
Editorial Renacimiento Precio: 9,90 €
Eugenio d´ Ors destacó por sus reflexiones referidas al pensamiento acerca de la diversidad del mundo y de la vida.
Conviene leer este libro a tragos cortos y espaciados, meditando sobre lo que nos sugiere su sabor.
El aforismo es una sentencia breve y doctrinal que se propone como regla de vida, de conducta, de pensamiento o de arte, nos dice Carlos d´Ors desde el prólogo de Gnómica. Aforismos ilustrados, el volumen de la colección «A la mínima» que edita la editorial sevillana Renacimiento. Se trata de una antología espigada de entre los títulos del pensador Eugenio d´Ors, el padre intelectual del noucentismo catalán, especialmente en lo referido a la parte cultural, que ha buceado para la colecta en Gnómica, Nuevo Glosario, Novísimo Glosario y Diálogos, para rescatar, ilustradas por él mismo, el algo más de un centenar de esas «golondrinas de la dialéctica» con que el autor comparaba a los aforismos.
Eugenio d´Ors (1881-1954), que llegó a ser secretario general del Instituto de Estudios Catalanes y en 1920 se instaló en Madrid, exiliándose voluntariamente de Cataluña, alcanzó a ser, junto a Unamuno y Ortega, uno de los filósofos españoles más influyentes. Escribió novela y prosa poética, ensayos artísticos, pero sobre todo destacó por sus reflexiones referidas al pensamiento acerca de la diversidad del mundo y de la vida, unos textos breves que fue publicando en prensa, primero en La Veu de Catalunya y posteriormente en el diario abc, que genéricamente se titulaban «Glosario». Se trataba de meditaciones que, surgidas al hilo de la actualidad, buscaban un mayor calado, elevando el suceso a ejemplo, buscando la «semilla de eternidad» que en él pudiera estar encerrada. Como él mismo declaro en una ocasión, «mi profesión consiste en transformar en glosas todas las anécdotas que vivo. Yo, como glosador, tomo la Anécdota y la transformo en Categoría, así las grandes anécdotas colectivas como las personales. De modo que mi función, mi profesión es digerir anécdotas y no me acuerdo de ninguna, como no me acuerdo de los bistés que he comido en mi vida». Ese es el material a partir del cual se ha hecho esta antología sobre el escritor que también publicó, entre otros, bajos los seudónimos de Xenius y Octavio de Romeu.
En ella encontramos, ilustrados por el propio autor, acaso porque «es inmoral cualquier pensamiento que no pueda ser dibujado», glosas aforísticas sobre una multitud de asuntos cuyo lenguaje acaso haya envejecido pero cuyo fondo mantiene su vigencia en muchos casos. Están dictadas con un afán de claridad y sencillez, siguiendo una norma que Eugenio d´Ors tuvo presente siempre: «El estilo, como las uñas, es más fácil tenerlo brillante que limpio». Encontramos, por ejemplo, su conocida reflexión sobre clasicismo y tradición: «Solo hay una originalidad verdadera cuando se está dentro de una tradición. Todo lo que no es Tradición es Plagio», aunque uno prefiere esta otra: «Nada hay tan moderno como lo que no debe cambiarse». También algunas dedicadas al tema de vivir y jugar al que dedicaría su primer ensayo, La filosofía del hombre que trabaja y que juega, esa armonía de contrarios que identifica con la inteligencia, en la que siempre ha de haber una pizca de locura. En el titulado «Arte y Ciencia», sostiene: «Doble combate contra dos fantasmas: en Arte, lo inefable; en Ciencia, lo infinito».
Sabiduría comprimida la que propone este delgado tomo, no por breve poco enjundioso. Al revés, como suele ocurrir con el género, conviene leerlo a tragos cortos y espaciados, meditando sobre lo que nos sugiere su sabor, acaso reeditando la labor inversa que hizo nacer a cada glosa, es decir, transformando la categoría en anécdota de nuestro tiempo.
El diálogo, por ejemplo, D´Ors lo define como nada más que «la continuada disciplina del contraste», unas palabras que igual harían bien en aplicarse hoy, más allá del horizonte de los tribunales, los próceres que intentan gobernarnos. Porque, terminamos con otro de sus aforismos perennes, «la excepción arquetípica se llama genio. La excepción solitaria se llama monstruo».