
Báltica Editorial 2018. Precio: 20,95 €
El primer acierto de Sergio Sánchez Benítez, el traductor de Lost in Translation, ha sido evitar ser fiel al título original, para que no fuera relacionado erróneamente con la película de la cineasta norteamericana Sofía Coppola.
Y, a mayores, respetar su esclarecedor subtítulo: «Una vida en una nueva lengua», el cual, inmediatamente, nos pone sobre la pista de que estamos ante unas memorias.
El relato de una vida inmersa en un marco histórico concreto y definido, tanto más interesante cuanto en este caso se pasa de la Polonia bajo el influjo soviético al «aburrido» Canadá y se termina en los capitalistas Estados Unidos. Unas memorias bastante peculiares porque vienen adobadas de pensamiento y acción, no estando lejos de leerse como si de un ensayo o una novela se tratase en bastantes tramos.
Eva Hoffman, la autora, se crio en Cracovia y actualmente reside en Londres. Su existencia, como miembro de una familia judía de supervivientes al holocausto, en 1959 se vio ante la perspectiva del exilio por el creciente antisemitismo del régimen comunista polaco, emigrando a Vancouver y, posteriormente, a Dallas y Boston. Profesionalmente, llegó a ser editora y crítica de libros del New York Times, ha presentado programas de radio y publicado novelas y ensayos. Extraña para mí, que apareció en 1989 y fue su debut literario, supuso un éxito inmediato y se tradujo a varios idiomas, llegando ahora de la mano de Báltica Editorial al nuestro. Ha sido calificada como un clásico del desarraigo.
En un fresco cóctel entre diario y ensayo, Extraña para mí nos narra la transformación de Ewa en Eva, la metamorfosis de la adolescente polaca que huye de su país en la mujer integrada en una nueva cultura hasta el punto de adquirir responsabilidades que no están al alcance de muchos nativos. Por el camino vemos perderse a la joven pianista que apuntaba maneras y nacer al atribulado ser «híbrido» que se siente atrapado entre dos lenguas, para el cual —nos dice— la desposesión lingüística «está muy próxima a la desposesión del yo».
No en vano, la primera de las tres secciones de este relato aparece bajo el epígrafe de «El Paraíso»: predomina el sentimiento de pérdida o expulsión. En la segunda, «El exilio», la confrontación con comportamientos sociales desconocidos y una cultura que es en todo ajena a una familia del este de Europa, en la que permanecen como atavismos ciertas «creencias subcutáneas». La sección final, «El Nuevo Mundo», la más extensa, refleja la inmersión en el reivindicativo mundo universitario norteamericano de los años 70 y 80, y la integración. Hasta donde es posible, pues nunca deja de ser un enfrentamiento incesante con la Cultura de un pueblo, el americano, al que para colmo lo que le preocupa sobre todas las cosas es «saber quiénes son».
La cuestión de la propia identidad, extraordinariamente reflejada en el idioma como conflicto para el inmigrante, que le lleva a ser un extranjero para propios y extraños, está latente en cada página de esta obra. Mientras el país perdido se conserva tal y como uno lo recuerda, embellecido por su inmovilidad en la memoria, el nuevo está inmerso en la cambiante historia que nunca se detiene y el abarcarlo se antoja como un reto para un titán. En la primera síntesis del exiliado, la identidad termina juzgándose como fragmentaria, compuesta de teselas despegadas, un amasijo de piezas con las que no habrá forma de componer una personalidad.
Extraña para mí. Una vida en una nueva lengua nos propone, con una prosa cargada de vivencias y pensamiento, intimista y amena, un éxodo por etapas: el largo viaje desde el «siento que mi vida se acaba», exhalado sobre la cubierta del barco en el que se parte al exilio, hasta el «¿cómo podría vivir en otra parte?», asumido después de una existencia por varias ciudades de diferentes naciones y a la que por fin parece habérsele encontrado, al menos temporalmente, su lugar propio. Un lugar que es una identidad con una lengua, sí, pero más aún el encuentro de una voz propia como escritora; la asunción de una nueva cultura, pero sobre todo la libre y desprejuiciada aceptación de lo porvenir.