El viajero no descansa nunca; aunque esté parado al borde del camino.
Todo lo importante en la vida empieza con un viaje o termina en él.
Nuestros cronistas viajan en este momento por distintos lugares del mundo para traer las alforjas bien llenas de experiencias para que en el otoño Epicuro pueda ofrecer a sus lectores buenas oportunidades para el disfrute a través de sus relatos; como ha venido haciendo durante estos meses de existencia. Pero nos dejan los relatos de otros viajes y otras experiencias, plasmados en páginas que surgen del paisaje visitado, pero también del alma del visitador.
Ya he dicho aquí que no hay un viaje igual a otro; tampoco su descripción habrá de ser igual. Sólo hay una cosa que los comunica por encima de todo: la literatura que se desprende de ellos si el talento del viajero lo permite. Nada tienen que ver el viaje no empezado, pero mil veces ideado en un solo renglón, de Mercier y Camier (Samuel Beckett), con el viaje de ida y vuelta de Ulises o el viaje del que nunca se regresa en el Ulises de Joyce. Sólo el talento de sus autores, como he dicho, y la curiosidad de los viajeros que no hacen sino sumar teselas a ese gran viaje que llevan en el alma.
Por eso el viaje es inimitable e irrepetible y, a modo, la distinción entre libros de viajes y guías turísticas y, por añadidura, entre turistas y viajeros; sin menosprecio de unas y otros. Siguiendo las instrucciones de una guía (las hay excelentes) varios turistas podrán llevar a cabo el mismo viaje. Sin embargo, dos viajeros no podrán hacer el mismo viaje aunque vayan a los mismos lugares, en tanto que sus miradas y sus curiosidades tendrán puesto el foco en dimensiones distintas. Tampoco será igual la manera de contarlo de uno a otro e, incluso, en el mismo autor, de un viaje a otro.
Eso es lo que hace grande al viaje e ilustrativo su relato, cuando consigue que la curiosidad del lector se despierte (como siempre ocurre con nuestros cronistas) y, a través de la sugerencia, que quieran visitar esos lugares que ya han entrado a formar parte del mundo de la ficción; por más que sea imposible repetir el viaje que les cuentan y, mucho menos, imitarlo. Los viajes contados invitan a realizar un viaje propio; pero no es esa su principal intención.
El viaje es el principio de la Evolución y del despertar de la Cultura. Pero hemos de tener en cuenta que sin curiosidad no habría viaje, ni cultura, ni ciencia, ni… Nuestros viajeros son curiosos y, por lo tanto, idóneos para despertar nuestra curiosidad.
A ver quién se resiste a imaginarse viajando por algunos de los lugares que vamos a recordar a continuación, a la espera de nuevos viajes y nuevas curiosidades, en los dos sentidos del término.
Montrebey-Montfalcó, Arquitectura de Berlín, Colorín colorado, Estambul, Maramures y Bucovina, de Magdalena G. Alonso; Taormina, de Alfonso García; La vía de la plata, de José Mª Merino; Las murallas de dios, de Carlos Fidalgo; El poeta que hizo cumbre, de Eduardo Alonso.
Buen recuerdo.