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El periodista que estaba alli

Aurelio Loureiro

Aurelio Loureiro

En silla de pista. Miguel Ángel Aguilar.
Ed. Planeta. Precio: 20,50 euros

Sirva este título, cogido del título del libro de Chaves Nogales: “El maestro Juan Martínez que estaba allí” y adoptado por Luis Carandell para su sección en el semanario Triunfo, también, como el propio Miguel Ángel Aguilar hace, para presentar el libro “En silla de pista”.

Valgan así mismo las siguientes palabras de Aguilar para tener un mayor conocimiento de quien lo firma:

“Nacido para la astronomía y degenerado del periodismo, enraizado en una familia de derechas de toda la vida, chapada a la antigua, ajena al “viva quien vence”, con educación y vergüenza sobrada como para apuntarse al botín de ninguna victoria, me hubiera gustado coincidir con la definición que daba de sí mismo el impar Arturo Soria y Espinosa: “Soy discrepante y antimultitudinario, ni mando a necios, ni obedezco a pícaros y estoy contra el adulterio”.” Hijo del Opus, Miguel Ángel Aguilar llegó a tiempo de luchar por las libertades y el franquismo desde las aulas, donde redirigió sus aspiraciones profesionales hacia el periodismo y, luego, desde 1966, en el diario Madrid y, más tarde, en otros periódicos, agencias y revistas, siempre orientados hacia la política.

El título del libro es apropiado en cuanto que su autor nunca se separó de la línea entre lo periodístico y la propaganda. El periodista ha de vivir en una continua interrogación y permanecer alerta para estar en primera línea cuando los acontecimientos se disparan. Estar encima de la realidad, interviniendo o no, pero cerca para preguntar, reflexionar e informar en la medida de lo posible. No siempre es fácil y el periodista de raza lo paga con creces en muchas ocasiones.

La segunda mitad del siglo XX, periodo convulso donde los haya, fue pródiga en acontecimientos reseñables, tanto en España como en el resto del mundo. Lo que lleva a suponer un campo abonado para una profesión que, sin sucesos, caería, con más frecuencia de lo debido, en el vacío de la opinión sin fundamento.

Miguel Ángel Aguilar, desde diversos medios informativos (estuvo en los medios jóvenes y punteros, como Diario 16, del que fue director, El País, El Sol, etc…), artículos y corresponsalías en diversos países), observó y participó en sucesos, cuya trascendencia se vería pronto en todos los órdenes de la Sociedad. El nombramiento de Juan Carlos I como sustituto de Franco, la muerte de Carrero Blanco, la muerte del Dictador, la Transición –que Aguilar define como producto de una gran generosidad; no como un pacto tenebroso, la suma de todo los miedos; sino la de todos los atrevimientos-, el advenimiento de la Democracia, ETA , el Golpe de Estado –“Nunca tuve la idea de que nos fueran a fusilar, pero sí pensé que saldríamos del Congreso hacia un centro de detención. Impregnados como estábamos todavía por el golpe de Pinochet en Chile (1973) calculábamos que nos llevarían a un campo de fútbol donde nos tomarían la filiación y el periodismo se habría terminado para nosotros.”- y los sucesivos gobiernos.

Su descripción de aquellos años que ocuparon su vida profesional y repercutieron sin duda en su vida cotidiana y en la de su familia (constante y sentido recuerdo a la fallecida Judi Bustamante, su mujer y también periodista). Años donde con frecuencia el enemigo no estaba en la realidad que se investigaba desde el amparo (lo que no quería decir que no se corriesen riesgos, denuncias, juicios y disposiciones injustas que frenaban la libertad de expresión) de los medios de comunicación, sino en el interior de esos medios y había que cuidarse mucho del fuego amigo.

“En silla de pista” se mueve por la corteza de lo biográfico y nos ofrece un perfil bastante apropiado del periodista que no ha parado de ir de un sitio a otro en busca de lo mismo: un lugar desde el cual observar el mundo, fijar sus coordenadas y refugiarse en el papel o la radio y la televisión, para lograr imprimir de objetividad en sus informaciones; pero entra en lo más profundo del árbol donde dispone por orden todos los elementos que modelaron su vida. El recorrido es tortuoso, pero sincero y, con cierto tonos edificantes. Miguel Ángel Aguilar escribe sin pelos en la lengua; es duro a veces, otras indulgente; con los demás y consigo mismo.

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