¿Qué es el instinto de la línea recta?
Al mirar un gráfico lineal, es prácticamente imposible no imaginar de manera instintiva una línea recta que se extiende más allá del final de la tendencia, hacia el futuro, pero nuestro instinto de la línea recta no siempre es una guía fiable y pude jugar en nuestra contra.
El instinto de la línea recta lo utiliza Hans Rosling en su libro Factfulness para explicar comportamientos no lineales de determinadas variables, como el crecimiento de la población mundial; libro que es una llamada a la conciencia plena de la realidad de los hechos basada en datos reales, lo cual nos demuestra que quizás tengamos una visión equivocada del mundo y por qué las cosas están mejor de lo que pensamos. En otro artículo comentaré sobre este interesante libro, premio Knowsquare 2018 (cuando lo termine de leer).
Volviendo al instinto de la línea recta, quién nos iba a decir que la línea recta del crecimiento económico hasta 2008 iba a sufrir un cambio de tendencia tan agudo y radical con la crisis. Muchas decisiones se tomaron siguiendo ese instinto, pensando que la línea recta creciente iba a ser indefinida.
Hay llamadas de atención expresas que nos alertan sobre estos comportamientos no lineales o sobre el esfuerzo que representa en cada momento mantenerlos en esa línea recta creciente, como la frase que acompaña al título de este artículo: “Rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras” que nos podemos encontrar en muchos productos financieros, especialmente en los fondos de inversión.
Esto es un aviso al inversor de que el entorno económico está sometido a múltiples influencias que pueden alterar el comportamiento de los mercados o de determinadas sociedades que en ellos cotizan y, en consecuencia afectar a la tendencia de los rendimientos obtenidos en el pasado si se siguen aplicando las mismas líneas y parámetros de gestión e inversión.
Veamos el plano personal:
El instinto de la línea recta también se aplica a nuestros comportamientos, teniendo como punto de apoyo la zona de confort, la autocomplacencia, la falta de humildad, la arrogancia, el conformismo… pero el mercado del mundo nos pondrá en nuestro sitio rompiendo esa tendencia, si no hacemos nada para remediarlo.
En todos nosotros impera la ley del mínimo esfuerzo, es decir obtener el mismo resultado con el mínimo esfuerzo, y eso está bien, ¿pero qué pasa si confundimos mínimo esfuerzo con mismo esfuerzo en diferentes circunstancias? pues que mantener la línea creciente de nuestros resultados personales sin cambiar nuestra estrategia va a ser muy difícil en un entorno V.U.C.A. como el actual.
Me explico:
Cuando estudiamos y aplicamos un esfuerzo en las primeras evaluaciones de las asignaturas o en los primeros cursos y obtenemos buenos resultados, a veces seguimos aplicando la misma o menor dedicación, esfuerzo y metodología a los siguientes exámenes y cursos, unas veces por exceso de confianza y otras por comodidad, quizás sin tener en cuenta que la materia o el programa se van complicando y entonces los resultados ya no son tan satisfactorios y eso es una llamada para cambiar pero seguimos igual y al final el sobresaliente se transforma en un aprobado raspado.
El mundo cambia y nosotros tenemos que cambiar con él, para ello es necesaria una actitud permanente de aprendizaje, humildad de no saberlo todo y espíritu de crecimiento personal y profesional, y todo esto no se puede conseguir solo pensando que la línea recta de nuestra trayectoria se va mantener sin más, como si la proyectásemos sobre el papel. Debe prevalecer la actitud, la fuerza de voluntad, el espíritu de sacrificio, el aprendizaje continuo, la gestión de la incertidumbre… Si además le añadimos dosis de creatividad, riesgo e innovación, la disrupción personal está asegurada consiguiendo un cambio de tendencia mucho más creciente y positiva.
Recordad que lo mismo que los malos resultados empresariales o las bajas notas en las asignaturas, son indicadores de cambio, las acciones poco efectivas, no dar lo mejor de uno mismo, el bajo grado de motivación día a día… son también indicadores de cambio para, al menos, mantener nuestra línea recta personal creciente.
Y ¿qué pasa en el campo de la empresa?
Los estilos tradicionales de dirección que han conseguido hacer crecer las empresas y obtener beneficios en el pasado, en muchos casos se han mantenido arraigados intentando con ello sostener la tendencia de la línea recta creciente y aplicando aquello de que si algo funciona no lo cambies. Pero los vertiginosos cambios actuales del entorno y las circunstancias hacen peligrar esa línea recta creciente al desaparecer los antiguos paradigmas que refrendaron esas actuaciones.
¿Y qué hacemos?
Pues no queda otra que cambiar, adaptar la cultura corporativa, la estrategia, el estilo de liderazgo…
No se puede vivir de las rentas, como se suele decir y hay que generar resultados hoy, en un mundo supercompetitivo y cuya constante es el propio cambio.
Alguien me comentó una vez cuando estábamos en una empresa en pleno proceso de cambio, que uno de los costes más elevados para lograrlo era el coste de la experiencia. Me quedé pensativo, pero, rápidamente, entendí el mensaje: iba a ser difícil cambiar lo que se venía haciendo durante muchos años y afrontar creencias como: es que aquí esto siempre se ha hecho así o nadie me va a enseñar a mí sobre este negocio.
Fijémonos como una fortaleza como la experiencia, llevada al extremo, es decir con poca flexibilidad, se puede transformar en debilidad.
Esto lo comento porque aunque la caída de resultados suele ser un detonante objetivo para ponerse en marcha y afrontar el cambio, muchos propietarios, consejeros delegados… lo afrontan más como una obligación y no como una convicción y dicen que sí con la boca pequeña en un alarde de gatopardismo, haciendo pequeñas modificaciones para que, realmente, nada cambie; pensando en el fondo que ellos no van a cambiar porque de esto saben más que nadie y van a conseguir mantener su línea recta creciente pase lo que pase.
Las recomendaciones para convencer, en estos casos, casi siempre van a venir de fuera: competidores a los que siempre has admirado y que están afrontando el cambio, asesores externos que recomiendan el cambio, clientes y proveedores que exigen el cambio, pero aun así, lamentablemente, en muchos casos la resistencia es brutal y al final se terminan tomando las decisiones cuando se está ya en el precipicio, haciendo muy difícil que el instinto de la línea recta juegue a tu favor.
Tú eliges: Crecimiento constante (capacidad de adaptación, aprendizaje y esfuerzo), disruptivo (además de lo anterior: creatividad e innovación) o decrecimiento (inflexibilidad, complacencia, arrogancia).