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DÍAS DE 1955

José Luna Borge

José Luna Borge

José María Souvirón, Diario I. / Bibl. ASR
Diario I: Cuadernos I, II, III José María Souvirón.
Edición de Javier La Beira y Daniel Ramos.
Málaga: Centro Cultural Generación del 27

Souvirón acertó a escribir un diario cuando en España no había costumbre.

Todo diario es una prueba de sinceridad.

Cuarenta y seis años después de su muerte se publica esta primera entrega de los diarios de José María Souvirón (Málaga 1904-1973) que abarca desde el 25 de septiembre de 1955 hasta el 11 de julio de 1958; los tres primeros cuadernos de los doce que dejó manuscritos.

Se trata de un estilo diario con voluntad de estilo y pensado para ser publicado, según indicaciones del autor a su sobrino, seis años después de su muerte. Gracias al cuidado de los editores Javier La Beira y Daniel Ramos y al Centro Cultural Generación del 27 ha podido ver la luz este primer tomo, se anuncian otros dos que deseamos no tarden tanto.

Souvirón, junto a Emilio Prados, Manuel Altolaguirre y José María Hinojosa fundó en 1923 la revista Ambos. Su primer libro de poesía Conjunto apareció en 1928 en la colección de Litoral. Amigo en una primera época de Pablo Neruda, Dámaso Alonso, Leopoldo Panero y Luis Rosales, conoció a todos los del 27 y formó parte de la intelectualidad del Régimen ocupando cargos en el Instituto de Cultura Hispánica (Cátedra Ramiro de Maeztu) y la subdirección de la revista Cuadernos Hispanoamericanos (el director era Luis Rosales).

Poeta, novelista, ensayista y traductor. De 1951 a 1953 pasó, con interrupciones, diez meses en París y doce en Chile, donde fue catedrático de Literatura de la Universidad y director de la editorial Zig-Zag de Santiago.

A los cincuenta y cuatro años decide comenzar un diario y en una de sus primeras entradas (9 de octubre de 1955) nos cuenta cómo fue y qué tipo de diario quiere hacer:

“La verdad: escribo este diario para mí, pero con         cierto deseo de que lo pudieran leer otras personas.

“Tarde lo he comenzado, sin duda. Lo que me hizo abandonar varias veces la idea, desde hace años, fue el haber leído otros muchos, famosos estos, y con tanto deleite como sorpresa, con tanto interés como desconfianza, así, sin hacer mucha memoria, los de Pepys, Gide, Julien Green, Baudelaire, Kafka, Paul Léautaud. En todos hallé una mezcla de sinceridad, de confesión y literatura, escapatoria, justificación, que me atemorizaba para empezar el mío.”

“Por fin, me decidí, como Green, que al iniciar el suyo da por toda explicación: “En 1928 me comprometí ante mí mismo a llevar regularmente un diario y a contar en él toda mi vida”.”

“No sé hasta qué punto la llevaré yo regularmente ni si contaré aquí toda mi vida. Depende de la intensidad que le demos (Green y yo) a la palabra toda.

(págs. 92-93).

El lector puede encontrar abundantes anotaciones como están repartidas por el diario; Souvirón quiere dar testimonio de vida confesando con sinceridad lo que le depara su andadura, así encontramos evocaciones del pasado, crónicas de la realidad cultural y social de España e Hispanoamérica, reflexiones sobre sí mismo y su obra, impresiones sobre escritores y poetas… Y no solo impresiones, a veces, como cuando se refiere a Cernuda con ocasión de la publicación de su Estudios de poesía española contemporánea. O la referencia que hace a los hermanos Machado ante una fotografía encontrada en París: «Joaquín Pérez Villanueva me enseña una fotografía que ha encontrado en París. En ella, don Miguel Primo de Rivera, de capa, con un gran empaque, siendo dictador de España, está entre Manuel y Antonio Machado el día del estreno de: ¿Julianillo Valcarcel? ¿Las Adelfas?… Al lado de Antonio Machado está José Antonio, muy joven. Fotografía impresionante, muy española… de otro tiempo. ¿Sería posible hoy esta fotografía? Creo que no».

Las peleas entre Neruda y Huidrobro en Chile, la tierna y emocionada evocación de la visita a Azorín en su casa de Madrid…, en fin, impresiones sobre arte, política, la mujer (su visión es de un machismo pasmoso), viajes, ciudades, paisajes, etc.

Todo pasa por la mirada de este fino escritor y atildado caballero que acertó a escribir un diario cuando nadie en este país se acordaba de este género (sólo Rosa Chacel y César González Ruano lo habían hecho) y, dada su privilegiada posición dentro de la elite cultural del Régimen, este diario está llamado a convertirse en espejo y referencia de aquellos años.

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