“Hace algunos años, se puso de moda en el entorno empresarial y ejecutivo jugar al golf como medio para hacer “networking” y cerrar acuerdos, de una manera más abierta, sin una mesa por medio, cuerpo a cuerpo.”
Por otro lado, podríamos decir que el golf puede ser positivo para la gestión empresarial, ya que favorece el desarrollo de ciertas habilidades como: la toma de decisiones, autocontrol, tolerancia al error, competitividad, gestión del estrés….
Tal fue el boom que hasta yo me atreví a coger los palos.
Pero no voy a hablar de golf, sino de liderazgo en analogía con el golf.
Se dice que nadie nace aprendido y es que, cuando nacemos, cada uno tenemos unas mejores condiciones innatas para el desempeño de determinadas competencias; es lo que se suele decir: es que tiene madera de… bueno realmente yo diría es que tiene semilla de… porque para tener madera primero hay que regar la semilla con voluntad y aprendizaje y, de la misma manera que se aprende a jugar al golf, también se aprende a ser líder.
Antes de seguir avanzando voy a aclarar mi postura sobre la pregunta más manida del liderazgo, ¿el líder nace o se hace?, en realidad como dice Stephen R. Covey, el líder ni nace ni se hace, simplemente decide serlo, yo añadiría … y luego aprende, es decir, voluntad y aprendizaje; vamos, que se hace si quiere.
Llegados a este punto, aclararé que para mí el liderazgo es: una influencia que se ejerce sobre las personas, que permite incentivarlas para que trabajen de forma voluntaria comprometida y entusiasta en la consecución de un objetivo. No sólo importa, por lo tanto, que las personas hagan lo que tienen que hacer, sino que además lo hagan de una manera determinada.
Pues bien para ejercer esa influencia, cada “liderillo” tiene su librillo, o mejor dicho su carácter; esto lo explicaré luego.
Ello nos lleva a que existan distintos tipos de liderazgo. No me voy a extender en ello pero si enumeraré los principales estilos y algunos rasgos de cada uno:
Afiliativo: Colaborativo, permisivo; fomenta la amistad y la armonía…
Autoritario: Exceso de control; se basa en el miedo, se centra en el error, no tiene en cuenta la opinión del equipo, no alaba y critica públicamente…
Timonel: Focalizado en resultados y objetivos; cortoplacista, iniciativa, impaciencia, poca delegación, poca empatía…
Coach: Delega, fomenta la confianza, estimula la autonomía, persigue el desarrollo del potencial de los integrantes del equipo, sin olvidar los resultados..
Democrático: Trabajo en equipo; alienta el consenso, parece más un miembro destacado del equipo que un líder…
Visionario: No impone, inspira, transparente y empático..
Podríamos preguntarnos ¿cuál es mejor estilo de liderazgo?
Si volvemos al golf, para mí el líder debe portar en su espalda la bolsa de palos, aquí no hay “caddie”, y saber manejar cada uno dependiendo de la situación en la que se encuentre su equipo, su empresa, su entorno.
No es lo mismo afrontar una situación crítica en la que quizás deba predominar más un estilo “afiliativo” que fomente la motivación y salvar diferencias entre miembros del equipo, que una situación en la que se necesitan cambios rápidos con miembros conflictivos donde primará un estilo “autoritario”. O bien si se necesitan resultados inmediatos, en cuyo caso entra en escena el líder “timonel”. O bien se quiere el desarrollo y mejora de potencial del equipo a largo plazo, donde es más propio un estilo “coach”. O quizás necesitemos adaptarnos a circunstancias en las que predomine el consenso, empleando para ello un estilo “democrático”.
Es cierto que, en función de nuestro carácter, de nuestro nivel de desarrollo personal, de nuestro estado actual, va a predominar un estilo de liderazgo sobre los demás; vamos, que se nos va dar mejor un palo que el resto.
Pero una buena noticia es que esto no es invariable, sino que podemos evolucionar. Podemos cambiar nuestro carácter, desarrollando nuevos hábitos y creciendo personalmente. Ello nos llevará a tomar como base un estilo que sea el más apropiado a las circunstancias que prevalezcan en ese tiempo y que demanden nuevas formas y maneras de hacer.
Por lo tanto, el líder, para mí, “se hace de manera continuada”, evolutiva con su persona, con su capacidad de adaptación a las circunstancias cambiantes de su entorno. Os diré que mi estilo de liderazgo ha pasado de un estilo base timonel a un estilo coach y seguro que no me quedaré aquí, ya que empieza a aparecer la “redarquía” y ello, seguramente, exigirá el predominio de un estilo más democrático; pero, paso a paso.
Ahora bien, como ocurre en el golf, donde el campo es sinuoso y las circunstancias de cada golpe requieren su palo, si no sabes manejar todos los palos no vas a poder ganar el partido o al menos mejorar tu “hándicap”.