo el norte de la península Ibérica.
Tanto varroa, como nosema o la avispa asiática son especies invasoras que al introducirse en el ecosistema han roto el equilibrio del mismo poniendo en jaque, en este caso a las poblaciones de abejas.
Si a todo lo anteriormente dicho le sumamos los efectos de un cambio climático que modifica en el ecosistema diversas variables que afectan a la distribución de las especias vegetales, a su biología en general y a aspectos tan concretos como su floración y fructificación, nos encontramos ante la tormenta perfecta que hace que gracias a la actividad humana las poblaciones de polinizadores en todo el planeta se encuentren amenazadas por agentes que o bien las atacan directamente porque depredan sobre ellas o las debilitan, de tal manera que se vuelven muy vulnerables al ataque de otros patógenos como bacterias y virus o porque perjudican su metabolismo y resultan envenenadas.
Así que el escenario es ¿nos imaginamos un mundo sin abejas?