El Bierzo está vivo y brillante. Es hospitalario con el viajero y capaz de ofrecerle excelente gastronomía y deliciosos vinos.
Un sueño dorado entre montañas y viñedos; paisajes irrepetibles que se repiten desde siglos.
Ciertas actividades recientes me han permitido contactar de nuevo, cultural y físicamente, con ese singular territorio del pequeño continente denominado El Bierzo, que ocupa el occidente de la provincia de León.
De notable belleza, ordenado en forma de varios valles en la cuenca del río Sil, El Bierzo llegó a formar una provincia en la división territorial de 1832, incluyendo otros territorios leoneses como La Cabrera, Valdeorras y Laciana…Y si algún día, como bastantes pretendemos, el olvidado y demasiado maltratado Viejo Reino de León logra su propia e independiente autonomía dentro de España, sin duda El Bierzo, con Zamora y Salamanca, debería ser una de las provincias conformadoras de su espacio físico, histórico y cultural.
La primera de las actividades a que he aludido fue la presentación en la Real Academia Española de la edición en lengua francesa de El señor de Bembibre, de Enrique Gil y Carrasco, dentro de las acciones que, desde 2015, siguen conmemorando el II centenario del nacimiento del gran escritor romántico berciano. En el año 2018 se editó la versión en lengua inglesa –las magníficas ilustraciones son obra de Juan Carlos Mestre- y el presentador de las respectivas ediciones el director de la RAE, actualmente Santiago Muñoz Machado, fue Valentín Carrera, especialmente involucrado en la tarea editorial, de la que es responsable Paradiso-Gutemberg.
De paso, debo recordar que el memorable y quijotesco Viaje del Vierzo, que realizó y editó en libro el mismo Valentín Carrera en 1988, con fotos de Anxo Cavada, y que mereció el premio Francisco de Cossío, ha sido reeditado por el Instituto de Estudios Leoneses en los “Breviarios de la Calle del Pez”.
La segunda actividad tuvo que ver con mi intervención en el Curso de Paisaje José Carralero que, a lo largo del mes de julio, dirigido por la pintora y profesora Macarena Ruiz, y con apoyo del propio pintor y profesor José Carralero, se celebra desde hace algunos años en el monasterio de Santa María de Carracedo.
Un alumnado constituido por 25 personas trabajó en el curso estival intensa u eficazmente, y la prueba fueron los numerosos y bellos cuadros, resultado de la apasionada dedicación. Mi intervención consistió en impartir la conferencia de clausura, hablando de ficción y pintura, pero el viaje me permitió, no solo recorrer meticulosamente lo mucho que queda de ese gigantesco monasterio benedictino fundado a finales del siglo X y restaurado a mediados del XII -aunque la famosa desamortización de Mendizábal le hizo mucho daño…- sino celebrar algunos encuentros y visitas muy interesantes.
Citaré el encuentro con José Luis Prada Méndez -más conocido como Prada a Tope– y su esposa Flor Bonet, al que concurrimos los profesores y pintores Macarena Ruiz y José Carrralero, el experto en patrimonio cultural Jesús Celis, su esposa Araceli González, mi esposa Mari Carmen Norverto y yo.
El encuentro tuvo lugar en “El palomar”, la residencia de verano de Prada, un delicioso lugar (¡a Tope!) rodeado de viñedos, y al hilo del refinado ágape y con el cristalino rumor de una fuente, disfrutamos de los estupendos vinos de la casa y charlamos de muchos asuntos, entre ellos del pasado romano de El Bierzo, lo que nos dio pie, al día siguiente, para visitar Castro Ventosa, el centro de la comarca, un lugar de extraordinaria perspectiva panorámica.
En Castro Ventosa, tras una primera población prerromana –astur- que los romanos denominaron Bergdunum, se instaló una importante población romana, Bergidum Flavium, que fue la capital del territorio. Aparte de la impresionante panorámica a la que antes aludí, que permite dominar la comarca con toda su ondulación y el montañoso horizonte, el castro es enorme, y se muestran alrededor muros y cubos que nos dan idea de lo importante que fue la fortificación. Nada más hay a la vista, salvo restos de viñedos, maleza, y una caseta oficial con un funcionario para ejercer un mínimo control.
Seguramente la investigación de ese subsuelo, el día que se inicie, nos ayudará a descubrir muy interesantes restos y testimonios del pasado de Bergidum a lo largo de muchos siglos, del mismo modo que ha sucedido con otros lugares bercianos como Villafranca, Balboa, el lago de Carucedo o los canales que llevaban el agua para tratar los terrenos auríferos.
En cualquier caso, el encanto del lugar y de los que lo rodean, y los restos culturales notables como este Castro Ventosa, o las Médulas, entre atractivas poblaciones, aparte de hacernos imaginar el pasado, nos permiten comprobar la vigencia de un Bierzo vivo y brillante, hospitalario con el viajero y capaz de ofrecerle excelente gastronomía y deliciosos vinos, así como las construcciones, de las pallozas a los castillos y espacios naturales, que tanto lo enriquecen.