
Random House. Precio: 21,75 €
Christina Rosenvinge nos trae en Debut la aventura mde una aventura: la de vivir, la de escribir, la de hacer música, la de viajar, la de ser libre.
Tormenta y por supuesto luz. Hija de la tormenta y, sobre todo, de la luz, como Nicola Tesla.
Inicia Christina Rosenvinge este Debut. Cuadernos y canciones (Random House, 2019) contando la anécdota de la niña que metió un tenedor en el enchufe y que por primera vez sintió “el látigo feroz de la electricidad”. Desde este cortocircuito, desde este descubrimiento, articula una confesión entre el ardor y la nostalgia de lo que ha sido y es su vida y su paso por la escena artística española e internacional estos últimos treinta años. Lo hace deteniéndose uno a uno en sus discos, desde Que me parta un rayo (1992), su comienzo en solitario, hasta Un hombre rubio (2018).
Ni mujer sin nombre (como la esposa de Lot) ni mujer sin voz (como la ninfa Eco). Ni mujer sin una habitación propia (al dictado de Virginia Woolf). Ni mujer que sucumba a la vida matrimonial y doméstica (como Sylvia Plath). Christina Rosenvinge nos trae en este libro la aventura de una aventura: la de vivir, la de escribir, la de hacer música, la de viajar, la de ser libre. De alguna forma, este libro se ofrece al lector en forma de reinvención continua, de bildungsroman. Como una flecha lanzada, nos concede su aprendizaje a ser ella misma. Los largos años con Bicho o el verano fatal al lado de Nacho Vegas, el cementerio de Auver-sur-Oise donde el cielo se pronuncia en mitad de una canción o la revelación política en un viaje a Estepona. Las siluetas únicas, rompedoras, de Anne Sexton, Violeta Parra o Louise Bourgeois la acompañan de fondo en esta deriva fantástica, que fluctúa entre el entusiasmo y el éxito, el glamour subterráneo y la soledad y la lucha por que cada una de las canciones amaneciese. Sin duda, hay en el fondo de estas páginas una elocuente, tutelar veta literaria. Como lluvia fina se filtran en las letras las presencias de Sophie Calle o Nicanor Parra, de Jean Cocteau o Karen Blixen, de Isadora Duncan y Tracey Emin.
Debut está estructurado de forma oscilante, en una selección de momentos narrativos o interludios reflexivos o sensaciones “fulminantes”. Rosenvinge se queda con lo esencial y descarta lo espurio. Sólo aquellos episodios, aquellas anécdotas que tienen relieve. Las que suman o restan, pero siempre dicen algo. Como Crónicas de Bob Dylan o Vida de Keith Richards, esta biografía musical y espiritual despliega un puzzle. Desde él podemos asistir a la introspección necesaria de quienes han hecho del arte su vida, de quienes siguen intentando bogar en la corriente. Por lo demás, el cancionero, intercalado, nos ofrece la dimensión íntima de las canciones, como memorias que no nos abandonan y que preservan algunos días en ámbar.
Diré que este libro te atrapa y que está escrito de forma fluida, muy emocionante a veces. La confidencia en todos sus matices se adueña de estas páginas. También las elipsis. La confesión se detiene en los bordes afilados de los abismos personales. La persecución del sueño, la liberación de la “camisa de plomo”, la reflexión sobre las formas sinestésicas de la música, la conciencia de que la canción es solo la parte visible del iceberg, la cercanía de Steve Jordan o Lee Ranaldo, un concierto en el CBGB o Lou Reed un día entre el público, el 11S en directo, el lugar del artista y su imagen pública, en pugna constante con esa otra imagen de la intimidad más luminosa, despojada, desnuda. Del pop al punk o al ruidismo, del lirismo melancólico al underground, una tormenta emocional, jalonada de rayos, va escribiendo estas notas. Tormenta y por supuesto luz. Hija de la tormenta y, sobre todo, de la luz, como Nicola Tesla. Calambre que alienta y que ofrece los sueños de una generación y las virtudes de la resistencia, la devoción y la inquietud imparable. Un lujo esta voz de una mujer con todo por delante.