
El Desvelo Ediciones. Precio: 19 €.
En busca de la tumba perdida de Charles Baudelaire y otros escritores franceses.
El viaje y la investigación transcurren en un París de bombas y cinturones explosivos, el posterior a los atentados yihadistas de 2015.
Un «vuelva usted mañana» informatizado y galo, los interminables papeleos para acceder a realizar unas consultas en una biblioteca, le otorgan a Gabriel Insausti, el autor de En la ciudad dormida, el tiempo suficiente para comenzar la búsqueda de la tumba de Charles Baudelaire. De ese contratiempo —en todos los sitios cuecen habas, también en París—, nace este volumen que comienza casi como una novela y es un libro de viajes y un gustoso ensayo de literatura. Una obra que conjuga amenidad y erudición sin que se note, llevándonos de la mano a Père Lachaise y a Montparnasse, a Thiais y a Batignolles, adentrándonos en esa ciudad dormida que son los cementerios en pos de las tumbas de los principales escritores franceses y residentes en Francia durante los siglos XIX y XX.
La imagen de cubierta, el cuadro del romántico alemán Caspar David Friedrich «L´Entrée du cimetière», no deja lugar a dudas: el libro es una guía sobre espíritus ilustrados, un recorrido a través de las tumbas y obras de autores inmortales, que sobreviven al olvido gracias a la perennidad de sus escritos. «Nada hay más parecido a una biblioteca», se nos viene a decir, «que un cementerio». Por ajetreados y desquiciados que sean nuestros tiempos, la paz de un camposanto uno no se atrevería a calificarla como una sucursal del paraíso, pero bien mirado y con mucha fe puede considerarse su antesala.
Poeta, novelista, diarista y ensayista, Gabriel Insausti, que no hace demasiado publicó un extraordinario estudio sobre los poetas ingleses que ejercieron alrededor de la Primera Guerra Mundial en Tierra de nadie (Pre-Textos), vuelve su mirada ahora a los literatos parisinos. El viaje y la investigación transcurren en un momento concreto, datable para el lector: el París de las bombas y cinturones explosivos, el posterior a los atentados yihadistas de 2015 en que fueron asesinadas ciento treinta personas.
Allí había acudido nuestro escritor con la intención de realizar un libro sobre la torre Eiffel y, ante las demoras administrativas, se apresta a emprender un itinerario en el que nos llevará a visitar de la mano las sepulturas de los egregios autores que marcaron el inicio de la literatura contemporánea y sufrieron en sus carnes como ningunos otros las consecuencias de la caída del ser humano en la orfandad de mitos y dioses. El fin de los grandes relatos. La respuesta, en muchos casos, iremos viendo que es una especie de monaquismo laico: la búsqueda particular de un sucedáneo con el que rellenar el hueco dejado por el derrumbamiento de los grandes valores. La huella del pecado original, como expresión de expulsión del edén, que cada escritor arrastró durante toda su vida, es la idea de fuerza que anima todas las investigaciones del volumen: desde la ingenuidad de creer en las palabras al reconocimiento tardío y doloroso de la naturaleza imperfecta del mundo.
En este recorrido por las sepulturas de famosos escritores, tienen cabida desde Baudelaire a Cioran, pasando, entre otros, por Gautier, Villiers de l´Île-Adam, Verlaine, Huysmans, Maupassant, Proust, Wilde, Roth, Apollinaire, Sartre y Beauvoir. Junto al repaso de alguna parte de sus obras, se traza la «tanatobiografía» de sus últimos momentos sobre la tierra, un ameno anecdotario del que el lector puede extraer lecciones.
Al encuentro de sepulcros y páginas, formalmente, acuden dos: el viajero y el narrador del viaje, en un original desdoblamiento que permite al autor el trío y ponerlos en diálogo, cuestionar sus pesquisas o reafirmar sus disquisiciones. Se trata de una solución narrativa que da agilidad a los textos y, sobre todo, permite a Insausti desplegar en toda su extensión el rasgo del humor, con todos los matices que admite su paleta. Aunque estamos ante un ensayo literario y hasta delante de una interesante guía de turismo necrológico por los cementerios franceses, el sentido del humor inteligente anima y hace respirar al libro hasta el final.
Un término al que se llega en el panteón de los hombres ilustres con una hilarante y un poco gamberra conversación imaginaria entre Rousseau y Voltaire, esas dos almas de la Europa pretérita cuyos túmulos la historia quiso que estuvieran frente por frente, igual que sus ideas. Espiritismo literario a través de un médium que aboga por que comiencen a entenderse, por la cuenta que nos trae.