Pasos al atardecer es un diario concebido al amparo de los días que reflejan la vida del autor.
Un diario debe rezumar verdad y mantener con el lector un compromiso de sinceridad.
Epicuro: Como lector y experto en diarios, ¿a qué cree que se debe la eclosión de ellos que se vive en los últimos años?
José Luna Borge: Hacia mediados de la década de los ochenta del siglo pasado se produjo una inesperada y feliz floración diarística desde diferentes sellos cuando parecía un género olvidado por las editoriales. Comenzaron a publicarse cuadernos como En el bosque de Valentí Puig, La negra provincia de Flaubert de Miguel Sánchez Ostiz o Los tres cuadernos rojos de José Jiménez Lozano, a los que pronto siguieron otros, suponiendo una bocanada de aire fresco que tuvo cierto éxito de lectores.
E: Dietarios, diarios…
JLB: El género del diario se entronca dentro de la narrativa autobiográfica. El dietario pasó de tener un uso doméstico o mercantil como libro en el que anotaban los ingresos de una casa o negocio, a aquel libro de notas o Carnèts, que dicen los franceses, en que los apuntes son ideas, frases, citas tomadas de aquí y de allá con idea de un desarrollo posterior o, simplemente para ser usadas en otras obras. El diario en cambio es ya una obra concebida como tal para ser publicada o no por su autor. En él se va vertiendo la andadura cotidiana, con sus días claros y otros de trueno, siempre siguiendo unos pasos y buscando un camino.
E: Los suyos, que bajo el título genérico de Veleta de la curiosidad alcanzan la quinta entrega con el recién publicado Pasos al atardecer (Editorial Eolas), ¿a qué tipo pertenecen?
JLB: Mis entregas son diarios concebidos al amparo de los días que procuran reflejar la vida del autor y aquellos rastros que va encontrando y dejando en el camino. Pretenden tener voluntad de estilo, mostrar una mirada, presentar una ciudad y unos pueblos andaderos que son la geografía vital y sentimental del autor y procurar una prosa con cierto aire poético para un lector cómplice. Frente al tipo de diario que mayor acomodo ha encontrado entre el público, el que se acerca al periodismo cultural o a la crónica culta y amena que gusta al lector de periódicos, los míos son diarios personales (hasta hace poco se decían íntimos) concebidos para ser o no ser publicados, de hecho, estuvieron muchos años inéditos, pero que cuando pasan a la imprenta no van «afeitados».
E: Antepone la verdad, entonces, a la recreación que busca el efecto literario. Quizá por ello no elude opinar en sus diarios sobre acontecimientos históricos.
JLB: La recreación no debe ser el objetivo prioritario de un diario, para ello está la literatura de ficción; si toda ficción ha de ser verosímil, un diario debe rezumar verdad y mantener ante el lector un compromiso de sinceridad acerca de su existencia, porque es testimonio de vida. Sin manipulaciones ventajistas. Resulta curioso cotejar en distintos diaristas, por ejemplo, un acontecimiento que marcó a este país como fue el 11 M: hay quienes ni lo mencionan, otros pasan de puntillas y casi nadie se atreve a opinar sobre aquellos terribles acontecimientos. En este volumen que acabo de publicar hago seguimiento de lo sucedido, consulto medios, doy citas y mi punto de vista sobre lo que en aquellos desalentadores días pasó. Pero en el diario actual se prefiere novelar, crear una autoficción, tan de moda en estos días, cuando no incluir relatos imaginarios que dicen o no cosas del autor. Esta es una tendencia que ha arraigado con fuerza entre algunos diaristas y puede que hasta de aquí surja un nuevo género.
E: En Pasos al atardecer están muy presentes dos geografías: la ciudad en la que habita, Sevilla, y su localidad natal, Sahagún.
JLB: La geografía sentimental de cada cual es un lugar de acogida en todo diario. En los míos sale siempre una ciudad, Sevilla, y dos pueblos, Sahagún y Salobreña. Hay también otros, Granada, León, pero son esos tres primeros paisajes urbanos señalados los que reiteradamente saco a pasear y me muevo en ellos en mis diarios. Sevilla quizá sea una de las ciudades más bellas de Europa, vivo aquí desde hace casi cuarenta años y es un privilegio pasear por sus calles, siempre inagotables, o descubrir nuevos rincones que te habían pasado desapercibidos. Ciudad acogedora donde las haya donde uno ha encontrado buenas gentes que le han enseñado a contemplar la vida de otra manera. Salobreña, el pueblo costero al que acudo en los veranos, es un rincón que me ha proporcionado reflexión, sosiego y belleza. Sahagún es otra cosa, es la casa familiar como lugar fundacional que he ido rehabilitando y mejorando, es el encuentro con la memoria familiar, con el mundo dormido y secreto de las cosas del campo. Un mundo que, verano tras verano, se desvela y va trayendo recuerdos que creía definitivamente perdidos, pero que estaban allí, en esa casa con su magia y sus ecos. Sahagún es inagotable; ahora que estoy jubilado paso más tiempo allí y es como volver al paraíso.
E: Abundan los poetas que publican diarios, como usted mismo, sobre todo de una manera sostenida. ¿Puede ser porque la materia de ambos sea el paso del tiempo?
JLB: Es cierto que ahora mismo hay bastantes poetas publicando diarios; quizá la dimensión de la poesía proporciona al escritor de diarios una peculiar manera de mirar el entorno y de escrutar el tiempo. El poeta es observador y el diarista también lo es, la materia de su diario ha de ser lo visto y vivido a lo largo de una jornada, así como lo soñado y pensado; ambos, poeta y diarista, trabajan con una materia tan delicada como escurridiza, el paso del tiempo. Un diario tiene unos nutrientes principales, además de la vida de su autor, como son las muescas, lascas y señales del tiempo que le ha tocado vivir, ese gran devorador de sueños y transformador de vidas que flanquea y acompaña nuestro andar, sea por caminos andaderos o por trochas impracticables. Hacerlo con dignidad y verdad, también con tesón, es tarea de todo diarista que se precie.