Antonio Machado murió el 22 de febrero hace 81 años. La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica propone que ese día se convierta en el Día de los Exiliados Republicanos.
El poeta sevillano es uno de los grandes referentes de nuestra cultura. No está de más recordarlo, como escritor y como propulsor de un humanismo más justo.
El 22 de febrero de este año se cumplieron 81 años de la muerte, en Colliure (Francia), del poeta más joven de la generación del 98, Antonio Machado. Y es, precisamente, el día de su muerte, el 22 del mes de febrero, la fecha que la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), propone hoy rescatar ante las altas instancias, con objeto de que se convierta en el Día de los Exiliados Republicanos, para que no se olvide la repercusión que la Dictadura tuvo a lo largo de las décadas posteriores, para que no se olviden los Derechos Democráticos fundamentales y, sobre todo, para tener presente la memoria de aquellas personas que, como Antonio Machado, durante el exilio murieron antes de poder volver.
Porque el poeta sevillano es uno de los grandes referentes de nuestra cultura y es necesario recordar por qué la Dictadura, por qué la ignorancia del poder, despreció los valores que demostró en su tierra y en vida, como demostraron tantos intelectuales que también tuvieron que marcharse.
Las inquietudes propias de la Generación las compartía, el dolor de aquella España no le era ajeno, al contrario; pero su ideología superó toda suerte de nacionalismo e individualismo. Su humanismo no le permitía reducir lo nacional a lo puramente geográfico, ni caer en convicción nacionalista alguna que excluyera el espíritu legítimo de las demás gentes y razas del mundo, sino que quiso aunar los valores humanos propios del pueblo y trascenderlos −dentro de un concepto internacionalista− más allá de las fronteras, hallando la voluntad común del género humano y elevándola a categoría universal.
Nacido en Sevilla en 1875, en el seno de una familia culta liberal, de la cual saldrían una serie de intelectuales pertenecientes a la burguesía progresista que favorecerá y participará activamente en el advenimiento y desarrollo de la Segunda República en 1931, vive su infancia bajo el reinado de Alfonso XII. A medida que va madurando, su personalidad se refleja tanto en la obra poética como en la producción en prosa, y sin dejar de mostrar una tendencia hacia lo universal del sentimiento, desde la actitud subjetiva que vemos en su primer libro Soledades, evolucionará, ya en Campos de Castilla, hacia una preocupación por la realidad circundante, por el paisaje y las personas que lo integran; una Castilla donde transcurrirá buena parte de su juventud y donde abrirá paso a la ideología que le acompañará hasta el final de sus días. El conocimiento de la tierra castellana le permite advertir la presencia de una conciencia común. Se sentirá más convencido de la necesidad de llevar a cabo transformaciones sociales profundas y se reconocerá republicano. Se adhiere a la Agrupación de Intelectuales al Servicio de la República, declarándose fiel a la defensa de los derechos históricos usurpados al pueblo, al que admira y en quien deposita toda la confianza de lograr un futuro mejor a partir de un trabajo que no le aliene y le haga más libre y consciente de su propia condición humana. La guerra le sorprende en Madrid y no duda en colaborar para la Alianza de Intelectuales Antifascistas, además de escribir en periódicos o revistas a favor de la lucha ideológica contra el fascismo. Rechaza las formas del capitalismo del nuevo siglo, la conducta de los españoles que se venden a la invasión extranjera y se benefician con ella, a la asociación que la burguesía capitalista (junto con la Iglesia) establece entre el pueblo (compuesto por seres individuales y dotados de dignidad dentro de un contexto histórico determinado) y el concepto desnaturalizador y cosificador de “masa”.
Antonio Machado, el poeta y el filósofo −además de crítico de la sociedad de un tiempo que está por hacer− cree en esa juventud y su pensamiento no se colapsa en el pasado. Antonio Machado, el hombre de arraigado sentir, para quien todo intelectual debe tener la obligación de “ser un miliciano más con destino cultural”, es el hombre que en su poema “El mañana efímero”, abre la puerta de la esperanza que traspasa el tiempo, a pesar del aparente horizonte vacío que se vislumbra al principio. Es quien, a través de sus versos, hace llegar a las generaciones venideras su humano y noble sentir. Porque ese mañana efímero, nos dirá, ha de tener su mármol y su día, / su infalible mañana y su poeta.