La Cultura salva vidas, como la Medicina.
La Medicina es una parte importante del Humanismo y, por lo tanto, de la Cultura.
A veces veo programas del corazón y unas veces me aburren y otras me entretienen. Depende de las intimidades que se cuenten de personajes que, con su exposición, se prestan a ello y, en muchos casos, viven de ello. Vivimos en la sociedad del espectáculo y de la globalización. La televisión es el máximo exponente de esa nueva visión de la realidad. Una realidad que, a primera vista, puede parecer endogámica y que se resuelve en sí misma, que no afecta al resto de la sociedad, a no ser a algún espectador que no se haya dado cuenta de que lo que ve en la tele en estos programas es puro espectáculo, consensuado, a veces con mala leche y rivalidades, “guionizado” hasta las lágrimas. Y pienso que no puede ser de otra forma si se quiere competir con la desmesurada oferta que hay en este sentido. Pero en todo ha de haber un límite, ese que si lo pasas te asomas al precipicio o la necedad o, como poco, al error. No un límite justificado por la ética o la moral sino, simplemente, por el sentido común.
Hace unos minutos tuve oportunidad de ver uno de los episodios de Viva la vida (Sábado, 31 de Agosto) y a su presentadora, Sandra Barneda, hablando de la muerte de la hija de Luis Enrique, entrenador de la selección española de fútbol, a consecuencia de un cáncer óseo después de seis meses de que se produjera el diagnóstico. He tenido experiencias con amigos y amigas que han perdido a sus hijos por enfermedades o accidentes y no encuentro mayor horror y liquidación personal y familiar que un suceso de esta gravedad; un horror que no sólo afecta a las víctimas, sino a sus allegados, cualquiera que sea su condición. Es un suceso del que nunca te recuperas o, como se dice, te entierra en vida; mucho más, pongamos por caso, que la de la madre, el padre o la pareja.
Creo en la libertad de expresión y también en que todos los programas tienen derecho a tratar las noticias que se producen –la muerte lo es sin duda- como crean conveniente y en igualdad de condiciones que otros medios. Así lo hacen y lo respeto y, en muchas ocasiones, lo aplaudo. Por eso cuando escuché hablar en Viva la vida, como ya antes lo había hecho en otros medios, de la hija de Luis Enrique y entendí la causa por la que el seleccionador había abandonado su trabajo, además de agradecer la discreción y generosidad de los medios de comunicación de no revelar la causa de su ausencia, sentí una sensación agridulce: agria por la noticia luctuosa y dulce por el respeto y la atención que se le dedicaba a la familia de la niña fallecida.
Todo bien. Los colaboradores del programa mostraban su anuencia con la presentadora, aportando apuntes personales en la misma línea de estupor por la noticia -estupor que comparto-, salvaban a la Medicina y a los médicos –postura que también comparto y con conocimiento de causa- y arremetían contra los recortes y el no aumento de fondos para la investigación científica y la práctica médica –lo que, como no podía ser de otra forma, también comparto.
Todo discurría en mi mente con la suavidad de los ríos tranquilos cuando Sandra Barneda hizo un comentario que me devolvió al estupor de la noticia. Dijo algo así como que si el Gobierno dejara de invertir en Centros Culturales en pueblos por valor de tres millones de euros y dedicasen ese dinero a la Medicina mejor nos iría.
Aprecio y respeto a Sandra Barneda, tanto por su labor televisiva como por la lucha por la igualdad de géneros y la diversidad (preceptos indisolubles de Epicuro). He leído algunas de sus novelas y me confirmo en la suposición de que es una mujer interesada en la Cultura y, por su biografía, que ha tenido acceso a ella desde pequeña.
Yo crecí en un pueblo donde no había libros, ni bibliotecas, ni por supuesto centro cultural. Desde hace algunos años lo hay y, curiosamente, es paredaño con la consulta del médico. En él se celebran cada año diversas actividades que celebran la cultura y la memoria y que se llena por los vecinos. He asistido a muchos de ellos y da gusto ver el entusiasmo y la atención que prestan aquellos que nunca tuvieron un centro cultural, ni una biblioteca, ni libros durante mucho tiempo. Por otra parte, dudo mucho que ese centro, más la consulta del médico, más el hogar del pensionista, costasen 3 millones de euros. El pueblo se vacía de gente, pero el centro cultural sigue en pie y activo.
Por eso, me sorprendieron las palabras de Sandra Barneda, que quiero pensar que fueron fruto de la improvisación del directo. Si yo fuera cirujano, nunca cortaría una pierna para intentar mejorar la otra; ambas necesarias para caminar. Sería como arrancar el corazón para salvar el bazo.
Mi opinión es que se debería aumentar el presupuesto para la Investigación y la Medicina y, al mismo tiempo, abrir nuevos Centros culturales, sobre todo en los pueblos. Quizá así recuperaría la propia cultura un valor que ha ido perdiendo progresivamente y no a favor de un mayor presupuesto para la medicina, que, como sabemos, está estrechamente ligada con la anterior. No en vano, la Medicina es una pata de ese ciempiés que es la Cultura.
Últimamente se habla mucho de la España vacía y es verdad que los pueblos pierden vecinos y, consecuentemente, energía. Hasta a los médicos que pasan consulta los están perdiendo por los recortes, independientemente de que haya centro cultural o no.
La Televisión tuvo el acierto o la fortuna de integrarse en los hogares como si fuera un miembro más de la familia, creando una intimidad que parecía exclusiva de cada familia; no como las redes sociales, que ya sabemos del dominio público y de su indiscreción. A veces pensamos que lo que se dice en la tele pasa desapercibido, máxime en un programa de semejante audiencia y con tantos asuntos a tratar seguidos o mezclado. Estamos en un error. La tele no es exclusiva del que la ve en un momento determinado, sino de los millones de personas que están viendo en ese momento determinado tal o cual programa y lo que se dice prende en las conciencias de los telespectadores (muchos de ellos de pueblos sin centro cultural).
Me gustaría que hubiera más respeto por la cultura y, por descontado, por los pueblos. Lo que no es óbice para que siga respetando y admirando a Sandra Barneda y pensando que fue un despiste puntual. No en vano, ella es también una mujer de cultura.