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Camilla Läckberg un bruja en Getafe

Aurelio Loureiro

Aurelio Loureiro

La Bruja. Camilla Läckberg
Ed. Maeva.

Varios fueron los protagonistas de la pasada edición de Getafe Negro. Entre ellos: Arturo Pérez Reverte y Elmer Mendoza.

Nadie mejor para inaugurarlo que la escritora Sueca, Camilla Läckberg; autora de un buen número de libros que van más allá del género.

La última novela de Camilla Läckberg, “La bruja”, ha sido publicada en España por la editorial Maeva. Una aportación más a esa línea inmutable de crímenes e investigaciones que protagonizan el policía, Patrik Hedström y la escritora Erica Falck. Todas sus novelas sus novelas tienen lugar en el pueblo sueco donde nació, Fjälbacka, en 1974 (La bruja, tiene otro escenario igual de primordial, un pueblo cercano, Tanumshede). El éxito de sus novelas, el casi inalcanzable record de ventas en todo el mundo, la convierten en la reina del género negro; pero creo que hay que ir un poco más allá.

A juzgar por su biografía (madre, ha escrito varios álbumes infantiles inspirados en uno de sus hijos; autora, a su vez, de libros de cocina; diseñadora de ropa y joyas), extraña que Camilla Läckberg, tan empática con las cosas de la vida y las relaciones sociales, guarde en sus adentros la realidad incuestionable de la muerte provocada, de la maldad y el crimen, pero también del engaño al que nos somete la historia. Al parecer, de muy niña ya se imaginaba crímenes horribles.

Destaca su habilidad para fundir el tiempo en historias paralelas que confluyen en un mismo escenario. “Los crímenes de Fjälbcka”, serie de gran popularidad, es una muestra de ello y “La bruja” lo confirma.

Tres siglos separan los casos que aquí concurren y treinta años desde que ocurrió el secuestro y asesinato irresolutos de la primera niña muerta y la segunda, que provoca la investigación de la policía y, por lo tanto, de Patrik Hedström, y de Erica Falk, curiosa y con la intención de escribir un libro sobre los sucesos. La suma de pesquisas llevará a conclusiones sorprendentes; pero así mismo a revelaciones de secretos que, matizados por el tiempo que transcurre imponderable e intransigente, solivianta la memoria y destapa el dolor de los recuerdos en toda su virulencia.

La historia paralela, cuya autoría se descubre al final, Lisa Hjalmasson, quince años, estudiante del grupo 9B del Instituto de Hambursund, proporciona a la novela una de las claves de lo que se cuenta. Entre 1671 y 1672 tuvo lugar en Bohuslän la denuncia por brujería de una mujer inocente, Elin Jonsdotter. Por aquel entonces, cualquier cosa valía para que te condujera a la hoguera. Las autoridades eclesiásticas luchaban contra el maligno a través del encarnizamiento contra todo aquel, sobre todo mujeres, que se apartaba de la norma dictada por la violencia y la ignorancia. Y lo peor era que el pueblo estaba tan mediatizado, ya por el miedo, ya por el rencor o el odio personal, que no dudaba en denunciar y señalar a las presuntas brujas y, para colmo, gritaba de alegría cuando éstas ardían en la hoguera. Es curioso, como medida del horror y la inseguridad ciudadana, según se dice en el libro, la forma de saber si alguna de las denunciadas era en efecto una bruja: la tiraban al agua y si flotaba ya no había duda.

Elin fue ejecutada, después de horribles torturas que tenían como propósito que declarase en juicio sumarísimo que practicaba la brujería y que había tenido trato carnal con el diablo. La inocencia no se contemplaba. El relato de Lisa Hjalmarsson deja la posibilidad de que los sucesos posteriores, los crímenes ocurridos tres siglos después (no sólo los de las niñas, sino todos los que ocurrieron en el transcurso de la trama posterior, que ennegrecen y cubren de sangre el alma de los personajes, como espejo del alma humana) fueran resultado de una maldición expresada por Elin en el momento de su muerte. Pues, los causantes del mal eran descendientes de las responsables de que la falsa bruja fuera decapitad y entregada al fuego.

La crueldad está servida en los relatos de Camilla Läckberg; pero también una debilidad por los personajes que, movidos por las circunstancias, deciden cortar con sus vidas o provocar la muerte de otros. Buscar las causas que llevan al ejercicio de esa crueldad es tarea delicada para el que escribe y para el que indaga con otros medios más realistas.

La autora sueca es una experta en envolver al lector y llevarlo hasta donde quiere. No pone trabas en la lectura, es específica en sus pretensiones; pero no deja que se pierda el estilo literario y procura en todo momento que aflore el sustrato de lo que quiere contar en lo que cuenta. Eso hace que 679 páginas nos parezcan pocas, aunque al principio nos parecieran un reto difícil de superar. Eso dice mucho de la escritora y de sus posibilidades narrativas; ya demostradas. Leeré sus novelas anteriores y recomiendo encendidamente que vosotros las leáis. Es un reto, pero a la vez un placer. Merece la pena. ¿Verdad, Nills?

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