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INTELIGENCIA ARTIFICIAL ¿Realidad o ficción?

Luis Usero

Luis Usero

¿Qué es la inteligencia artificial? ¿Sólo un concepto de moda?

La inteligencia artificial puede decidir los gobiernos o las votaciones populares.

Desde hace unos años la inteligencia artificial es un concepto de moda; se hacen películas, sale en los informativos, podemos oír el término en conversaciones en bares o restaurantes, pero qué es la inteligencia artificial y que es lo que busca…

Los primeros intentos para entender el cerebro humano de los que tenemos noticia parten de la antigua Grecia, Aristóteles crea un conjunto de reglas que describen una parte del funcionamiento de la mente para obtener conclusiones racionales.

Las primeras aproximaciones reales llegan en la década de los 50, Alan Turing publicaba su artículo “Computing Machinery and Intelligence” («Ordenador e inteligencia»), en el que establecía el test que hoy lleva su nombre.

El término de Inteligencia Artificial nace en el verano de 1956 en una reunión en la Universidad de Dartmouth en EEUU al norte de Nueva York.

La idea era crear un área de conocimiento para intentar simular de forma computacional las capacidades humanas, y poder comunicarse entre sí los investigadores que trabajaban en esta área.

Es interesante comentar el hecho de que en esta conferencia se hicieron previsiones triunfalistas que fueron extensamente financiadas y nunca conseguidas; lo que provocó que durante más de quince años no se dedicara casi ninguna subvención, ni pública ni privada, a estas investigaciones.

Finalizando la segunda década del siglo XXI, los logros de la Inteligencia Artificial en la actualidad son asombrosos; sería necesario un artículo completo para relatar todos los avances, pero sospecho que el lector tiene un dispositivo en el bolsillo que le puede informar extensamente.

Las inteligencias múltiples, que nos descubrió el psicólogo Howard Gardner en 1983, hacen un poco más complicada la labor de la inteligencia artificial. Hemos conseguido robots con piel sintética que son capaces de interactuar entendiendo las emociones que observan en sus interlocutores. ¿Son estas percepciones como la habitación china de Searle? o ¿Podemos considerarlas una propiedad emergente de un sistema artificial? Este debate tiene dividida a la comunidad científica.

Con el escándalo de “Cambridge Analytica”, descubrimos que la inteligencia artificial puede también decidir los gobiernos o las votaciones populares, alimentando a los usuarios con una dieta informativa adecuada a sus intereses.

Ésta empresa, con un algoritmo de Christopher Wylie, que en su juventud fue diagnosticado de trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) y dislexia, consiguió más de 50 millones de perfiles de Facebook. A través de técnicas de Big Data, configuró perfiles psicológicos, cuyo objetivo era intervenir en las decisiones de las personas. Influir en ellas, no mediante persuasión, sino mediante «dominio informativo»; un conjunto de técnicas entre las que se encontraban la difusión de rumores, desinformación y noticias falsas.

Actualmente, las expectativas sobre la inteligencia artificial serían comparables a las que teníamos en la conferencia de Dartmouth en 1956. El tan de moda, Yuval Noah Harari, historiador de la Universidad de Jerusalén, nos habla en sus libros de que, aproximadamente en 50 años, seremos “amortales”; es decir, solo podrá matarnos un accidente, ya que habremos hackeado el sistema biológico para alargar la vida de forma infinita.

Grandes visionarios como Nicholas Negroponte, fundador y director del MIT Media Lab, nos informa de que en un periodo aproximado de 30 años será posible fabricar material orgánico; es decir, poder comer un chuletón de Avila que el cocinero acaba de fabricar en su impresora 3D o con un dispositivo similar. Y que seremos capaces de ingerir una píldora con nanorrobots, que van a monitorizar nuestros órganos, incluido el cerebro; con los cuales erradicar las enfermedades.

Por otro lado, Según Rafael Yuste, neurobiólogo español, ideólogo del proyecto BRAIN (acrónimo inglés del Brain Research Through Advancing Innovative Neurotechnologies), que fue la iniciativa científica más ambiciosa de la Administración de Obama, nos indica que a fecha de hoy no somos capaces, no solo de interpretar un pensamiento, si no, ni siquiera de saber qué ocurre en nuestro cerebro cuando pensamos.

¿Será posible atesorar el conocimiento suficiente para conseguir estos logros dentro de unos años o tendremos un invierno en inteligencia artificial, como ocurrió después de la conferencia de Dartmouth?

Marvin Minsky, científico estadounidense fallecido en 2016, uno de los denominados padres de la inteligencia artificial y organizador de la conferencia de Dartmouth, nos comenta que “los humanos somos maquinas evolucionadas” y que “los grandes proyectos que intentan entender el cerebro humano van a ser una pérdida de tiempo y de dinero, ya que la ciencia no está preparada”. Además, que un joven investigador no puede encontrar ayuda para trabajar sobre el cerebro, a no ser que proponga alguna utilidad práctica en los próximos tres años.

Es interesante recordar que Minsky, tras la conferencia de Dartmouth, aseguró que el problema de la visión artificial se solucionaba con un estudiante de doctorado y 5 años. A fecha de hoy no somos capaces de igualar a nivel computacional, el reconocimiento de patrones que es capaz de realizar nuestro cerebro.

Bajo estas premisas, dependemos de las personas que deciden los gastos en subvenciones e inversiones; estas maravillosas personas ¿van a financiar la propuesta que permite acabar con el hambre en el mundo, la que nos va a alargar la vida o la que va a finalizar el cambio climático…?

Parafraseando a Henry Ford, «Tanto si crees que puedes como si no, tienes razón», dependiendo de donde pongamos la financiación, en el futuro conseguiremos unas cosas u otras.

El debate está servido.

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