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EN EL LUGAR ADECUADO Estemos atentos, es hora de recordar

Victoria Clemente Legaz

Victoria Clemente Legaz

Tiempo es ya, tiempo es acaso todavía, de que intentemos los más hondos análisis de conciencia. ¿A dónde vamos? ¿A dónde íbamos? Preguntas son estas que llevan aparejadas otras, por ejemplo, ¿con quienes vamos? ¿quiénes van a ser en lo futuro nuestros compañeros en el viaje de la historia?

Antonio Machado, en Hora de España XX, 1938.

A pesar de no haber caído ni una gota al suelo, puedo oler a lluvia de verano. 

El recuerdo de sentirlo tiempo atrás en otras estaciones del calor, me permite vivirlo de nuevo antes de que comience la tormenta.

Estemos atentos a todo, porque es tiempo de recordar.

Tal vez por ser la estación de mayor calidez, el verano siempre fue uno de los momentos más idóneos para la reflexión y la calma. Con las largas tardes de luz se da mejor el tiempo para pensar y sacar cuentas de aquello que ya por vivido se aleja hacia otro pasado. También hay instantes para los anhelos, sobre todo, para aquellos de comienzos inmediatos con mirada renovada. Nos medimos, vemos lo avanzado, nos proponemos a nosotros mismos las mejoras, pensamos en lo aprendido y también en lo dolido y sufrido.

Los amores que nos han impactado se convierten en las cavilaciones más recurrentes, una canción, los viajes; la vida, en definitiva. La cuantificamos mientras hacemos balance de una felicidad prometida autocastigándonos si descubrimos que no hemos alcanzado la línea impuesta. Es tiempo de recordar, sí. Pero también es tiempo de hacerlo bien y para construir. Hemos de ser inteligentes en ello. Recordar contiene dentro la palabra corazón. Nace del latín recordare y se compone del prefijo re- (‘de nuevo’) y del elemento cordare formado sobre el nombre cor, cordis (‘corazón’). Antiguamente se creía que el corazón era la sede de la memoria. Hacía tiempo que no pensaba en algo tan certero como en esta idea. Y no es solo una creencia, también en otras lenguas románicas existen equivalentes con expresiones como ‘apprendre par coeur’ que significa ‘aprender de corazón’ en francés, o ‘know by heart’, que en inglés es ‘saber de corazón’. Hay que poner corazón en todo, esta idea ha de quedarnos clara. En cualquiera de los intentos de vida que tenga el ser humano, la guía más fiable de supervivencia será saber pensar o sentir de natural intención atravesando siempre el corazón.

Quizá por estar más presente, parece que hoy vivimos insistentes en lo pasado. Lo dejamos estar ahí, en nosotros, como si pudiéramos controlarlo sin tener en cuenta que todo aquello que nos ha ido habitando a través de generaciones, sigue afectando a lo siguiente por vivir. Con la intención de dejarlo estar en el tiempo que le corresponda, recordar significa volver a pasar por el corazón cuanto nos haya atravesado. Sea como fuere, nos hace fuertes el hecho de recordar para llevarlo, más tarde, a su lugar adecuado. Nos ayuda a sanar o a amar nuevamente, como si fuera por vez primera. Entonces, pensemos que es tiempo de recordar para dar paso a los próximos presentes que nos habitarán y que serán nuevamente recordados; porque reviviendo estamos dando vida a cuanto fuimos, haciéndolo damos el paso necesario para construir cuanto seremos.

No somos nuestra historia, no somos solo pasado, sino presentes que, para construir futuros posibles y brillantes, requieren ahora el tiempo de poner en el lugar adecuado aquello que ya fue. Dialogando y sin dejar de recordarlo cuantas veces sean necesarias, hemos de pasarlo nuevamente por el corazón para hacerlo más liviano, ser capaces de comunicar desde la ética interior para olvidar esa creencia que nos hace pensar que somos dueños de los recuerdos y de la historia. Debemos entender que solamente seremos dueños de cómo recordaremos. Y para ser fiel a ello, necesitamos instantes de diálogo, espacios y lugares donde sea posible. Hemos de aprender a construir utopía desde lo sencillo que nos ocupa: una sociedad libre de los pasados que pesan, ética en sus valores y humana en esencia.

Los instintos que no aprenden de la experiencia se esconden en nosotros y nos condenan a revivir tormentas ya pasadas. No olvidemos que para crear nuevos sueños, antes hemos de pasar por el corazón cuanto nos haya herido sin dejar en la razón de nadie aquella serenidad que nos es propia.

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