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Historia de una posesión

Antonio Manilla

Antonio Manilla

Kamasutra para dormir a un espectro. Clara Janés.
Editorial Siruela. Precio:16,95 €

 

“El libro combina varios géneros, desde el artículo al soneto y el poema en prosa.”

“Intensa cala en una poesía erótica de muy alto empaque.”

Por el Antonio Machado que cantó a Guiomar sabemos que todo amor es fantasía. Que es él quien «inventa el amante y, más, / la amada. No prueba nada, / contra el amor, que la amada / no haya existido jamás». Este amante fantasma que aparece denominado desde el título como tal —un ser de otro siglo, cuyo advenimiento se procura por el hallazgo de una imagen de él, estableciéndose una comunión mística, es decir, mental— es el espectro al que Clara Janés ha dedicado este volumen poco propenso a dejarse definir, pues combina varios géneros, desde el artículo al soneto y el poema en prosa, con una intensa cala en una poesía erótica de muy alto empaque.

Según aclaraciones de la escritora que ocupa el sillón «U» en la Academia de la Lengua Española, en el origen de este libro y de sus poemas amorosos, carnales y espirituales a la vez, están el encuentro y colaboración con el artista vasco José Antonio Sistiaga, cuyos sugerentes dibujos de la Suite érotique ilustran la sección central del mismo, así como la cubierta. No son en absoluto inanes u ornamentales: coadyuvan a la comprensión e intensificación de la sutileza «ectoplasmática» que impregna todo el texto.

El título, Kamasutra para dormir a un espectro, procede de una voz que llega hasta la poeta: «No puedo dormir si no soy amado». Esa llamada convoca la presencia de un espectro, al que especularmente bautiza como Aralk, que se apodera durante tres días y tres noches de sus sentidos hasta alcanzar el pensamiento, convirtiéndola «en la encarnación de sus palabras». Por él escribe y adquiere existencia («con cada silaba vas cobrando vida hasta nacer»), y en la escritura comprobamos que se trata de un ente que tiene mucha relación con la ciencia, ya muy presente en su poemario anterior, Estructuras disipativas (Tusquets), y al que intenta hacer dormir a través del Kamasutra, un título que a todos suena pero pocos conocen.

Estamos ante un libro complejo, a años luz de la epidérmica sexualidad preadolescente de la poesía cuántica que se estila en ciertos ámbitos. También, de una intensidad que no admite muchos parangones en el panorama actual de las letras hispánicas.

Todo en él gira alrededor de ese espectro vacío, carente de sombra, que, «invisible, aunque ilimitado», representa el amor más puro, el que carece de sujeto tangible. Y nos presenta una experiencia amorosa en su totalidad, desde el presentimiento del amado a la despedida, sin ahorrarse ninguna de las etapas intermedias. Una vivencia plenaria que trastoca todo, también el orden en que se nos presentan sus partes, que no es cronológico respecto a su creación, sino acaso cicatrizante, nos parece, catártico, respondiendo a una disposición propicia a un proceso de cura del sujeto poemático que ha sobrevivido a una experiencia tan intensa y a su posterior desgarradura.

En el prólogo que lo precede, Victoria Cirlot aclara que el volumen muestra un movimiento retrospectivo, «yendo de los textos más recientes hasta los más antiguos, aquellos antiguos en los que ya se contenía lo nuevo, además de ese final que nos sitúa directamente en el pasado más cercano».

La primera parte, «El color prohibido» (2016), nos muestra el misterio de la inesperada vivencia de amor entre la nada y el todo, en una «zona no descrita por las ecuaciones». Indaga en el pasado donde tal vez se incubó ese presente y lo hace con tiento, apoyándose en la autoridad de voces de autores cercanos, piezas musicales, antiguos apuntes, todo ello reunido en una especie de collage que cuenta y apacigua, a la par intento de explicación y distanciamiento. La segunda sección, que proporciona título al conjunto, es de 2014. Propiamente es la historia de esa posesión enigmática, suprasensible, en otro plano de la realidad: el diario amoroso que contiene los poemas en prosa de «flamígero deseo» que arriba hemos mencionado. La tercera parte, «Apéndice» (2013), es en realidad una selección de composiciones del poemario (Psi) o el jardín de las delicias, antecedente «irracional» o intuido de este nuevo libro, precursor imprevisto, que se aclara a la luz de ahora. Finalmente, la última etapa es «Apostilla» (2017), que incluye un «Mìnimo canzoniere», poemas donde cambia la voz poemática y, si en «El color prohibido» era la amada quien ensayaba una despedida —de igual modo don Quijote inventó a Dulcinea y quiso despedirse de ella—, ahora es el amante espectro quien, ya «flor sin sombra más allá de los ojos», enuncia su adiós y se desvanece.

Se consuma así, en nuestra opinión, la liberación emocional o catarsis, quedando emancipadas la poeta y su voz para nuevos proyectos, legándonos a nosotros, los lectores, una de las historias de amor más hondas jamás contada.

Plegaria
Aquí está ya la noche con sus
astros y su fosca. Ven, insomne
espíritu, y entremos ensartados
en la rotación de amor. Nuestra
materia se trocará en energía,
nuestra energía se proyectará al
infinito. Ingrávidos flotaremos
en el abismo, como el cuerpo en
el mar. Tras ese vagar suave,
alcanzaremos el mayor
descanso con la sabiduría de
todos los estados adquirida por
las células. No te separes
entonces, quiero tu despertar en
mí, esa oración silenciosa. Y que
también a tu sueño me
incorpores.

Clara Janés

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