
Editorial Planeta. Precio: 16,90 euros.
Es imposible no estar de acuerdo con muchos de los presupuestos de este libro, We Too, de Octavio Salazar.
Sobre todo, de aquellos que son contrastables y han sido contrastados por la Historia.
Desde su nacimiento, Epicuro viene demostrando que está a favor de la mujer y de la lucha por la igualdad, con el convencimiento de que dicha igualdad de derechos entre sexos es la vía para lograr un pedazo de esa felicidad, hacia cuya consecución, en buena medida, orienta la Revista de los grandes placeres. No hay duda de que el placer compartido en igualdad de condiciones en una relación, cualquiera que sea su naturaleza, se disfruta mucho más. La soledad, el individualismo, son máscaras de la infelicidad; aunque también sobre esto habría que hablar con calma.
Yo mismo he manifestado en varias ocasiones mi parecer al respecto y mi total adhesión a la postura de Epicuro con la causa, noble y necesaria, de la mujer en estos tiempos de zozobras en los que vuelve la incertidumbre sobre nuestra identidad y nuestra posición en el mundo. La lucha que, de seguro, no hemos iniciado los hombres, lo he dicho ya, ha de ser una lucha de todos: hombres y mujeres; y creo que estamos en el buen camino. Al menos, en el camino de la visibilidad y la proyección de lo que se desea, a pesar del muro que todavía se alza entre la realidad y el deseo, que diría el poeta.
Cierto que lo he hecho añadiendo algunos matices que, en mi opinión, ni entorpecen ni nublan la idea de que todos hemos de ser iguales, no sólo entre hombres y mujeres, sino también entre hombres, entre heterosexuales, gays y lesbianas, entre razas, religiones e ideales. Sigo pensando que, en el caso concreto de la mujer y su causa, no conviene (aunque quizá sea inevitable) mezclar la lucha por la igualdad con la siempre despreciable “violencia de género”: esa lacra deplorable de la sociedad que debe ser atajada por la justicia y las fuerzas de seguridad. La lucha por la igualdad debe discurrir paralela a la necesidad de acabar con la violencia en cualquiera de sus manifestaciones: contra las mujeres, los homosexuales, luchas de religión, guerras; donde las víctimas no tienen género, por más que sean más impactantes los casos de violaciones, vejaciones, persecuciones por razón de sexo, torturas, dictaduras criminales, etc… Todos los medios que se empleen en ello serán pocos siempre; pues el poder y la supremacía todavía campan por sus respetos y los intereses, sobre todo económicos son muchos.
Coincido, como no podía ser de otra forma, con Octavio Salazar en lo que la Historia dice: la mujer ha sido la víctima propiciatoria durante siglos de machismo imperante. Comparto que hasta bien transcurrido el siglo pasado a los hombres nos educaban para el disfrute y a las mujeres para el sufrimiento y el cuidado nuestro y de la prole sucesiva. Los ejemplos son infinitos y no hay comparación posible entre los hombres y las mujeres en la que siempre salimos ganando. No olvidemos el derecho de pernada, como grado sumo de incoherencia social y abuso personal. Los siglos nos dan la razón a los que protestamos.
¡Es hora de que esto cambie! Queda mucho por hacer y ese mucho por hacer depende de la Educación, como bien dice Octavio Salazar en We Too, que se postula como “Brújula para jóvenes feministas”.
Estimo que la puerta de los prejuicios y los miedos ya ha sido derribada y que es el momento de amueblar el interior del edificio. Por eso, me gustaría que se empezase a hablar de “masculino” y “femenino” como conceptos complementarios cuyas líneas de actuación lleguen a juntarse pronto. Gozaríamos de una sociedad más justa y equitativa, donde palabras como “machismo”, “feminazi”, “supremacía”, sólo fueran reminiscencias de un pasado superado. Ese podría ser un principio para la felicidad.
El libro de Octavio Salazar, muy bien documentado, propone una reflexión que va más allá del pensamiento, una reflexión necesaria, una denuncia oportuna del machismo y propuestas para que esto cambie, culpabiliza al hombre y su preponderancia de que la injusticia siga aflorando a pesar de vivir en una democracia y dice, con verdad, que hasta que el asunto de la igualdad de género no esté resuelto la democracia será endeble.
Espero que cuando se hagan otras ediciones de su libro, el autor tenga que añadir muchos matices y que sea porque la realidad haya cambiado.