
Trama editorial. Precio: 17 €.
La editorial Trama publica un libro singular: Extravíos o mis ideas al vuelo, del Príncipe de Ligne, Charles-Joseph de Ligne, contemporáneo y conocido de Casanova.
Si singular es su obra, más lo es su vida aventurera en busca del heroísmo en la batalla y la moral en la escritura. Moral incierta en muchos aspectos.
Como hace su prologuista, Ignacio Díaz de la Serna, para hablar del Príncipe de Ligne hay que empezar por el color de su blasón y vestimenta en todo lugar y bajo cualquier circunstancia: el color rosa. No es baladí la introducción a un personaje de novela, pues lo llevó siempre como enseña y refuerzo del carácter heredado de su linaje, así como enseña de su linaje.
Charles-Joseph de Ligne es hombre destinado a hacer grandes cosas en la sociedad convulsa de la época y a protagonizar grandes gestas y, cómo no, a sufrirlas en sus carnes y en su espíritu. También de aventuras amorosas se vive y se sufre. Ah, las mujeres, con las que mantiene una relación contradictoria, que a veces suena a rancio machismo o, incluso, a misoginia acendrada. No estoy yo tan seguro a pesar de las connotaciones y las evidencias. La vida del Príncipe es tan interesante como sus escritos, por más que muchas de sus opiniones, como ya he dicho, suenen a rancio, infelizmente, residuos de un momento histórico previo a la Revolución Francesa, en el que Giacomo Casanova presumía de sus conquistas.
El Príncipe era distinto a Casanova y eso se deja ver en sus escritos: estos aforismos que son pedazos de su vida, que no siempre fue de color de rosa, aunque nunca perdiera el glamur que lo rodeaba. La gran diferencia es que, mientras uno se recrea en el recuerdo de las mujeres que amó o sedujo o por las que fue arrastrado al placer, el otro, príncipe y amigo de libertinos como Casanova o el conde Waldstein, sobrino del príncipe, se plantea su vida y su escritura como una aventura, primero, pero como una gran interrogación que le lleva al terreno del análisis constante.
Es sabido que la escritura obedece al impulso de las preguntas y las incógnitas y Ligne esparce sus semillas en el campo abonado de los aforismos, más reveladores a veces que las mismas autobiografías. No por eso hay que olvidar que estos aforismos devienen en sentencias que proyectan la imagen intelectual del príncipe de Ligne hacia espejos que gustan de devolverle una imagen distorsionada.
A pesar de su inclinación y fascinación por los libertinos, quizá por ser una de esas imágenes distorsionadas que le devolvía el espejo en el que se reflejaba su aureola rosa, el príncipe siempre abjuró de todo lo que pudiera confundirle con ellos. Sus aforismos son una prueba de ello; pero también de la extrañeza que le producía el mundo y la sorpresa que le provocaba el mero de despertarse cada día, verse en el espejo, vestirse, guerrear o coger la pluma para escribir. Sorpresa que extendía al resto de sus congéneres, a su conducta o a su capacidad intelectual: “Me gusta la gente distraída: es un rasgo que indica que tiene ideas y que es bondadosa, pues los malévolos y los estúpidos siempre están alerta.
La maldad implícita en la ignorancia, el aprovechamiento del placer sin restricciones (“De los que sospechamos que carecen de filosofía, son a menudo los que más tienen; la verdadera es el placer. Incluyamos en él nuestros deberes.), el buen criterio del espíritu y la generosidad. La seriedad es la norma, pero con muchas concesiones a la ironía y al humor como concepto necesario para el bienestar físico y mental.
Curiosos y elocuentes estos aforismos donde la figura de la mujer y su evolución tiene un papel relevante y dilucidador de las relaciones interpersonales y de poder. Un ejemplo, para terminar: “Los celos duran más tiempo que el amor. Ya no sentimos apego el uno por el otro; estamos atraídos por alguien más. Uno imagina que aún tiene derechos. Porque el amor propio es lo último que se va.”
La razón le asiste; su razón; la razón de un tiempo. Sus palabras nos ilustran y nos hacen pensar.