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Canogar y el grupo “El Paso”

Cirilo de A.

Cirilo de A.

Obra de Rafael Canogar Foto: Álvaro Loureiro

Nunca han batido fuerte los vientos de la cultura y el arte en este País. El poblachón manchego que era Madrid, hasta los años 80, próximos-pasados, no daba de sí. No estaba España en el circuito del arte. Hubo una selecta corte de pintores y escultores que alcanzaron París y abrieron brecha en sus murallas.

Algo de tradición española, acaso radical, impregnaba sus obras, pero era su incorporación a otros movimientos lo que propiciaba que sus propuestas fueran valoradas y aceptadas por aquellas cultas minorías parisinas. De pronto, aparecieron provenientes del mundo norteamericano y anglosajón, nuevas propuestas. La abstracción, el informalismo, el arte pop. Nosotros, desde postulados antiguos, y de estéticas pictóricas vetustas, vimos aparecer en los años 50 un nuevo proyecto colectivo y estimulante, a la vanguardia europea.

El grupo “EL PASO”. Rafael Canogar, fué el miembro más joven de esa arriesgada aventura. Dejó el taller donde trabajaba e investigaba, bajo la dirección y enseñanza de Daniel Vázquez Díaz, y en una última conversación entre ambos, el viejo maestro acompañó con su aliento al joven Rafael, y con comprensivas y tranquilizadoras palabras le hizo ver que entendía sus ilusiones, su rompimiento con los cánones establecidos; que apoyaba la nueva idea para tiempos diferentes, para necesidades liberadoras de energía. Y surgieron los cuadros nuevos en toda su potencia.

La experimentación, la reflexión prolongada, la realización de las nuevas ideas forjadas en esa profunda meditación. Fueron los años 60, su contacto directo con la realidad artística californiana, sus técnicas gráficas. La asimilación rápida de lo nuevo y la entrega personal sin concesiones fueron, con su fe en lo que estaba haciendo que era lo que tenía que hacer, la amalgama de Rafael Canogar, un nombre clave en nuestra cultura.

Su capacidad de apertura es lo más digno de mención. Abierto siempre, a nada dice que no, ensaya todo, y cuando tiene conciencia de haber explorado hasta el último rincón de su nuevo concepto, descansa y comienza a fraguar en su cabeza, con sus sentidos, sin prejuicios, un nuevo camino. Y así lo traza y así ha sido siempre, hasta el día de hoy, que se escriben estas palabras.

Obra de Rafael Canogar. Foto: Álvaro Loureiro

Todos sabemos que podemos decir mil cosas, da igual. Nos tendrán en cuenta por nuestro ejemplo, esa es la vara de medir y por ella pasamos todos, bien, Rafael tiene dos hijos. La pasión sincera del padre y su entrega al trabajo de aquello que le gusta hacer, manejar pintura, componer materiales, hacer grabados, esculturas, la ha mostrado constantemente en una verdadera línea recta.

Sus dos hijos siguen la misma vocación paterna, ese es el fruto del ejemplo y de cómo vivieron la propia realización personal de su padre, siguiendo su vocación. Es sincero; por tanto también es generoso. Siempre estará dispuesto a escuchar y aceptar iniciativas interesantes que alimenten la vida cultural, provengan de donde provengan, si tienen algo que decir.

De Cuenca, de Tres Cantos, o de Corea del Sur. Su obra se encuentra representada en museos de los cinco continentes. Tiene espíritu para realizar una exposición, para prestar sus obras, hacer depósito de sus esculturas, para divulgar sus experiencias, se presta a dar una conferencia, entrega todo su caudal en una entrevista. Conoce la ilusión y la diligencia. Con él siempre tenemos esperanza.

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